Artículo publicado en La Voz Libre el 13 de noviembre de 2015:
«¡Arriba
España!»
«Nosotros
no somos 17 partidos, eso son otros. Nosotros somos un partido en 17
comunidades con un único mensaje, y lo decía antes aquella señora: ¡Arriba
España!». Con estas palabras, Dolores López Gabarro (Valverde del Camino 1977), número
dos del PP andaluz, finalizó hace unos días su intervención en la junta
directiva de su partido en Granada.
Tras
comprobar el gran revuelo ocasionado por tales palabras, doña Dolores, licenciada en Derecho por la
Universidad de Huelva, se ha apresurado a aclarar que lo que quería decir era:
«¡Viva España!», desmarcándose de una expresión que sirve a sus adversarios
políticos para recuperar la acusación de que el Partido Popular es heredero
directo del franquismo.
La
anécdota, que ya ha sido explotada hasta la saciedad por los medios de
comunicación afines a la autodenominada «izquierda» y refractarios a «la
derecha», sirve para indagar, siquiera superficialmente, en un rótulo que la
opinión común, e incluso la que se tiene por más cualificada, identifica con el
tiempo llamado preconstitucional.
Una
breve exploración documental sorprenderá a muchos, pues al menos desde el 1 de
mayo de 1870 -Francisco Franco nacería 22 años más tarde- la expresión «¡Arriba
España!» se emplea en la prensa.
La
referencia aludida se halla en el semanario satírico, republicano y federal barcelonés
La Flaca. En esa publicación, hostil
al clero y los militares, vio la luz el artículo «¿Por qué no?». En él se
hablaba del hastío que la regencia comenzaba a producir en el general Serrano,
otrora impulsor de La Gloriosa. Será
con la entrada de Prim en escena, un Prim al que se le supone garante de la
estabilidad nacional, cuando aparezca el rótulo hoy proscrito. He aquí la cita:
Lo bueno será el día aquél en
que D. Francisco resignará lo que llama sus poderes.
Buenos poderes te dé Dios... Ni
los de conciliar y pleitos...
Es decir, en cuanto a pleitos
es fácil que D. Francisco pueda ser origen de algunos. Toda muerte supone una
herencia. ¿Quién heredará al duque de la Torre?
Porque hay que tener en cuenta
que las Cortes admitirán la dimisión del regente, ni más ni menos que la esposa
de un capitalista admite la de su cocinero.
Y no por esto se hundirá el
país...
Es hasta posible que haya una
pequeña oscilación; pero ahí está el atlante D. Juan que arrimará el hombro y
¡arriba D. Juan!!!
Digo mal ¡arriba España!...
La
cosa no quedará ahí, pues tres décadas más tarde, el 7 de julio de 1903, La Correspondencia Militar titulaba así -«¡Arriba
España!»- un artículo crítico que buscaba la reacción a la situación que vivía
la nación. Vale la pena reproducir algunos párrafos que mantienen su actualidad
más de un siglo después:
Sometidos incondicionalmente al
Vaticano, y sumisos a la Corona por convencional, hipócrita y baja adulación,
sin valor para mantener desde el Poder el ejercicio de todas las libertades,
entre las que se destaca por su importancia y su alcance la libertad de
conciencia, han venido todos labrando la ruina de la Patria.
Necesítase aquí que un partido
nuevo, de fluida y roja sangre, partido nacional, en fin, venga al poder sin
turno de mando, sólo, con el prestigio de sus hombres, no tildados por la
pública opinión y con ansias vehementes de verdadera regeneración.
En
definitiva, las citas rescatadas –podríamos aportar algunas más- muestran hasta
qué punto muchas de las expresiones vulgarmente adscritas a determinadas épocas
tienen un origen y recorrido mucho más lejanos de lo que se piensa. La propia Dolores
López Gabarro, tan presta a pedir disculpas por su desliz, debe ser incluida en
este amplio grupo de compatriotas que dividen maniqueamente la Historia de
España, reduciéndola a un pequeño lapso de tiempo, en franquismo y
posfranquismo.
Esta
división tan fortalecida al ideológico calor de la Memoria Histórica, opuso,
frente a la oscuridad del franquismo, la luminosidad de la actual democracia
coronada a la que da amparo la Constitución tantas veces burlada. Impulsada por
el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el éxito de tal visión es tan
rotundo que hasta miembros del partido rival como la mentada Dolores López, han
asumido un discurso marcado por la ausencia de profundidad y matices, sin
atreverse a indagar en las líneas de continuidad que ligan el tiempo del «¡Arriba
España!» y el de su visceral negación.
En
las actuales circunstancias, las de una España que vive bajo la amenaza de
balcanización, conviene no sólo desprenderse de los complejos que atenazan a la
López, sino también fijarse en esos primeros usos, pues en ellos están
incorporados no sólo algunos de los actuales problemas, sino también ciertos
atisbos de solución a los mismos.
En
la España autonómica, aquella en la que decir «¡Arriba España!» constituye una
provocación que lleva aparejada una pauloviana catarata de insultos y
descalificaciones, no resulta nada problemático el empleo de vocablos como Amunt,
Aúpa o Puxa, acompañados de su región correspondiente. Tan ilustrativa circunstancia debiera mover a reflexión, pues
bajo la aparente anécdota se oculta la estructura de un estado, el actual, cuya
disolvente estructura fue diseñada en aquellos tenebrosos días.
Iván
Vélez Cipriano
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