lunes, 25 de noviembre de 2019

Apunte sobre la manipulación del 11 de septiembre de 1714

Hoy Aragón, 14 de septiembre de 2019:
https://www.hoyaragon.es/opinion/manipulacion-11-septiembre-1714/

Apunte sobre la manipulación del 11 de septiembre de 1714


Cénit propagandístico anual del secesionismo catalán, con su adecuada dosis de victimismo e hispanofobia, la jornada del 11 de septiembre tiene como momento de máxima emotividad la ofrenda floral en los que los diversos grupos políticos y sociales de la región rinden homenaje al patriota español Rafael Casanova. En efecto, muerto ya octogenario después de huir de Barcelona disfrazado de monje después de la toma de la ciudad por parte del bando borbónico, don Rafael, último conseller en cap de la Barcelona carlista, nunca habló de la nación catalana ni actuó bajo otro pabellón que no fuera aquel en el que figuraba Santa Eulalia. «Por su rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España», con estas palabras, censuradas hoy por las facciones lazis, concluyó el bando con el que convocó a sus conciudadanos en una última e inútil defensa de una plaza, la barcelonesa, que era ya residual, pues hacía tiempo que el bando felipista, suscrito el Tratado de Utrecht, era virtual vencedor de una guerra de sucesión que no de secesión, en la cual participaron las principales potencia europeas, alienadas con uno u otro aspirante al trono español.
            Hasta siglo y medio después, concretamente hasta que en 1863, Víctor Balaguer le dedicara una calle en el Ensanche del Plan Cerdá, pocos recordaban a Casanova. Fue en 1886 cuando diversas entidades católicas celebraron una misa en la Parroquia de Santa María de la Mar en recuerdo de los fallecidos en aquella jornada. La ceremonia la ofició el canónigo de Vic, Jaume Collell, fundador de La Veu del Montserrat y, ya junto a Jacinto Verdaguer, de La Veu de Catalunya. Poco después, con motivo de la Exposición Universal de Barcelona, el ayuntamiento hoy regido por Ada Colau, erigió una estatua en honor de Casanova en el Paseo de San Juan, frente al Arco de Triunfo, lugar del que luego fue movida hasta ocupar su actual emplazamiento. Fue en aquel lugar donde se concentraron los partidarios de la Liga de Cataluña y donde, ya en 1894, el monumento recibió sus primeras flores. También fue a sus pies donde se dieron, ya tras la Guerra de Cuba a la que Cataluña aportó el mayor número de voluntarios de toda España, las escaramuzas entre catalanistas y lerrouxistas.
            Con la estatua ya instalada en la Ronda de San Pedro, la Diada de 1923 sirvió para el desahogo de ciertos elementos de Acción Catalana, formación surgida de la Liga, que lanzaron gritos contra unidad de España y vivas a Abd-el Krim. Primo de Rivera, alzado a la categoría de dictador gracias, en gran medida, a la burguesía catalana harta del secular pistolerismo anarquista, prohibió los homenajes, medida que tuvo continuidad, con la retirada, incluso, de la estatua, durante el franquismo. Antes, en 1937, a los homenajes se había sumado la CNT, adelantando el actual apoyo sindical al secesionismo, como se ha podido comprobar recientemente a propósito del texto emitido por UGT y CCOO, sindicatos subvencionados que, olvidando el cultivo del mito de la clase obrera, prefieren su cuarteamiento en nacioncillas ibéricas.
            Recuperada en los ambientes del clericalcatalanistas de los años 60, en el cual se movían los fundadores de Omnium Cultural, organización que arrancó en 1961, la Diada adquirió un carácter netamente nacional o, por mejor decir, nacionalista, orientado a erosionar la soberanía española y a servir de punto de partida de un expansionismo que incluye tierras aragonesas, cuando Jordi Pujol estampó su firma el 12 de junio de 1980, año en el cual se declaró fiesta nacional (sic) de Cataluña.

No hay comentarios: