La Gaceta de la Iberosfera, 7 de mayo de 2021:
https://gaceta.es/opinion/tabernidad-20210507-0932/
Tabernidad
Marcada por un gran despliegue de
violencia verbal, e incluso física, la campaña electoral que precedió a las
elecciones madrileñas dejó a su paso la extravagante teoría del presidente del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS), el socialista José Félix Tezanos, autor de
un artículo publicado en la revista Temas
en el que llamó «tabernarios» a los votantes del PP. El escrito vio la luz en
una fecha tan simbólica como el 1 de mayo, día en el cual la Ministra de
Trabajo se echó a la calle para ser llevada en volandas por sus sindicatos
amigos, esos que, teóricamente deberían exigirles mejoras para una clase, la
obrera, cansada de la retórica de unos liberados duchos en el manejo de viejos
fetiches. El artículo de Tezanos, un grosero ataque a la victoriosa Isabel Díaz
Ayuso, pretendió identificar la clave del éxito de la política madrileña en lo
que dio en llamar «la tabernidad».Para explicar un éxito electoral que los sondeos
de los que ya disponía, anticipaban, el sociólogo socialista dio estas razones:
Díaz Ayuso habría recurrido a «un amplio sector social que se nuclea en torno
al mundo de las tabernas, los bares, los restaurantes y otros establecimientos
similares. Establecimientos que Madrid tiene en abundancia. Posiblemente más
que ninguna otra ciudad del mundo». Para mayor abundamiento en su peculiar
tesis, añadía: «A partir de esa potencialidad numérica, que incluye a los
clientes más habituales de tales establecimientos la candidata y sus asesores
han desarrollado un discurso sociológico y político que, bajo la bandera de la
libertad -libertad de tabernas, se podría decir-, ha logrado movilizar un
amplio apoyo». El sociólogo, en suma, se dolía de cómo los todavía inquilinos
de Génova 13 habían detectado una importante bolsa de eventuales votantes
dentro de esa «tabernidad», convertida en una suerte de seña de identidad
madrileña, que habría pasado inadvertida para las huestes del candidato «Soso, serio
y formal».
No se puede dudar de que Madrid está
repleta de bares, tabernas -con la de Antonio Sánchez como decana-, cafés,
restaurantes y garitos de diversa condición. Madrid, es, en efecto, tabernaria,
y probablemente las medidas tomadas por Isabel Díaz Ayuso para con tan amplio
colectivo hayan contribuido a su arrollador éxito. Junto a ese colectivo,
muchos han sido los parroquianos que han visto con buenos ojos la apertura de
lugares donde se charla, se celebra, se discute, se liga e incluso se huye de
domicilios que amenazan con aplastar a sus inquilinos. Muchos de ellos también
se habrán decantado electoralmente por quien les franqueaba el paso a unos
humildes paraísos cantados en su día por Gabinete Caligari.
Sorprende, sin embargo, que Tezanos
haya expuesto una teoría tan tabernariamente tosca. Al cabo, el partido en el
que él mismo milita se reclama heredero -con grandes dosis de voluntarismo,
cuando no de ficción- de aquel que se fundó el 2 de mayo de 1879, nada menos
que en Casa Labra. Fue en ese establecimiento al que en los años 60 acudían las
modistas de El Corte Inglés a tomar
el vermú, donde comenzó a rodar un partido inicialmente compuesto por dieciséis
tipógrafos, entre ellos Pablo Iglesias Posse, primer presidente del mismo,
cuatro médicos, un doctor en ciencias, dos joyeros, un marmolista y un zapatero.
Apenas dos años más tarde, en 1881, el Partido Socialista Obrero Español fue
legalizado.
Junto a tan politizada casa podrían
figurar otros establecimientos tales como el Café Lyon, en cuyo sótano,
conocido como La Ballena Alegre, se
escribió el himno de Falange, por el que, tras la Guerra Civil siguieron
desfilando personalidades como Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego
y Dionisio Ridruejo, o el Café Gijón, en el que se escuchó la voz del abuelo de
la médico y madre que ha cosechado en Madrid más votos que el partido antaño
representado por el puño y la rosa. A la lista podríamos sumar Lhardy, entre
cuyas paredes se trazó gran parte de nuestra actual Constitución o Casa
Chicote, dispensario de cócteles pero también de penicilina. Por cerrar tan
morosa lista, añadiremos el disoluto American Bar Pidoux, por el que se movió
el galleguista Piñeiro, en compañía de destacados peneuvistas.
Madrid es, en efecto, una ciudad caracterizada por su tabernidad, una ciudad tabernaria en la que recientemente se quebrantado el pacto de los botellines.
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