La Gaceta de la Iberosfera, 6 de junio de 2021:
https://gaceta.es/opinion/petaqueros-20210606-1418/
Petaqueros
Una montaña de arenas contaminadas
por amianto y otras sustancias tóxicas crece y se compacta a los pies del Peñón
de Gibraltar, a la espera de alcanzar la suficiente solidez para que sobre
ellas se alcen nuevas construcciones ilegales. Sin que el Gobierno de España
mueva un músculo para, al menos dificultar una operación plenamente visible
desde este lado de la valla, que no frontera, los llanitos ganan terreno a unas
aguas que Utrecht les negó y de las que ellos se apropiaron por el expeditivo
método de arrojar una serie de bloques de hormigón erizados de barras de acero
corrugado capaces de rasgar las redes de los pescadores gaditanos. La montaña
de Tarik, en cuya base se asentaron los últimos neandertales de Europa, preside
una devastada realidad, la determinada por la conjugación de la existencia de
ese sumidero económico con unas condiciones geográficas únicas para el tráfico
o el tráfago que da nombre a uno de sus principales enclaves. Como alternativa
al blanqueo de capitales y al narcotráfico, tan íntimamente relacionados
-recordemos a Capone- el Campo de Gibraltar ofrece mano de obra barata a la
colonia británica, tan barata que, como ya señalara en su día Chico Ocaña,
cantante de Mártires del Compás, abre un amplio abanico de profesiones liberales capaces de comparecer con voz
propia en el cervantino Patio de Monipodio. A los puntos y aguadores, se
suman sutiles variedades integradas en las complejas estructuras presididas por
la partícula -narco. Entre ellas figura la de los petaqueros, cuya actividad consiste en suministrar combustible a
las lanchas o gomas que viajan desde
Marruecos a España que, cargadas de hachís, son manejadas por manos tan diestras
en el arte de marear como conocedoras de las peculiaridades jurídicas del Estrecho.
Los pilotos que transportan la
resina cannábica, vulgo costo,
conocen los límites de la franja de aguas internacionales entre los cuales
aguardan la llegada de las lanchas repostadoras. Allí permanecen a la espera
del gas oil procedente de las gasolineras del Campo de Gibraltar a las cuales
se acercan los petaqueros para
repostar vehículos convertidos en depósitos rodantes que descargan su contenido
en locales y viviendas donde miles de litros de tan peligroso líquido aguardan
el momento de surtir a las gomas. La
infracción que cometen por contribuir de esa forma al tráfico de drogas es
meramente administrativa, condición que las precarias fuerzas de seguridad que
operan en la zona, pretenden que sea sustituida, a partir de una cantidad de
combustible a todas luces excesiva, por un delito de carácter penal.
Sirvan estas apresuradas notas para engrosar el léxico de la narcojerga que crece vigorosa entre la picardía gibraltareña y la desidia gubernamental española que ha situado al campo gibraltareño al borde de convertirse en un territorio donde el Estado es residual para regocijo de quienes se enriquecen a costa de la estupefacción.
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