La Gaceta de la Iberosfera, 27 de septiembre de 2021:
https://gaceta.es/actualidad/la-virulencia-negrolegendaria-y-el-desconocimiento-historico-de-amlo-20210927-0630/
La
virulencia negrolegendaria de AMLO
«Se trajo la viruela y en tres
siglos ni siquiera fueron capaces de crear una vacuna, lo que ahora llevó un
año».
Estas disparatadas palabras, que dan
continuidad a pretéritas declaraciones del mismo jaez, fueron pronunciadas la
semana pasada por Andrés Manuel López Obrador durante una de sus torrenciales
comparecencias públicas. Cuando restan tres meses para que termine el año en el
que se cumplen quinientos de la victoria de Cortés y sus aliados sobre el imperio
mexica, mucho me temo que no será esta la última ocasión en la que AMLO nos
ofrezca materia para la crítica. En esta ocasión el COVID ha sido el pretexto
para que Andrés Manuel haya vuelto a arremeter contra la principal estructura
sobre la que se asientan los actuales Estados Unidos Mexicanos que él mismo
preside: el virreinato de la Nueva España, rótulo inexistente en el vocabulario
de AMLO. La reciente invectiva desvela una vez más las limitaciones de sus
conocimientos históricos, pero no sólo, pues el mero planteamiento de que en el
periodo virreinal, al menos hasta su último tramo, apareciera una vacuna
hispana, muestra a las claras la deficiente concepción que de las ciencias
posee nuestro locuaz hombre.
Dejando de lado las deficientes
condiciones materiales que para el hallazgo de una vacuna se dieron, no sólo en
España sino en toda Europa, durante los siglos XVI, XVII y gran parte del
XVIII, lo cierto es que la vacuna, debida al británico Edward Jenner, solo fue
una realidad en 1796, es decir, en los estertores del periodo virreinal. Hasta
entonces, la costumbre, algo de lo que yo mismo he recibido testimonio,
determinaba que en caso de epidemia, las vacas se introdujeran en los pueblos
de Castilla, acaso porque los vaqueros, siempre en contacto con el ganado
vacuno del cual procede el remedio de Jenner, se mostraban más fuertes ante la
enfermedad. De la profiláctica costumbre al descubrimiento de la vacuna antivariólica existe, lógicamente,
una distancia que sólo se salvó a partir de un determinado nivel tecnológico,
cuestión que daría para una pieza separada.
Sea como fuere, el temprano
propagador de este remedio por todo el imperio español fue un hombre
profundamente relacionado con la Nueva España: Francisco Javier Balmis, que en
1786 había sido nombrado cirujano mayor del Hospital de San Juan de Dios de la
ciudad de México en la cual investigó las propiedades de plantas como el agave.
Apenas siete años después de que se hiciera público el hallazgo de Jenner, en
1803, Balmis, temprano conocedor y defensor de aquel remedio, fue nombrado director
de la Real Expedición Marítima de la Vacuna, que entre 1803 y 1806 dio la
vuelta al mundo propagando la vacuna por América y Asia a partir de veintidós
niños procedentes de la casa de expósitos de La Coruña. Gracias a las
inoculaciones semanales que, de dos de dos, se practicaron a los huérfanos, la
vacuna, junto a dos mil ejemplares de textos relativos a la misma, que se
distribuyeron gratuitamente, atravesó el Atlántico. Divida en dos, la
expedición vacunífera, en la que estaba integrada la hoy popular Isabel Zendal,
recaló en Puerto Rico, Venezuela, Cuba y… la Nueva España, desde donde cruzó el
Pacífico para llegar a las muy novohispanas Filipinas. Una vez en el
archipiélago, la vacuna alcanzó Macao y, más tarde, se adentró en China. La
expedición vacunífera demuestra que España no solo se preocupó de la salud de los
habitantes de sus vastos dominios, también refuta uno de los tópicos favoritos
de la grey negrolegendaria a la que pertenece AMLO: el secular atraso
científico español pues, insistimos, las ciencias van íntimamente ligadas a la
existencia de técnicas, infraestructuras e instrumentos como aquellos de los
que disponía el imperio español, requisitos imprescindibles para el éxito de la
mentada expedición.
No me resisto, por último, a cerrar
este escrito sin dar cuenta de un importante aspecto de la biografía del galeno
alicantino. Cuando las tropas napoleónicas entraron en España, Balmis se
mantuvo fiel a la Junta Central, que le encomendó un último encargo: viajar a
la Nueva España para volver a propagar la vacuna. En febrero de 1810, Balmis,
siempre fiel a la Corona, puso rumbo a Veracruz, donde le esperaba el brote
insurgente que imposibilitó su trabajo, obligándole a regresar. Cargado de
honores, Francisco Javier Balmis Berenguer murió en su patria el 12 de febrero
de 1819.
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