sábado, 15 de octubre de 2016

José Luis Abellán. Invención de una marginalidad

Artículo publicado el viernes 14 de octubre de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
José Luis Abellán. Invención de una marginalidad

«… mientras tanto, la Universidad española me seguía negando toda posibilidad de promoción, en el mismo 1981, el rectorado de don Angel Vián Ortuño me negó el   acceso a catedrático propuesto por la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, donde yo era profesor. Al fin, bajo el rectorado de don Francisco Bustelo, y con la iniciativa del nuevo ministro de Educación, don Federico Mayor Zaragoza, se me promovió en mayo de 1982 al nombramiento de catedrático extraordinario. Era un reconocimiento tardío que se me hacía no sólo en relación con el que había recibido   antes fuera de España, sino incluso, dentro de nuestro país, con respecto al que había recibido en otras esferas ajenas a la Universidad. A título de ejemplo, recordaré que el 5 de diciembre de 1980 se me había nombrado Socio de Honor del Hogar de Ávila, en Madrid; el 1 de diciembre de 1981 el Ministerio de Cultura me concedió el Premio Nacional de Ensayo para ese año; en abril de 1982 el PSOE me galardonó con el Premio “Pablo Iglesias”', y el 1 de mayo del mismo año fui nombrado “Honorary Fellow” de la Society of Spanish and Spanish-Americam Studies (EE.UU.)».

         De esta forma tan personalísima se expresaba José Luis Abellán en un escrito titulado «Ensayo de autobiografía intelectual», que vio la luz en 1983 dentro de Anthropos. Como tantos otros, Abellán, al referirse a sí mismo, no pudo resistirse a añadir unas dosis de victimismo acompañadas de cierta distorsión de los hechos, pues desde hacía diez años, nuestro hombre ya pertenecía al Cuerpo de Profesores Adjuntos Numerarios de la Universidad. En concreto, vinculado a la Cátedra de Filosofía de la Historia e Historia de la Filosofía española que, desde 1946, ocupaba, entre parisinas ausencias, el opusino Rafael Calvo Serer, por entonces ya enredado en la promoción de la Junta Democrática que se presentó en París junto al ya eurocomunista Santiago Carrillo y al acaudalado y regio prestamista automovilista, Antonio García-Trevijano.
         Involucrado en las protestas universitarias de 1956, a las cuales, según la confesión hecha durante su detención, asistió «mayormente a observar lo que ocurría», siendo «golpeado en la boca por un falangista; que, como consecuencia de este incidente, al día siguiente, decidió no salir de casa por lo que no tomó parte ni pudo observar los sucesos de la calle de Alberto Aguilera» (Jaraneros y Alborotadores, Madrid 1982), las actividades académicas más trascendentales de Abellán nos conducen a los inicios de la década de los 60, pues es en ella cuando, tras pasar por las piadosas manos del padre Manuel Mindán, se doctora en 1960 bajo la atenta mirada de José Luis López Aranguren. Es la desgarbada figura de Aranguren la que nos conducirá a unos lugares poco conocidos dentro de la biografía de este ateneísta de largo vuelo. Junto a la silueta de Aranguren, las de Paulino Garagorri y Julián Marías serán familiares para don José Luis, pero también, según confesión del propio Abellán en Cuadernos para el Diálogo –contextualice el lector los interlocutores de tal diálogo- la del mismo Pedro Laín con quien polemizó Calvo Serer. Por último, el doctor Abellán coincidió también con Tierno Galván en la Universidad de Rio Piedras dirigida por el orteguiano Jaime Benítez. El denominador común de todos ellos era su pertenencia a la Comisión española del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC), auspiciado por los servicios de inteligencia norteamericana. La cercanía a tales personalidades propició el hecho de que en 1966 Abellán aparezca en la documentación de dicha comisión gracias al borrador titulado: «El pensamiento filosófico español desde 1850 a 1950», trabajo que sin duda puede considerarse embrionario de su Historia crítica del pensamiento español (Espasa Calpe, Madrid 1979). Medio siglo después de presentar aquellos cuatro folios en los que Laín, Marías y Aranguren aparecen como representantes del pensamiento católico liberal, y Tierno –el mismo Tierno encargado de inyectar filosofía analítica a través de la editorial Tecnos en la que publicó Abellán- queda encuadrado en el de «Filosofía de la Ciencia», parece este un momento propicio para recordar reconstruir este episodio.
         La editorial Seminarios y Ediciones, puesta en marcha por este colectivo, realizó un anticipo por valor de 42.000 pesetas sobre derechos de autor por un libro que debía titularse Filosofía española en América. A tal punto llegaría el compromiso de Abellán por el dolarizado grupo liberalcultural, que en abril de 1972 adquirió 5 acciones nominativas, a razón de 1000 pesetas cada una, que formaban parte del capital de la editorial Seminarios y Ediciones, S. A. El libro finalmente apareció coeditado con Ediciones Guadarrama, con el título de Filosofía española en América 1936-1966 (Madrid 1967, 325 págs.). 
         Los objetivos de la operación norteamericana, la configuración de una ideología propicia a los particularismos federalizantes, se alcanzaron de un modo razonable, como puede advertirse en la Constitución de 1978. En plena apoteosis democrática, Abellán apareció dentro de la sección de cultura de ABC el miércoles 18 de noviembre de 1998 presentando su libro El exilio intelectual en América. Los transterrados de 1939, cuyo origen también figuraba en el borrador de 1966 con el título de «La emigración filosófica a América» como parte del duodécimo capítulo: «La guerra civil y sus consecuencias». El acto, presidido por Pedro Laín, tuvo como participante al socialdemócrata Ignacio Sotelo, otrora ridruejista, agraciado en 1963 con una bolsa de viaje a Alemania concedida por el CLC por un valor de 3000 francos. En dicha jornada, Abellán reconoció las deficiencias de su libro publicado en 1967, «claramente impuestas por la situación política de entonces», según sus propias palabras. Culminaba de ese modo un victorioso proceso socialdemócrata que ha permitido a muchos de los que contribuyeron de algún modo a su cristalización, fabular unas biografías beatíficamente acogidas en sus plataformas ideológicamente afines.

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