martes, 6 de abril de 2010

Elogio de José Antonio López Calle

Cuenca News. Martes, 30 de Marzo de 2010 10:17

El filósofo español, José Antonio López Calle, nacido en la localidad conquense de Carrascosa, ha publicado, en el número 95 de la revista digital El Catoblepas, correspondiente al mes de enero del presente año, la primera entrega de un largo artículo titulado: «El golpe de Estado estatutario de José Luis Rodríguez Zapatero» (http://www.nodulo.org/ec/2010/n095p10.htm).Como su propio título adelanta, López Calle, autor en esta misma revista de un monumental estudio en torno a las interpretaciones del Quijote, derivado de su participación en los I Encuentros en el lugar que se celebran anualmente en Carrascosa, sostiene la tesis de que el citado Estatuto, que desde hace años duerme el sueño de los justos en el politizado, ideologizado, y por ende, corrupto, Tribunal Constitucional, constituye un golpe de Estado.
El texto, caracterizado por su sistematismo, mas exento de ironía, arranca con gran contundencia. De este modo, su autor realiza una larga y minuciosa reconstrucción del proceso que concluiría con la aprobación de dicho Estatuto. Esta parte del artículo está dividida en dos partes a modo de actos de una obra teatral. En primer lugar, López Calle analiza la subida al poder de Zapatero, quien lideraría el PSOE gracias al apoyo prestado por el PSC, hechos que quedan conectados con las turbias maniobras previas a la aprobación del Estatuto en el Parlamento catalán, antes de su paso por el Congreso de los Diputados, para, finalmente, culminar el proceso con un ilegal referéndum, de pintorescas interpretaciones por parte de sus impulsores.Tras la reconstrucción de tal proceso, López Calle pasa a analizar el papel seguido por los diversos actores del mismo. El protagonismo, como es bien sabido, lo acapara el PSOE, con su presidencialista presidente a la cabeza, el krausista José Luis Rodríguez Zapatero, verdadero motor de un Estatuto que se ajusta a su percepción de España en tanto que nación discutida y discutible. Pero si el PSOE resulta ser el actor principal de esta obra, otros partidos e instituciones españolas también representarán papeles ajustados a su escala. El filósofo conquense, haciendo gala de la impiedad propia de alguien que así pueda llamarse, realiza un análisis crítico del partido de la oposición, el Partido Popular, tibio en sus labores, e incluso colaboracionista con la citada y antiespañola reforma estatutaria en regiones como Valencia y Andalucía.Pero la crítica de López Calle no se detendrá en el maniqueo panorama de la partitocracia española. Con gran acierto, el análisis se extenderá a instituciones cómplices del proceso de destrucción nacional al que asistimos. De este modo, al tratar sobre el papel jugado por el Tribunal Constitucional o la Corona –huelga recordar que el Rey firmó la Ley de Reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña-, queda patente hasta qué punto ambos se han sumado a este proceso. Empresarios, sindicatos e Iglesia no quedarán al margen de su crítica. Acusando una gran división interna, esta tríada, aunque de forma desigual, opera a favor del secesionismo. Como contrapunto de todos ellos, tan sólo López Calle pone diversos ejemplos entre los que destacan diversas plataformas ciudadanas y honrosas figuras personales que en la mayoría de los casos han encontrado el silencio, cuando no la represalia, por su oposición a esta nefasta inercia política.Hechas estas consideraciones, la primera parte de este extenso artículo, culmina con una serie de afirmaciones que se derivan directamente del trabajo llevado a cabo. Así, a modo de corolario, el escrito se cierra con una serie de conclusiones. La principal es la denuncia del contenido y orientación claramente anticonstitucional de este Estatuto, y su categorización como auténtico Golpe de Estado, diagnóstico en el que nuestro paisano resulta ser un verdadero pionero gracias al arrojo y falta de hipotecas que le permiten ser, a diferencia de muchos “analistas”, independiente.Sirva este artículo como público homenaje a José Antonio López Calle por su extraordinario y valiente trabajo, mientras esperamos la segunda entrega, emplazando al lector a permanecer atento a su publicación.

Iván Vélez

lunes, 5 de abril de 2010

Una peineta doblemente atlética

Abril de 2010 por Iván Vélez Cipriano

Levantado con el fin de dotar a Madrid de unas instalaciones donde poder celebrar competiciones de atletismo, entre las que destacan los anhelados y esquivos Juegos Olímpicos, e inmerso en la actualidad en una ambiciosa reforma que permitirá al Atlético de Madrid disputar allí sus partidos, el Estadio Olímpico de la Comunidad de Madrid, vulgo La Peineta, constituye una singular construcción deportiva.
Como sus propios arquitectos, los sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz, han manifestado en alguna ocasión, el estadio se inspiró en los teatros griegos, razón por la cual cuenta con una sola grada de hormigón frente a la línea de meta, y se sirve de taludes o gradas naturales para rodear el resto de la pista de atletismo.
Las peculiaridades de La Peineta, invitan, por lo tanto, a la reflexión en torno a las relaciones entre los eventos deportivos y el público asistente, elemento indispensable en la celebración de los mismos si a las sociedades de mercado pletórico nos referimos.
Por lo que respecta a las carreras, es evidente que, al margen de la importancia de la salida y de ciertos momentos de su celebración, su instante cumbre es la línea de meta, razón por la cual, en ella se ubican todo tipo de artefactos que no sólo dilucidan en caso de duda quién es el vencedor, sino que sirven para medir las marcas realizadas por los participantes. La carrera, prueba que se desprende de conductas etológicas a menudo insertas en la caza o el juego, resultaría de la institucionalización de las mismas, constituyendo una ceremonia de arranque, recorrido y cierre precisos.
Será la presencia del público antes aludido, un público que se asienta ya en ciudades, la que dé origen a los primeros estadios, instalaciones que toman este nombre por metonimia, pues el estadio, en efecto, era una antigua unidad de medida griega. Con el fin de que los espectadores puedan contemplar las carreras en su totalidad, las gradas y la misma pista, se irían cerrando, hasta formar un anillo. Será precisamente la longitud de la pista, ajustada al Sistema Métrico Decimal, la que irá definiendo las distancias de cada prueba, quedando fuera del estadio tan sólo una carrera, el maratón, que aún conserva algo de su primitivo carácter al disputarse por lejos de las gradas, conectando dos puntos diferentes como haría el soldado Fidípides para anunciar en Atenas la victoria de sus conciudadanos.
Pero si todo esto ocurre en el atletismo, el fútbol es diferente, por cuanto éste, precisa de no de una, sino de dos metas, las porterías, circunstancia a la que hemos de añadir el hecho de que las jugadas decisivas o simplemente vistosas, se pueden dar en cualquier punto del rectángulo de juego. La linealidad de las carreras se pierde en el fútbol, por más que metafóricamente se acepte que un equipo haga un juego “vertical”, expresión que acaso proceda del uso de pizarras donde los entrenadores, con profusión de líneas y flechas, plantean sus tácticas.
Son los particulares atributos del fútbol, su propia esencia, los que obligan a la reforma de una Peineta destinada fundamentalmente a ser el estadio local del equipo colchonero, sin perjuicio de que el campo de juego se encuentre circundado por una pista de atletismo. Algo, sin embargo, operará en contra del equipo rojiblanco, la lejanía de los espectadores con respecto al césped, tan valorada por los futbolistas, menoscabará el “miedo escénico” que los equipos visitantes sienten en terreno ajeno. Es esta metáfora, que ha hecho fortuna desde que el jugador argentino Jorge Valdano la enunciara, aludiendo precisamente al papel jugado por la hinchada madridista en las célebres remontadas europeas, la última conexión entre el fútbol que se verá en la Peineta rojiblanca y el teatro clásico, tan presente en los arquitectos sevillanos durante la concepción de este estadio doblemente atlético.

Iván Vélez