lunes, 8 de noviembre de 2021

Afromexicanidad

 La Gaceta de la Iberosfera, 30 de abril de 2021:

https://gaceta.es/opinion/afromexicanidad-20210430-1151/

Afromexicanidad

            Debida al dos veces desterrado, precisamente a los Estados Unidos, Nemesio García Naranjo, la frase «pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos» constituye uno de los más frecuentados lugares comunes de la nación del águila y el nopal. A menudo, su simple enunciación sirve para evitar elaboradas explicaciones acerca de las causas de los males mexicanos, atribuidos a la norteña nación blanca y protestante. Sin embargo, la gringofobia que se aloja en el entrecomillado, se desdibuja en todas aquellas ocasiones, que no son pocas, en las que México se mira, a veces con deleite, en dicho espejo septentrional.

            Prueba de ello es el acto que el gobierno mexicano dedicará al presidente Vicente Guerrero Saldaña en el contexto del bicentenario de la independencia de la nación. Según se ha explicado, entre los motivos que llevan a Andrés Manuel López Obrador a homenajear a Guerrero figura su ascendencia africana o, por decirlo de otro modo, su afromexicanidad, mérito al que ha de añadirse su lucha contra la esclavitud.

            Temprano seguidor del Grito de Dolores, Guerrero sucedió a José María Morelos en la causa que desembocó en la independencia mexicana cuando este fue ejecutado. Su cénit político lo alcanzó durante nueve meses que transcurrieron entre 1829 y 1830, cuando ocupó la presidencia mexicana, durante la cual aprobó el decreto de abolición de la esclavitud, pero también la Ley de Expulsión de los españoles. A su acceso al poder no fue ajena su adhesión al presidente Guadalupe Victoria, que en 1826 firmó un acuerdo con Inglaterra que prohibía el comercio de esclavos, ni su pertenencia a la masonería yorkina, implantada en México por el agente norteamericano Joel Roberts Poinsett, caracterizada por su federalismo y antiespañolismo, rasgo que acaso explique el decreto de expulsión de unos gachupines que eran más partidarios del modelo masónico escocés, de marcado centralismo.

            Por lo que respecta a abolición de la esclavitud culminada por Guerrero, esta vino acompañada por la liberación inmediata de los esclavos, pero también por la indemnización de sus propietarios cuando las exhaustas arcas mexicanas lo permitieran. Sea como fuere, es innegable el papel jugado por el presidente en este proceso. Esta circunstancia se une ahora al caudal africano que corría por las venas de Guerrero, disimulado en los retratos desracializadores que en su día se le hicieron tratando de difuminar este aspecto, proceso que se ha invertido dos siglos después, pues lo que antes se distraía, hoy, en plena Cuarta Transformación, se exalta hasta el punto de que recientemente Martín Luther King III visitó Oaxaca para honrar la oscura memoria de Guerrero, símbolo de una afromexicanidad que apenas une al 2% de los mexicanos tienen esa ascendencia.

            Estos y otros factores permiten dudar de la sentencia de don Nemesio, pues si bien es complicado medir la distancia que hoy separa a México de Dios, parece claro que su cercanía a los Estados Unidos puede ser mayor que nunca si trata de buscar en su seno algo parecido al racismo yanqui, cuyos nefastos efectos se evidenciaron durante el mandato de Trump y, lógicamente, continúan sintiéndose en los primeros cien días de gobierno de Biden, pues no se trata de un problema puntual, sino de un factor constitutivo de la nación que se reclama, de la libertad. Aunque Vasconcelos negó a los negros su pertenencia a la raza cósmica, por él consideraba el mayor logro mexicano, solo cabe desear que sus compatriotas no caigan en un absurdo mimetismo que desemboque en un Black Lives Matter asentado al sur del Río Bravo.


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