Artículo publicado el sábado 16 de enero de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
Del Antijovio al Antibolívar
El
arranque de 2016 ha traído significativos cambios en lo que a la decoración
institucional se refiere dentro de algunas naciones hispanoamericanas. Acaso la más polémica ha sido la llevada a
cabo por Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, quien
ordenó la retirada de las imágenes de Bolívar, Chávez y Maduro del Parlamento,
ocasionando un gran revuelo en una nación al borde del conflicto civil.
Si
esto ocurría en la República Bolivariana de Venezuela, en Colombia, el nuevo
alcalde mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, ha decidido trocar el retrato de
Bolívar por el del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada. El gesto ha
provocado una notable polémica que involucra a dos personajes que han jugado un
importante papel en relación con esa construcción ideológica conocida como «Leyenda
Negra».
El primero de ellos fue el conquistador de Nueva Granada
y fundador de Santa Fe –a la que Bolívar añadiría el Bogotá que completa su actual nombre- el 6 de agosto de 1538, hechos que precedieron a su participación en la
catastrófica expedición a El Dorado, última empresa antes de retirarse para morir devorado por la lepra. Jiménez de Quesada, curtido en
armas y letras, pues combatió en Italia entre 1527 y 1530 antes de iniciar sus estudios
en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo la formación que le posibilitó
figurar como letrado en la Real Audiencia de Granada, institución reproducida
en las ciudades hispanas
del Nuevo Mundo.
Tan rica trayectoria permitió que nuestro hombre estampara en 1567
su firma al final de una obra titulada: Apuntamientos y anotaciones sobre la
historia de Paulo Jovio, Obispo de Nochera, en que se declara la verdad de las
cosas que pasaron en tiempo del Emperador Carlos V, desde que comenzó a reinar
en España hasta el año MDXLIII con descargo de la Nación Española. Lo cual
escribía y ordenaba Don Gonzalo Jiménez de Quesada, Adelantado y Capitán General
en el nuevo reino de Granada, libro comúnmente conocido como El Antijovio, que combate la propaganda
antiespañola –en este caso referida al Saco de Roma- que a finales del XIX doña
Emilia Pardo Bazán denominara como Leyenda Negra.
Si el libro de Jiménez de Quesada es un hito -poco conocido- en la
refutación de la propaganda antiespañola que se nutrió visualmente de los
grabados de De Bry, a los que dio continuidad el arte parietal de Rivera o la
enloquecida imagen de Klaus Kinski, las obras de Simón Bolívar incorporaron
componentes negrolegendarios cuyo mayor suministrador fue el clérigo Bartolomé
Las Casas, a quien el Libertador
llamó «apóstol de la América», al tiempo que se refería a la España por la que
él combatió y de la que descendía, como «desnaturalizada madrastra».
Bolívar,
miembro de la oligarquía criolla, y aquejado de la anglofilia que exacerbó la
rivalidad entre españoles peninsulares y americanos, acabaría convirtiéndose en
un mito americano que eclipsa a Miranda o San Martín, pues su sombra se
proyecta sobre «seis naciones latinoamericanas» (sic), tal y como se ha
encargado de recordar el rival de Peñalosa, Gustavo Petro, ex miembro de la
guerrilla del M-19 y actual líder de Progreso, quien se
encargó de colocar el cuadro de Luis Luna, titulado «El Chaman», hoy retirado del salón de juntas del Palacio de
Liévano.
La
pictórica controversia, más allá de motivos relacionados con el finis operantis de los implicados en
ella: la rivalidad política, tiene un trasfondo de mayor profundidad, toda vez
que el adjetivo «bolivariano» ha marcado el panorama político del Cono Sur para
el que Bolívar soñaba una anfictionía distante mil leguas de los programas
esgrimidos por los Chávez, Maduro, Correa o Morales, ese bolivarianismo
conocido como «socialismo del siglo XXI».
Abundando
en el asunto, la Marcha Patriótica se ha preguntado si Peñalosa «¿Evocará el
nuevo mandatario la era colonial?», obviando que en esa época mal llamada
colonial –recuérdese la obra de Ricardo Levene- eran
familias como la de Bolívar quienes se situaban en la cúspide de esa pirámide
de privilegios que ellos pretenden demoler para establecer una estructura
horizontal e igualitaria.
Las
posturas que enfrentan, a propósito de la dos efigies, a Peñalosa y Petro
representan dos distintas visiones sobre dos momentos de la América que se
configuraría a partir del siglo XVI. El primero de ellos lo protagonizan los
tan elogiados como denostados conquistadores, en quienes los autodenominados
progresistas no ven sino a un conjunto de genocidas ávidos de oro que abrieron
un paréntesis, el imperial, que Bolívar se encargaría de cerrar.
Si
esta es la postura representada por Petro, la visión que Peñalosa tiene de
Bolívar es la de un masón al servicio de una potencia extranjera, razón más que
suficiente para descolgarlo de la pared y sustituirlo por el fundador de esa
institución: Gonzalo Jiménez de Quesada.
Ignoramos
si el ir y venir de imágenes continuará en Bogotá, si bien nos permitimos
recordar un detalle que no es baladí: hace escasas fechas se ha dado a conocer
el que se considera retrato más fiel de Bolívar, el realizado por el peruano
José Gil Castro (1785-1837), cuadro que hemos de contraponer a ese intento de
introducir rasgos indígenas en el rostro de Bolívar llevado a cabo por Chávez,
propósito que produjo una faz mucho menos afilada que la conocida.
Dos
siglos después del comienzo de las emancipaciones hispanoamericanas, una
amenaza se cierne sobre los próceres y acaso sobre las naciones que ellos
contribuyeron a construir sobre los restos del Imperio español: su sustitución
por otros rostros, los representantes del disolvente y etnicista indigenismo.
2 comentarios:
http://elmalvinense.com/snacional/10/1221.htm
http://www.aviacionargentina.net/foros/temas-de-defensa-generales.11/9717-la-amenaza-mapuche-al-territorio-argentino-y-chileno.html
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