Artículo publicado en La Gaceta el jueves 3 de diciembre de 2015:
Vientres planos y curvas decrecientes
En 1631 Miguel Caja
Leruela publicó en Nápoles su obra Restauración
de la abundancia de España, libro en el cual el otrora Alcalde Mayor
Entregador de la Mesta proponía soluciones ganaderas a una España siempre
amenazada de despoblación. Como el lector sabe, el influjo del Nuevo Mundo,
sumado al paso de numerosos españoles a la biológicamente estéril esfera
religiosa, debilitaban a una nación amenazada por otras potencias más fuertes
demográficamente.
Eran tiempos de
arbitristas que recuerdan el proceder de muchos de los actuales sabios,
sociólogos y encuestadores que se asoman diariamente a las telepantallas para
mostrar sus habilidades interpretativas de consultas y estudios demoscópicos a
menudo destinados a sondear, cual nueva ciencia media, la voluntad de voto de
los españoles que tienen derecho a ello.
La presente semana, además
de intenciones de voto y debates, ha traído unos datos que se alejan de la
inmediatez de la vida política. Las cifras, ofrecidas por el Instituto Nacional
de Estadística, han arrojado un dato que no por esperado debe dejar de ser
contemplado con preocupación: por primera vez desde este Instituto se fundara,
el número de defunciones supera al de nacimientos, o lo que es lo mismo, España
tiene un crecimiento vegetativo descendente. Si este es el desalentador
panorama, las proyecciones hechas por los expertos indican que la pirámide
poblacional podría llegar a invertirse, con la consiguiente amenaza de colapso.
Si estos son los números, cabe preguntarse por las causas del envejecimiento de
la ciudadanía española.
Entre tales razones sin
duda figuran aquellas que tienen que ver con la profunda crisis económica que
arrancó en la pasada década. Sin embargo, en tiempos de rampante feminismo y obsesiva
y formalista búsqueda de la paridad sexual, cabe preguntarse si tal factor es
el único que explica la situación actual. No es esta la única época en la que
España sufre estrecheces económicas, por no hablar de los numerosos periodos
bélicos a los que ha debido enfrentarse nuestra nación, sin que su censo haya
sufrido una tendencia decreciente tan continuada. Deben existir, por lo tanto, otras
causas que se sumen a las de origen económico.
No faltan precedentes
históricos que tuvieron en el útero el punto en el que se cruzaban condiciones
de vida e ideología, en este caso de clase. Ejemplo de ello es la iniciativa
propuesta en el inicio del convulso siglo XX por el anarquista español Luis Bulffi
y Quintana, antes de vincularse al Partido Socialista Monárquico Obrero Alfonso
XIII, en una obrita de elocuente título: ¡Huelga
de vientres! Medios prácticos para evitar las familias numerosas. El
librito, de sesgo visceralmente anticlerical y a tono con la retórica
revolucionaria de la época, proponía algo que en la España actual se ha logrado
por otros medios menos exaltados. Sus objetivos, que debían cristalizar en una liberadora
huelga de vientres, quedaban claros en esta afirmación de aspiraciones maximalistas:
«…derribar el organismo burgués y
alzarse en negación portentosa para acometer empresa titánica como es el barrer
de la superficie de la tierra el germen de la opresión y de la tiranía y
allanar los profundos surcos que tantos siglos de régimen ignorantil han cavado
en el modo de ser de los humanos.»
Los medios para acceder
a tal situación iban más allá de los habituales en la época –el escrito cita «el
condón, el pesario, la esponja, la borla de seda absorbente» junto a la retirada a tiempo-, hasta el punto de
que el higienista Bulffi se permitía incluso recomendar una serie de productos
químicos inyectables para evitar la concepción de «hijos no deseados».
Más de un siglo después
de la publicación del folleto, sorprende la actualidad de algunas de las
expresiones empleadas por el bilbaíno. Con unos anticonceptivos menos agresivos
que los prescritos por Bulffi y un aborto prácticamente despenalizado en España
y erradicado de una jerga política que prefiere emplear el circunloquio
«interrupción voluntaria del embarazo», el texto parece desconectado de nuestro
presente. No obstante, en él pueden rastrearse algunas líneas de continuidad
con ciertas ideologías actuales.
Hablar hoy de
proletariado suena a anacronismo, si bien, en un contexto marcado por la
reaparición de la guerra santa, las apelaciones a la Humanidad son constantes
pese a que la yihad divida esta en dos partes antagónicas: la de los hombres
islamizados y la de los cafres politeístas. Pese a todo, no pocos son los que
se aferran a una idea de Humanidad tan sublime que convierte en mera anécdota
la división referida. Si los hombres coranizados encuentran todas las
respuestas en un libro, no pocos hombres las hallarán en estudios como el
apocalíptico Informe Lugano, que halla la solución a muchos de los problemas ya
apuntados por Bulffi en la reducción drástica, en una cantidad estimada de
2.000 millones de hombres, de la población mundial. En el límite, no faltarán
quienes propongan la vuelta a la Naturaleza de un conjunto reducido de humanos
adornados de atributos animalistas y vegetarianos cuya huella contaminante sea
casi imperceptible.
Lejos de tan extremas
posiciones, lo cierto es que los españoles, tales son los datos expuestos por
el INE, han frenado su reproducción y con ella la recurrencia de una nación
ayuna de proyectos que todo lo fía, como el elector citado en las urnas puede
comprobar, en una Europa cuyas fisuras van dejando ver la estructura real del
proyecto que en la Guerra Fría sucedió al pergeñado por el nazismo, tan afecto
a determinadas formas de maternidad: las de la eugenesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario