miércoles, 20 de noviembre de 2019

Una resistencia (carlista) olvidada


Una resistencia (carlista) olvidada
Con diez escaños menos y, pese a la caída de Ciudadanos, con un centro derecha con cuatro escaños más y con el separatismo también crecido, PSOE y Unidas Podemos están decididos a componer un gobierno de coalición. También hay que contar con los tres escaños de la escisión podemita Más País, aunque uno de ellos es de Compromís, otra banda facciosa separatista.
¿Por qué ahora y no dos días después de las elecciones de abril? ¿O por qué no dos días después de saberse la sentencia de los EREs? Porque el PSOE creía que con unos nuevos comicios iba a obtener un resultado aún más favorable, que fagocitaría a Podemos; y, así, con los disminuidos escaños de los morados y los escaños de la operación monclovita Más País, ya podrían formar un gobierno sin necesidad de contar con los votos de los separatistas y sin las presiones de Turrión. El plan ha mostrado ser una auténtica chapuza. Y ahora tenemos un preacuerdo sociata-podemita que para que se materialice en gobierno de coalición dependerá sí o sí de los votos favorables o de la abstención de las bandas facciosas que democráticamente ocuparán una vez más sus asientos en el hemiciclo que, teóricamente, representa la soberanía de la nación española.
Si esto es posible, ¿el Doctor Sánchez pertenecería al 95% de los españoles «incluidos la mayoría de los votantes de Unidas Podemos», y no digamos del propio PSOE, sobre todo los líderes de la «vieja guardia», que no serían capaz de dormir por las noches? Según «su» Manual de resistencia la primera decisión del Cum Laude al instalarse en la Moncloa fue cambiar el colchón. En caso de que se forme dicho gobierno tendrá que reemplazar dicho colchón por otro mejor para pertenecer al 5% de españoles que sí son capaces de conciliar el sueño y dormir muy a gusto con ministros de Podemos, porque éste «partido de partidos» es el bien absoluto que hace frente «al auge de la ultraderecha». Lo que Gürtel unió en la moción de censura, que no lo separen los EREs.
Ahora resulta que Sánchez sí se siente capaz, abrazado a Turrión, de formar un gobierno «que fortalezca la cohesión territorial desde el diálogo y la leyes, no promueva la confrontación y en enfrentamiento entre españoles». Turrión también es partidario, pese a la sentencia de la macrocorrupción de los EREs. «España -dice el susodicho- ha cambiado y no volverá a tolerar la corrupción». ¿Cretinismo o cinismo?  
Ahora con menos fuerza parlamentaria «sí se puede», y además el doctor se siente encantado o con sueño suficiente para dormir. Antes, con más fuerza, decía que no pegaría ojo como el 95% citado. Ahora con un millón y medio de votos que han perdido ambas formaciones curiosamente se duerme mejor, incluso con la sentencia de los EREs. Y no sólo en Moncloa el sueño será más confortable, también lo será en Galapagar, y no digamos en el Palacio de la Generalidad de Cataluña. Por cierto, a Zapatero le ha parecido «muy bien» el preabrazo del gobierno. Por tanto otro español más que dormirá tranquilo si éste se convierte en acuerdo y en gobierno.
De todos modos no hay que asegurar que Frankenstein recobre vida, y si sale o no sale («si sale, sale», que diría un monarca) es cosa que veremos en los próximos días. Desde luego que nada es seguro ni está decidido. La incertidumbre se está convirtiendo en el estado de normalidad de la política española.
En realidad, por cuestiones aritméticas, el gobierno podemítico-sanchista o el eje Ferraz-Galapagar sólo saldría adelante por la aquiescencia de ERC. Y para que esta formación dé su abstención, o incluso su sí, los facciosos pondrán sus planes secesionistas sobre la mesa. Y Turrión y Sánchez están dispuestos al «diálogo», que es tanto como decir «barra libre». Porque «hablando se entiende la gente», que decía el mismo monarca.
El preacuerdo se transformaría en acuerdo y en gobierno de coalición si Junqueras, un delincuente encarcelado por sedición, da luz verde a una administración gubernamental que, a todas luces, es distáxica para España. Si es así, el 95% de españoles permanecerán insomnes. Otros serían capaces de dormir incluso pegados a una taladradora, y con la sentencia de los EREs en caliente.     
El preacuerdo, que ya veremos hasta donde es capaz de llegar, contradice lo prometido por el doctor durante la campaña, a saber: formar un gobierno que no dependa de los separatistas. Sin embargo, sin la bendición del preso Junqueras el pacto del abrazo Ferraz-Galapagar quedaría simplemente en un gesto etológico «de buen rollito» sin recorrido político. Por tanto, dicho pacto, ornamentado con gestos de cariño fraternal, depende de los que se autodenominan «independentistas». Y éstos no dudarán en exigir el indulto a los presos separatistas y que se organice un referéndum de «autodeterminación» en detrimento del resto de españoles que no tendríamos derecho a decidir sobre lo que sea España. Como ha dicho recientemente el filósofo Pedro Insua, el pacto del abrazo, o el eje Ferraz-Galapagar que llamamos nosotros, vendría a ser «un gobierno de concentración antinacional».
Y tal gobierno no sería una reedición del Frente Popular de los años 30, sino, en todo caso, una parodia de lo que fue una tragedia. Ni Sánchez es Negrín (que prefería arreglárselas con Franco antes que con los separatistas, según le confesó a Azaña), ni Turrión es José Díaz, ni Irene Montero es La Pasionaria (a los cuales jamás se les pasó por la cabeza vivir en un casoplón de 100 millones de pesetas). Tales individuos simplemente son fundamentalistas democráticos recalcitrantes desde que se levantan del colchón hasta que vuelven a caer en él durmiendo plácidamente con los separatistas a su vera y con la sentencia de los EREs recién salida del horno.
Ni podemos es comunista ni Vox es fascista, como ya dejamos bien claro aquí en Denaes: https://nacionespanola.org/actualidad/editorial/ni-vox-es-fascista-ni-podemos-es-comunista/. Podemos no llega ni a eurocomunista; en todo caso se queda en socialdemocracia blandurria o, más en rigor, en izquierda indefinida fundamentalista (una especie de izquierdita cobarde que siempre ha hecho sus pinitos con los secesionistas, y con el corrupto PSOE).  El eje Ferraz-Galapagar no formará un gobierno «social-comunista». En todo caso, lo que de ahí saldría, con permiso de la autoridad de Junqueras y si la aritmética lo permite, sería un gobierno filoseparatista y antiespañol, que es un millón de veces peor que un gobierno social-comunista (cosa que ni existe ni puede existir a estas alturas de la centuria). Aunque mejor una España roja antes que rota. Y una España morada es una España rota.  
No son pocas las voces, entre las mismas las de la vieja guardia del PSOE, que sostienen que una abstención del PP con la investidura de Sánchez acabaría tanto con el bloqueo como con la dependencia de los separatistas. No hay que olvidar que el PSOE, con Sánchez apartado por su «no es no», se abstuvo en 2016 para que Rajoy fuese investido. Aznar, el hombre del abrazo del Majestic con el «Molt Honorable», propone una alianza PSOE-PP pero que «no puede estar encabezada» por Sánchez, porque éste precisamente «está haciendo la contraalianza». El influyente periodista del régimen Pedro J. Ramírez propone una marcha Ferraz-Génova entre los simpatizantes del PSOE y el PP; pero parece que la marcha irá más bien de Ferraz a Galapagar. Porque el «Plan Sánchez» -por decirlo con el políticamente difunto Albert Rivera- es pactar con los podemitas con la ayuda de los diputados separatistas. Le gustaría haberlo hecho con más diputados y con un Podemos más debilitado. Pero el «Plan Sánchez» no ha resultado ser tan «redondo» como algunos genios lo diseñaron. Y de momento seguimos con el gobierno de la moción de censura por el caso Gürtel (que fue precisamente el casus belli, pero la sentencia de los EREs no será motivo para transformar el abrazo en bofetada). No obstante, es justo afirmar que este gobierno en funciones y disfunciones nos está dando muchas tardes de gloria acelerando nuestra ruina política y económica. Por no hablar de las perlas ideológicas, dignas del zapaterismo más cebollino.
Turrión vino a la política española como el Mesías que venía a librarnos del valle de lágrimas y de los caídos en el que nos había hundido la casta política, queriendo anular sus privilegios. Por entonces vivía en Vallecas orgulloso de «aprender allí el rencor de clases». Ahora se ha comprado un chalet de cien millones de pesetas y quiere pactar, se muere de ganas, con el partido más corrupto de la historia de España (aunque en dura competencia con la familia Pujol, todo hay que decirlo). Como ha sostenido recientemente en El Español el alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, un sujeto en absoluto sospechoso de ser «fascista», Turrión «ya no puede hablar de lucha social. ¿Cuándo un obrero va a tener ese nivel de vida?... Él vive como los ricos, pero habla de los pobres». Y sentencia: «lo terrible es que sometiera su chalet a consulta y las bases se lo aprobaran». Ciertamente eso fue patético. Y ahora es el turno de consultar a las sacrosantas bases si quieren formar gobierno con el partido más corrupto del régimen y ser el vicepresidente del presidente más mentiroso del mundo.   

    Daniel López. Doctor en Filosofía.     

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