lunes, 4 de agosto de 2014

Jordi Pujol y el hedor de la corrupción

Artículo publicado en La Voz Libre el lunes, 04 de agosto de 2014:
http://www.lavozlibre.com/noticias/blog_opiniones/14/956185/jordi-pujol-y-el-hedor-de-la-corrupcion/1
Jordi Pujol y el hedor de la corrupción

En 1984, Luis María Anson, director del diario ABC, concedió el título de «Español del Año» a Jordi Pujol. Tres décadas más tarde, Pujol, infatigable activista del catalanismo, hacía público lo que era un secreto a voces: la fabulosa fortuna de su clan familiar no sólo tenía un oscuro origen, sino que esta se había acrecentado enormemente con métodos delictivos.
El escándalo, conocido gracias a la confesión del católico político catalán, se produjo gracias a una epístola fechada nada menos que el día del patrono de España, la festividad de Santiago. En plena canícula estival, algunos ingenuos veían caer por fin la careta de alguien que a finales de los 60 exhibía, impúdico, su racismo, concentrado en el hombre andaluz, que a sus ojos respondía a la siguiente descripción:
«… es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir su falta de mentalidad.»
Décadas más tarde, tras convertir a su personalista partido en la intocable bisagra en la que gobiernos de distinto pelaje se apoyaron para mantener el poder mientras en Cataluña se consolidaban las estructuras que hoy ponen en jaque la integridad de la nación, llegaría al poder un andaluz que se esforzó por cumplir con el canon laboriosamente fabricado a la sombra de Montserrat. No obstante, en el célebre oasis catalán poco duraría un espejismo basado en el calculado confusionismo al que siempre ha jugado el PSC. El período montillista no fue sino un paréntesis de aromas charneguianos tras cuya cancelación regresó al poder CIU junto a una ERC ávida de alcanzar el poder.
Compitiendo en su hispanofobia, ambas formaciones, fuertemente aferradas a mitos oscuros de carácter telúrico y a un fundamentalismo democrático que les iguala con el resto de partidos españoles, sirvieron para que el delfín de Pujol, Arturo Mas, también agraciado con un botín económico custodiado más allá de los Pirineos, planteara el delito de sedición de una parte de España o, por decirlo con rectitud, el robo de una parte de la nación por parte de un conjunto de compatriotas aquejados de profundas patologías que oscilan entre lo psiquiátrico, lo sentimental y lo político.
La confesión de Pujol supone, así lo han reconocido los propios sediciosos, cierto obstáculo a las aspiraciones independentistas. Y decimos cierto porque los medios de comunicación, tan dóciles con quienes los sustentan –en el caso de Cataluña la financiación de la prensa garantiza la obediencia y la censura de lo que no encaja con el fondo ideológico de las subvenciones- se han cebado con los obscenos detalles del proceder pujoliano, entendiendo este en su expresión más extensiva, la que toca a las cuentas corrientes, los coches, las mansiones y hasta las amantes de la familia, pero poco han dicho en relación con una corrupción que a nuestro juicio es mucho más nociva que las codiciosas andanzas de un clan que ha actuado como esos bandoleros catalanes que, colgados de los árboles, sirvieran a don Quijote para saber que andaba por las tierras del seny y la butifarra.
En efecto, se ha echado de menos algo más de precisión entre las diferentes variedades que de la corrupción se pueden distinguir, razón suficiente para poner sobre la mesa la teoría de la corrupción que Gustavo Bueno expusiera en su ensayo, El fundamentalismo democrático. La democracia española a examen (Temas de Hoy, Madrid 2010). En ella, y remitimos a tal obra al lector para que profundice debidamente en tal asunto, Bueno distinguía entre la corrupción delictiva, en nuestro caso la que los Pujol han desplegado de un modo tan imaginativo para alcanzar la vida regalada que los caracteriza; y la no delictiva, la corrupción legal que podemos identificar en las políticas que el antiguamente conocido como Muy Honorable, llevó a cabo con la complacencia de los gobiernos nacionales.
Una corrupción que podemos llamar legal, pues su despliegue se ha sustentado no sólo en tales apoyos, sino en una Constitución, la del actual régimen autonómico, que dejaba la puerta entreabierta a interpretaciones que permitían que partes fundamentales de la nación española pudieran quedar cautivas de facciones políticas cuyo objetivo no es otro que la descomposición de España tras haber corrompido su cuerpo político hasta el punto de que el pútrido hedor de tal corrupción, indetectable para un periodismo tan complaciente como miope, envuelve al que nos llega desde Suiza, remedo continental y gélido de la Isla de la Tortuga donde se custodian las fortunas de muchos españoles entregados al vil arte del expolio y robo a España.

No hay comentarios: