domingo, 4 de diciembre de 2011

Españolistas mexicanos


Artículo aparecido en las páginas 26 y 27 de la revista Junio 7 correspondiente al mes de noviembre de 2011

Españolistas mexicanos

Como el lector de Junio7 sabe, España lleva más de un siglo padeciendo las amenazas de grupos secesionistas cuya hispanofobia, y otros intereses espurios ligados a diversos colectivos económicos y de poder, busca la fractura de la Nación española, paso imprescindible para la construcción de diminutas naciones irrelevantes en el contexto internacional no sólo por su pequeñez, sino por la renuncia a la herencia hispana, la misma que liga a España con México.
En este contexto político, no es raro contemplar cómo los independentistas periféricos oponen, fingiendo una igualdad de escalas, los términos catalanista o vasquista a uno más general de resonancias negrolegendarias: españolista.
Así pues, todo aquel que defienda la unidad nacional, será tildado de españolista, epíteto casi siempre despectivo, que vendrá a definir posturas habitualmente señaladas como “de derechas”, razón por la cual, algunas facciones separatistas que han dejado atrás sus raíces integristas católicas, verán con aversión al que, no contento con defender la integridad nacional y territorial de España, son además católicos o monárquicos. La situación se complicará sobremanera si se inserta en tan agrio debate el asunto de las culturas. La cultura española, también la hispana, se verán como ajenas a unos proyectos obsesionados con señas de identidad que se alejen al máximo de aquello que nos es común.
Sin embargo, como suele suceder en muchos de los asuntos españoles, las cuestiones acaban agrandándose, desbordando a esta península del sur de Europa. En efecto, en el caso de la palabra españolista, el origen se aleja no sólo del territorio español, sino que también se distancia en el tiempo, siendo así que tiene una antigüedad de casi dos siglos, si nos atenemos a la documentación que este articulista maneja. Una de las primeras referencias del mismo, nos lleva a consultar el número 43 del Registro Oficial del Gobierno de los Estados-Unidos Mexicanos, fechado el jueves 4 de marzo de 1830 y estampado en la Imprenta del Águila de la Ciudad de México. La cita contextual es la que sigue:
«No es posible, dicen esplicarse con mas amargura ni con mayor desprecio de los mexicanos, que lo ha hecho aquí Mr. Poinsset: no puede ocultar sus deseos de venganza, su desprecio por el gobierno, que califica de monarquista, de españolista; y sus anuncios de terribles convulsiones han dado aquí de esa república una idea muy desventajosa».
Nada en este texto nos remite a España, sino a un personaje escrito en la documentación oficial de forma errónea, que respondía al nombre de Joel R. Poinsett, ministro plenipotenciario enviado por los Estados Unidos para tratar de conseguir establecer una serie de acuerdos comerciales tras los que venía incorporado el propósito de implantar el modelo político yanqui. La herramienta para conseguir tales fines fue la constitución de diversas logias masónicas que no sirvieron sino para sembrar cizaña en unos turbulentos años para el México que se acababa de independizar de España, pero que mantenía, como es lógico, un sustrato hispano que ha llegado hasta hoy como núcleo de la forma de ser del mexicano del siglo XXI.
Así pues, y para decepción de aquellos cuyo odio –objetivamente autoodio en virtud de su objetiva pertenencia a España-, manifestado de las formas más inverosímiles, tiene en España, sus símbolos, su nombre y su propia existencia, el blanco de sus acciones, el objetivo queda desviado, pues es evidente que las acusaciones del ministro americano no iban dirigidas a los gachupines, expulsados incluso de México, sino contra grandes áreas y personajes –en especial Lucas Alamán- del México ya independiente que, sin embargo, seguía adscrito en gran medida al Plan de Iguala. Un Plan, que en esencia, era españolista, si entendemos este calificativo como el que designa a unos lazos comunes que hoy siguen existiendo y a la vez distinguiendo lo hispano de lo anglosajón.
El término acusatorio tendrá, por tanto, un viejo origen, y vendrá acompañado de la amargura de ese apóstol de la Doctrina Monroe, del llamado Azote del Continente, cuyas turbias acciones ocultaban un objetivo aún más lesivo para México: la anexión a los Estados Unidos de la hasta entonces mexicana Texas.


Españolistas mexicanos, si nos atenemos a su percepción, expulsaron finalmente al intrigante Ministro. Si la estrategia norteamericana para obtener Texas consistió en ir enviando blancos colonos acompañados de sus esclavos negros –esclavitud abolida por los vecinos del sur-, dos siglos más tarde, con sus espaldas mojadas, los hispanos van poco a poco regresando a lugares cuyos topónimos les son absolutamente familiares.
Iván Vélez



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