lunes, 23 de junio de 2014

De Juan Carlos I a Felipe VI: apuntes sobre un regio despacho

Artículo publicado en La Voz Libre el lunes 23 de junio de 2014:
De Juan Carlos I a Felipe VI: apuntes sobre un regio despacho
Terminadas las ceremonias de abdicación y coronación que han trocado a Juan Carlos I por Felipe VI, la normalidad que reclaman en España múltiples facciones políticas, periodísticas y propagandísticas, ha regresado justo antes de que comience el solsticio de verano que precederá a un otoño previsiblemente convulso.

De este modo, tras el amplio despliegue que cubrió los apresurados y discretos fastos, el día después nos ha dejado reportajes sobre el previsible discurso del nuevo rey y unas cuantas imágenes en las cuales se podía ver a pequeños grupos de portadores de la bandera de la II República española que eran neutralizados por las fuerzas del orden dispuesto por el Estado de las autonomías.
Gracias a la televisión material también hemos podido conocer los cambios decorativos que ha sufrido el que fuera despacho de Juan Carlos I, ahora ocupado por el nuevo monarca. Unos cambios que, huelga decirlo, van acompañados de una alta dosis simbólica a cuya interpretación han consagrado sus esfuerzos numerosos expertos en tan especializada exégesis. La cuestión no es en absoluto baladí. Precisamente por tratarse de interpretaciones de las verdaderas intenciones que han llevado a producir tales cambios, el error siempre rondará las conclusiones que se puedan extraer.
Sea como fuere, en tan aúlica estancia ha aparecido, abriendo paso a lo digital entre lo vegetal, un ordenador portátil, una serie de nuevas fotos en las que aparece la nueva reina y su distinguida progenie, una reproducción del la Copa del Mundo de fútbol ganada hace cuatro años y, sobre todo, un cuadro de Carlos III.
Es precisamente tal retrato el que ha suscitado numerosos comentarios, pues al reinado de su antepasado parece acogerse, a decir de los intérpretes, Felipe VI. Monarca de gran popularidad sobre todo desde que en los años noventa fuera elegido por la socialdemocracia gobernante, ampliamente representada en la cena que en el restaurante Currito dio don Juan Carlos antes de su despedida, como una suerte de patrón ideológico al cual se dedicó una universidad cuyo rectorado recayó en la figura de uno de los padres de la Constitución del 78 y hombre protegido por el democristiano Ruiz Giménez: Gregorio Peces-Barba.
De Carlos III se ha destacado su amor por la cultura, palabra que empleó en su discurso don Felipe hasta en siete ocasiones, ya sea en el sentido que cabe atribuir a la expresión por él utilizada: «cultura democrática», ya en el que pueda existir cuando se refirió a una serie de culturas que han convivido en España y «han enriquecido a sus pueblos». En definitiva, tal nos parece, una de las conexiones más potentes entre estos dos monarcas pudiera venir a través de la idea de cultura incorporada a la Carta Magna que juró, en la cual podemos leer que: «Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura».
Y si de cultura se trata, en España tiene un relevante papel el jugado por las lenguas que en España, con mayor o menor asistencia institucional, son. La cuestión no fue eludida por Felipe VI, quien, tras hablar del «castellano», añadió que «las otras lenguas de España forman un patrimonio común que, tal y como establece la Constitución, debe ser objeto de especial respeto y protección; pues las lenguas constituyen las vías naturales de acceso al conocimiento de los pueblos y son a la vez los puentes para el diálogo de todos los españoles».
Y es en lo concerniente a las lenguas donde la distancia entre Felipe VI y el antepasado que se sitúa a espaldas de su mesa, aumenta considerablemente. En efecto, consciente de las dificultades políticas que entraña la coexistencia de diferentes lenguas, muchas de ellas conservadas gracias a la acción de la Iglesia, el absolutista Carlos III, sépanlo o no sus sobrevenidos fans embelesados por el mito de la Ilustración, fue quien eliminó el catalán de la enseñanza en 1768, medida que fue acompañada en 1770 por un Decreto en el que ordena, a todas las autoridades de Nueva España, Perú, y Nueva Granada, que extiendan el español con el objeto de que «se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios y sólo se hable el castellano». 

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