Artículo publicado el sábado 6 de febrero de 2016 en el blog de La Gaceta, "España defendida".
El cordón sanitario del doctor Sánchez
Desde hace más de dos siglos se emplea
en español el rótulo «cordón de sanidad». Un lunes 4 de marzo de 1811, el Diario de la Habana se hacía eco de las
acciones bélicas que se producían en la España posterior a la invasión
napoleónica.
Murcia 15 de noviembre. Por la
siguiente relación se verá cuan exageradas han sido las noticias, que han
corrido sobre la suerte del exército del centro, que mandaba el Excmo. Sr.
Blake.
El 26 del pasado salió de aquí el
cuartel general del exército del centro para Mula, y el 27 se pusieron en
movimiento las tropas acantonadas, quedando cubierto el cordón de sanidad de Cartagena, y las guarniciones de esta plaza,
la de Alicante, y esta capital. La rapidez y combinación de las marchas y el
secreto impenetrable que reynaba en todo, ofuscaron al enemigo…
Desde entonces, la expresión, literal
o trocada ligeramente para convertirse en «cordón sanitario», ha tenido dos
usos principales. Por un lado, el puramente profiláctico, tal como se pudo leer
en 1822 en Nuevo diario de Madrid,
con el ejército francés desplegado en la frontera pirenaica con el objeto de
impedir que la fiebre amarilla que padecía España se internara en la
revolucionaria nación y, por otra parte, el que tiene su campo de aplicación en
el tablero político, tan dado al uso de la metáfora médica. Ese mismo 1822
leemos en El Espectador:
[…] el Courier declara imprudentemente que la contrarevolucion ha sido
creada y fomentada por el gobierno francés, y que el cordon sanitario no podia
tener otro objeto que auxiliar á los serviles, y cooperar con ellos cuando se
presentase la ocasión.
Franceses, «cordón sanitario» y «serviles»,
son vocablos que aparecen en estos extractos de la prensa inglesa en los que se
exhibe una elogiosa descripción del liberalismo español, segundo género de izquierda
política definida que, nacida en España, atenuó los sangrientos excesos de la jacobina
y adquirió tal singularidad que propició que su nombre, «liberal», pasara a
otros idiomas sin necesidad de más ajustes. De este laudatorio modo son presentados unos
liberales que nada tienen en común con esos anarquistas que trazan sus sueños
en un inexistente mundo mercantilmente autorregulado:
La conducta de los liberales españoles
se ha señalado por una dulzura y una moderación que harán inútiles todo el arte
de la calumnia, y esto ya es un adelantamiento considerable. Los autores de la
revolución francesa tuvieron en esto menos previsión, y aunque ningun hombre
capaz de reflexion pueda desconocer hoy dia el origen de las calamidades que
por tanto tiempo han afligido á la Francia; no por eso es menos cierto que los
enemigos de la libertad, lograron engañar una gran porcion de personas bien
intencionadas. Los españoles mas felices han forzado á sus enemigos á mostrarse
bajo su verdadero color, y la tirania y la supersticion se han visto arrojadas
á arrojar la máscara, y á aparecer á los ojos del mundo con toda su horrenda
fealdad.
Si estos son los principales usos de
la expresión que venimos comentando, esta cobrará mayor beligerancia durante
las Guerras Carlistas y, sobre todo, en los años 30 del siglo XX, cuando, tras
la irrupción de las otras generaciones izquierdistas, con sus reflejas
reacciones antagónicas, conviertan a España en un escenario prebélico que
desembocará en la Guerra Civil que todavía hoy, por obra de la mal llamada
«memoria histórica», sigue dividiendo a los españoles, y dando excelentes
réditos políticos a determinadas facciones, ocho décadas después de que los
fusiles comenzasen a disparar.
Si en mayo de 1931 desde las páginas
de Crisol se apelaba a la recién
estrenada II República como «”cordón sanitario” contra el peligro fascista», el
Heraldo de Madrid recordaba otro
cordón, el establecido frente a la pasada Revolución Rusa.
En definitiva, es luenga la tradición cordonerosanitaria
en España, circunstancia que debe servirnos para encajar la estrategia de
pactos, o amagos de estos, que estamos viviendo tras los resultados de las
elecciones del 20 de diciembre. En este contexto es donde el cordón sanitario
ha sido aplicado, con abnegación, por un doctor, en este caso de Economía y Empresa
por la Universidad Camilo José Cela: don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, líder
del PSOE.
Cuestionado desde dentro de su propio
partido, admirador confeso de su predecesor José Luis Rodríguez Zapatero, no ha
perdido ocasión de explicitar su absoluta cerrazón a negociar con el partido
ganador de las elecciones: el Partido Popular. Convertido en un auténtico
Doctor NO, Sánchez se ha mostrado dispuesto a sintonizar con los balcanizantes
podemitas antes que con los representantes de lo que maniquea a imprecisamente
considera «la derecha», heredera, al parecer, del franquismo e inclinada por
naturaleza a la corrupción delictiva. En una reedición a escala nacional,
estatal dirán otros incapaces de otorgar tal condición al Estado español, del
Pacto del Tinell, Sánchez, en aras de aquel ensalzado talante zapateril, ha
manifestado que se reunirá con el PP, mas no llegará a acuerdo alguno, o eso
dice por ahora, con la formación que ha recibido el apoyo de más de siete
millones de españoles.
Tal es el sectarismo de este doctor,
espejo de la partitocracia española, que con tanta rapidez olvida a quienes
fracasan.
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