martes, 12 de mayo de 2015

La Torre del Oro de David Roberts

Artículo publicado en la revista El Obstinado Rigor, n. 1, p. 14, México D.F. 2015:

La Torre del Oro de David Roberts

Atrás había quedado Cádiz y su Constitución, atrás la ocupación francesa que, tras los áulicos episodios de Bayona habían transformado al Imperio español en una serie de sociedades políticas adornadas con lemas revolucionarios y cimentadas en la más clásica escolástica que se concentra en el pactum translationis. Con los ojos puestos en el suculento mercado hispanoamericano, los ingleses hallarían un cercano exotismo en las tierras españolas sobre las cuales se recortó la figura de viajero fascinado por encontrar arquitecturas islámicas o tipos humanos pintorescos.
De este modo, y con diferentes propósitos, atravesaron España personalidades como Teófilo Gautier, capaz de descubrir aromas moriscos en Vascongadas, o el célebre y políglota George Borrow, 'don Jorgito el inglés', agente de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera empeñado en vender una asequible edición de la Biblia protestante. Borrow, embelesado por el modo de vida y la estética de los gitanos españoles, quienes dos siglos después abrazaron el evangelismo, trocando en ocasiones el opio por el, a los ojos de Marx, opiáceo efecto de la fe religiosa, mantuvo un estrecho contacto con Richard Ford, quien disfrazado de serrano andaluz y a lomos de una mula, atravesó España para escribir un Manual para viajeros en España y lectores en casa que iluminó él mismo con dibujos salidos de su pluma.
Dentro de este movimiento romántico y viajero en el que hemos de inscribir los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving, podemos situar al acuarelista y grabador escocés David Roberts (1796-1864), que cruzó España entre 1832-33 dejando a su paso obras como La Torre del Oro, perteneciente desde 1943 a la colección del Museo del Prado y de la que hablaremos en adelante.
Se trata de un óleo sobre tabla en la que se representa la afamada torre albarrana construida por los musulmanes y ampliada por los cristianos a orillas del Guadalquivir.
La obra, en la antesala del impresionismo, reproduce un paisaje envuelto en una leve niebla, acaso la canícula estival, con un punto de fuga descentrado y bajo al que flanquean la Torre del Oro y un templo cristiano, menos nítidos que las embarcaciones que en primer plano sirven para presentar a los españoles de la época que tanto llamaron la atención a los visitantes foráneos.
Esta y otras obras pictóricas y literarias sirvieron para fijar la imagen novelesca de una España cuya fuente de imágenes manaba en la Andalucía en la que terminaban las trayectorias de pintores y escritores, caudal que algunos, tal es el caso de Roberts, consideraron insuficiente, razón por la cual dejó atrás España para visitar Egipto.
El estereotipo, sin embargo, sobrevivió a sus acuñadores, y sería interiorizado incluso por los propios españoles a lo largo de un turbulento siglo XIX en cuyo final fueron cristalizando unos regionalismos que emplearon lo folclórico y lo racial como base para un nacionalismo atravesado de etnicismo y sermones antiliberales.
Y si cada región trató de fabricar o rescatar viejos tipismos y tradiciones, acompañadas de artistas que abandonarían el preciso trazo del pincel por el nada academicista uso del metal y la piedra que se dio en el caso vasco, en el que nos ocupa, Andalucía, territorio distinguido por la presencia de joyas renacentistas y barrocas, se comenzó a valorar cada vez más su patrimonio musulmán. La Alhambra dejaría de ser el lugar donde los gitanos hacían hogueras, las alcazabas se reconstruyeron y Medina Azahara era recuperada junto con la búsqueda de la toponimia árabe de muchos lugares.
De este modo, el decimonónico impulso orientalizante de autores como Roberts comenzó a operar en el terreno político, hasta personalizar sus resultados en figuras como Blas Infante, padre de la patria andaluza y converso al Islam.
Hoy, mientras el flamenco del que tanto recelaban los catalanistas de primera hora explota las viejas esencias y en Ronda permanece abierto el Museo del Bandolero en los que se conservan los fetiches tan caros para Roberts, las reliquias arquitectónicas musulmanas constituyen un señuelo para el proyecto de reconquista que desde las filas del yihadismo pretenden recuperar Al Ándalus –España- para la Umma.
Si ello llegara a ocurrir, las viejas estampas como la de Roberts no serán sino el recordatorio de una ingenua alucinación.

Iván Vélez

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