lunes, 13 de junio de 2016

Juan Velarde, testigo del gran cambio

Artículo publicado el domingo 12 de junio de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:

Juan Velarde, testigo del gran cambio

«Pues para mí, la política activa es, por ejemplo, haber participado en el Congreso de Falange del año 53 para abandonar el nacionalsindicalismo y adoptar en su lugar un programa de corte socialdemócrata
Quien así se manifiesta es Juan Velarde Fuertes (Salas, 1927), al que no pocos rigoristas de la Memoria Histórica insisten en llamar Juanito el Flecha, creyendo que con ello ofenden a quien en 2015, cercano a finalizar su octava década de vida, es capaz de afirmar, «No me importa nada que alguien diga: “Es que Velarde estuvo en Falange”. Pues sí», para luego matizar que pertenecía a un colectivo marcado por su adscripción joseantoniana.
Todo ello y mucho más puede encontrarse en un libro de reciente aparición titulado Juan Velarde. Testigo del gran cambio (Ediciones Encuentro, Madrid 2016) que nace de una serie de conversaciones mantenidas por Mikel Buesa y Thomas Baumert con el eminente economista asturiano que saliera de las aulas de la primera facultad española de Ciencias Políticas y Económicas para permanecer desde entonces en relevantes puestos de la vida política española. Más de seis décadas después, Velarde recuerda el sesgo socialdemócrata que tomó el franquismo gracias a acciones internas, las de, entre otros, ciertos sectores falangistas, pero también las de terceras potencias, inquietas por el hecho de que la Falange más revolucionaria, aquella que miraba con recelo la T de los tradicionalistas, mantuviera objetivos nacionalizadores para la banca al tiempo que sostenía una firme línea de afirmación sindicalista incompatible con una economía basada en el fortalecimiento delconsumidor satisfecho y felizmente encanallado.
Para disgusto de la grey podemita, Velarde se revela en estas páginas como un socialdemócrata, objetivo hoy marcado públicamente por Pablo Manuel Iglesias Turrión, y antaño, en los tiempos prepodemíticos, por Juan Carlos Monedero, alejado por edad de la efebocracia circularista morada. Al cabo, socialdemócrata se dice de muchas maneras, incluso al modo señalado desde las posiciones de la III Internacional, cuando a quienes así se definían no dudaron en llamarlos socialfascistas. El común denominador socialdemócrata no es, sin embargo, lo único que une, al menos de un modo coyuntural, los credos de Podemos y Velarde, como puede comprobarse al acudir, despojados del sectarismo ambiental reinante, a las hemerotecas. En el año 1948, el joven Velarde ya cantaba las bondades de la estatalización y arremetía contra los monopolios y la economía «liberalcapitalista», pues a su juicio, la «socialización de ciertas actividades económicas no sólo no se contrapone a la libertad, sino que precisamente la salvaguarda». En un plano más sociológico, también hallamos otras coincidencias. Si los congregados por el atractor psicologista del «¡Sí, se puede!» han predicado la austeridad, pese a que cuenten entre sus prietas filas a las alcaldesas mejor remuneradas de España, Velarde también escribió, en el año referido, contra el lujo.
Coincidencias aparte, sin duda molestas para quienes pretenden guiarse por el más inconsciente adanismo político, la larga conversación con Velarde permite acercarse a numerosas figuras relevantes para la configuración de la actual España, heredera de algunas líneas ideológicas nacidas en aquellos días que los más toscos analistas miran de manera simplificadora acudiendo a la «oscuridad» -los más escatológicos apelarán a la caspa- de aquellos tiempos, a falta de diagnósticos más finos. En tal sentido, el libro ofrece, gracias un magnífico conjunto de documentadas notas al pie un retablo de personajes que representaros distintas alternativas para la Nación. Es en tan dialéctica tesitura, donde consideramos que reside el mayor interés de la obra, pues a medida que avanza la lectura, el título permite una interpretación distinta a la que a primera vista pudiera sugerir. De la portada puede inferirse que ese gran cambio al que se refiere el libro no es otro que el paso de la oscurantista dictadura a la democracia coronada del presente. Sin embargo, es notorio que ese paso, realizado durante el tiempo llamado de la Transición, resultó ser una transformación y no una fractura del régimen, que por otro lado vivió momentos transitorios como el giro aludido al principio del presente artículo. La clave, así lo entendemos, nos la da el propio Velarde al decir que «los Gobiernos de Franco eran gobiernos de concentración, que no se parecían nada los unos a los otros», e incluso, con más precisión, cuando don Juan, al final de la obra, deja estas palabras mientras habla de la Transición:
«Un proceso que se abre en 1953, y se acelera con la muerte de Franco en 1975, consolidándose de modo definitivo cuando Aznar logra que España pase a ser miembro fundador de la Eurozona
Sujeta a la situación política de la época, polarizada por la tensión entre Moscú y Washington, España viraría hacia los objetivos socialdemócratas referidos, con su correlato económico nada casual si se tiene en cuenta que fue durante el franquismo cuando se impulsó la creación de la Facultad de Económicas. En ese ambiente se formarían muchos de los que permitieron el paso de una España que abandonó la exaltación azulada del falangismo sindicalista por la incorporación de métodos cientificistas que alcanzarían su punto álgido durante los tiempos de la propagandísticamente llamada tecnocracia a la que tantos individuos surtió el Opus vencedor en los tiempos en los que España se debatía entre un catolicismo nacional federalizante.
A este cambio, al del paso hacia una economía que tendría su puesta de largo en 1959 con el Plan de Estabilización, y no únicamente al sacralizado cambio del 78, es al que creemos que se refiere un Velarde que no sólo fue testigo, sino también protagonista de la incorporación paulatina de España a ese club mercantil llamado Europa.

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