Entrevista a Ismael Carvallo Robledo en el número de mayo de 2012 de Junio7, págs. 26 y 27:
Entrevista a Ismael Carvallo
A media tarde me reúno con
el filósofo mexicano Ismael Carvallo en un céntrico café de Madrid.
Aprovechando su visita a España para impartir diversas conferencias y
participar en programas televisivos, halló un hueco en su agenda para conceder esta
entrevista a Junio7.
¿Qué diferencias se
aprecian entre la situación electoral de México hace 6 años y la de ahora?
Hay muchos planos de
implicación. Una diferencia fundamental se definiría en función del hecho de
que, en 2006, la candidatura de Andrés Manuel López Obrador era la más fuerte;
se trató de una elección en la que fue él la variable principal: la llegada de
Felipe Calderón a la presidencia fue el resultado de un proceso anti-López
Obrador más que en favor del PAN o de Calderón mismo. Hoy, en 2012, no se ha
podido repetir ese esquema, y el candidato más fuerte hasta estos momentos es
el del PRI, Enrique Peña Nieto (y en 2006, el candidato de ese partido fue
eclipsado por completo).
¿Qué paralelismos detecta
entre la política española y la mexicana?
Yo diría que hay muchos. No
olvidemos que la Guerra Civil española influyó decisivamente en la configuración ideológica de México,
toda vez que Lázaro Cárdenas tomó partido por la República; me atrevería a
decir que el cardenismo no se entiende sin la influencia de los republicanos
que se exilian en México. Pero ahí está precisamente el problema: que el
maniqueísmo utilizado para interpretar esa guerra (el maniqueísmo
izquierda-derecha), y que sigue perniciosamente vigente en España, se mantiene
también en México, donde, de manera muy general, se sigue considerando al PSOE
como representante de “la izquierda” (o heredero de la República vencida en la
Guerra Civil), y al PP como encarnación de “la derecha” (o heredero del franquismo).
Pero esa distinción está totalmente desbordada, sobre todo porque el colapso de
la Unión Soviética implica redefinir toda la geometría ideológica de nuestro
tiempo. El PSOE es tan capitalista y neoliberal como el PP.
¿Qué repercusiones puede tener
para Hispanoamérica la exportación del modelo de la constitución española del
78 y su celebrado estado de las autonomías?
La transición democrática
de 1978 ha sido considerada por toda una generación de políticos y analistas
como el modelo a seguir y como el proceso de “transición democrática” por
antonomasia de nuestro tiempo, y no fueron pocos los analistas o los políticos
que no perdían ocasión (en tertulias y debates) para decir que lo que en México
hacía falta es un “Pacto de la Moncloa” a la mexicana, o que lo que se
necesitaba era un Adolfo Suárez o un Felipe González mexicanos.
Pero para mí, viendo las
cosas desde el realismo político materialista más radical, la transición
democrática española es uno de los grandes mitos del mundo contemporáneo y uno
de los procesos más catastróficos de las últimas décadas. Y esto es así porque
ha sido un proceso corrompido de origen, al haber permitido que el mito de la
cultura y de la autonomía se colara en todo permitiendo que, en vez de tener
una nación política unificada y sólida (al modo jacobino), se tuviera un
“estado de autonomías”, que es lo que, desde todos los puntos de vista
(económico, político, cultural, sociológico), ha llevado a España al caos
institucional y la ha puesto al borde de la disolución. Si esto se reproduce en
Hispanoamérica, será el principio del fin, como vemos en Bolivia, donde, en vez
de una nación política unida, se tienen, según la última constitución, 36
nacionalidades. ¡Un caos político, antropológico e ideológico!
¿Realismo político
materialista? ¿Mito de la cultura? ¿Podría abundar en estas cuestiones?
Claro. Con realismo
político me refiero a una concepción de la política que los clásicos definen
como ex parte principi, es decir, una perspectiva que privilegia el
punto de vista del gobernante y que da centralidad cardinal al Estado como
figura fundamental de la política y de la historia, o el sistema por excelencia
de la historia, según decía José Revueltas, que era marxista. Así, el criterio
fundamental es el orden del Estado y, sobre todo, la unidad del Estado (y esto
está tanto en Aristóteles como en Maquiavelo o Gramsci, agudísimo lector de
Maquiavelo). Por eso digo que, desde este punto de vista, todo lo que
contribuya al debilitamiento o fragmentación del Estado nacional es imprudente,
y esto va más allá de las izquierdas y las derechas.
Por mito de la cultura
entiendo la concepción que quiere hacernos creer que en una serie concreta de
instituciones y prácticas antropológicas se encuentran los sedimentos de una
supuesta “identidad” pura y esencial (el espíritu del pueblo, dirán muchos). Y
el problema no es la institución antropológica, sino el carácter mítico o
metafísico que se le atribuye: tú dí que cualquier costumbre, por más aberrante
que sea, es parte de una cultura determinada, y no podrás hacer nada al
respecto. No la puedes ni criticar ni tocar. Ejemplo: la “cultura vasca” o la
“cultura náhuatl” se nos presentan -por ideólogos o antropólogos- como estratos
sublimes de identidad oprimidos, bien por el “estado español”, bien por el
“estado mexicano”. La peor presa de este mito es la izquierda de hoy, sobre
todo la socialdemócrata, que no sabe que la izquierda radical, la jacobina,
acabó con todas esas “identidades culturales” (bretonas, alsacianas, etc.) para
refundirlas en la identidad política nacional francesa. Y el mismo problema
quiso ser resuelto en las Cortes de Cádiz, en 1812; Marx mismo lo entendió y
escribió al respecto.
Dado que usted trabaja en
medios de comunicación, ¿qué voces ibéricas le resultan interesantes?
Pues mira, pasa algo
escandaloso para quienes nos movemos en el terreno de la filosofía, y es el
hecho de que Fernando Savater se tiene como “el filósofo” de España. Al margen
de las simpatías o antipatías que se le tengan, lo cierto es que Savater tiene
una cobertura mediática total en México: en la UNAM y en otras universidades,
en medios de comunicación, entre políticos y entre esa clase de farsantes que
son los intelectuales. Pero digo que es un escándalo porque, en términos
rigurosos, Fernando Savater tiene un nivel filosófico igual a cero. Se trata de
alguien que puede tener solvencia literaria o ensayística, pero que no pasa del
plano periodístico. Si viviera en tiempos de Platón sería un sofista menor, no
como los importantes (Gorgias o Protágoras).
Entonces ¿qué alternativas sugiere?
A ver: ocurre algo
realmente irritante para mí, porque, desde los años en que tuve la fortuna de
vivir en España realizando mis estudios de doctorado, tuve contacto con quien
para mí es el filósofo más importante de nuestro tiempo, que se llama Gustavo Bueno.
Él sí que es un filósofo en sentido riguroso, porque tiene sistema (el
Materialismo Filosófico), además de pensar y escribir en español. Frente a él
no sólo Savater, sino Habermas, Zizek, o muchos otros autores leídos con
fruición aquí y allá quedan reducidos a magnitudes menores. Yo encuentro en él
y en su sistema filosófico el más poderoso y acabado resultado de racionalismo
crítico de nuestro presente. No conozco algo así. Luego te enteras que le dan
el Premio Príncipe de Asturias a segundones como Zygmunt Bauman o Alain
Touraine, y a Gustavo Bueno, que vive en Asturias, lo ignoran. Puro enanismo y
miseria intelectuales.
Por último, ¿cómo se
percibe histórica e ideológicamente España desde México?
Es una pregunta muy amplia.
Acaso puedan explicarse las cosas desde un punto de vista generacional.
Nuestros padres y abuelos fueron educados desde el nacionalismo revolucionario
cardenista, que alimentó la Leyenda Negra (y a esto contribuyeron los
republicanos españoles en su exilio mexicano). Desde esta plataforma, España
representa la conquista y nada más. Pero ahora hay nuevas posibilidades y
perspectivas historiográficas, que muestran que España fue una potencia mundial
y que el imperio español fue un proyecto histórico y geopolítico igualmente fascinante
que dramático.
Iván Vélez
No hay comentarios:
Publicar un comentario