sábado, 19 de enero de 2019

Banderita andaluza

El Debate 12/01/2019:
https://eldebate.es/politica-de-estado/banderita-andaluza-20190112


Banderita andaluza

            «Los socialistas en #Andalucía somos la garantía de la igualdad, la justicia social y la defensa de la bandera blanca y verde. Con la fuerza del millón de andaluces que apoyaron al @psoedeandalucia, continuaremos defendiendo los derechos de todos y todas en nuestra tierra». El sol se había puesto el pasado 9 de enero cuando Susana Díaz Pacheco, presidenta de la Junta de Andalucía durante el último lustro, lanzó a twitter tan esperanzador mensaje frente al apocalíptico futuro que, según parece, amenaza a la mayor parte de los andaluces, excepción hecha de los preclaros votantes, un millón, que mantuvieron su fe en la antaño catequista trianera.
            Más allá de la pataleta que puede adivinarse tras el gorjeo de la principal opositora de Pedro Sánchez, papel que acaso comience a quebrarse cuando quede convertida en opositora de Moreno Bonilla, en su tuit destaca la defensa de la bandera blanca y verde que, si hemos de hacer caso a Wikipedia, siempre acompañó a la Díaz, al menos desde aquellas tardes de domingo en las que se sentaba en las gradas del Benito Villamarín. Militante del PSOE desde antes de alcanzar la mayoría de edad, apoyada por la vieja guardia que custodia las añejas esencias del «clan de la tortilla», Susana Díaz, la alternativa más españolista de un partido que en Andalucía ha llegado a ver precedidas sus siglas por un «la» que sugiere unas colocaciones muy diferentes a las que aconsejaba Tierno Galván, no ha dudado en hacer flamear la enseña verdiblanca en lugar de la española. Un cambio textil que, sin duda, busca el enfrenamiento con el verde voxiano y, por ende, con los otros dos partidos que han admitido, de manera desigual, los votos de los de Abascal. Doña Susana, en suma, se nos ha arrancado por autonomías.
            Omnipresentes dentro de las estructuras protoestatales que ha propiciado el desarrollo de la Constitución de 1978, las banderas autonómicas parecen haber existido desde siempre y razones no faltan para creerlo si nos fijamos, por ejemplo, en la de Aragón, región a la que se hurta su condición de «histórica» frente a, por ejemplo, la comunidad catalana, cuyo territorio formó parte de la Corona de Aragón, falseada por los pseudohistoriadores orgánicos subvencionados como Corona Catalanoaragonesa. Sea como fuere, la enseña andaluza no fue una creación posfranquista, pero tampoco un diseño que haya que buscar en la noche de tiempos. En definitiva, si las Vascongadas autonomizadas adoptaron la anglófila bandera confeccionada por los sastres del PNV, la bandera que ahora pretende enarbolar en exclusiva Susana Díaz, tiene también unas manos reconocibles, las de los que participaron en el Congreso de Ronda en 1918.
            Fue el muladí Blas Infante, cuya nueva fe mahomenata fue hecha pública el 15 de septiembre de 1924, quien inspiró un diseño en el que las franjas verdes arrastran el adjetivo «omeya», tonalidad propia de quien se hizo llamar Ahmad, y al que la bala de su fusilamiento en Coria del Río, puso fin a su vida. Los planes califales de Infante, más allá de su realismo, buscaban la vuelta a un pasado idílico, pues el notario rechazaba incluso la idea de la invasión árabe. A su romántico parecer, los refinados árabes habrían poco menos que seducido a los habitantes de la Península y después habrían impuesto su superior civilización frente a la tosquedad visigótica precedente, interpretación esta, combatida entre otros por Serafín Fanjul, que ha tenido diversos cultivadores, desde el falangista Ignacio Olagüe a González Ferrín. El término yihad, es interpretado por quienes se adscriben a esta corriente, como una suerte de lucha interior o esfuerzo.
            Los vínculos de las franjas verdiblancas andaluzas con el islam son inequívocos y dan cuenta de hasta qué punto los movimientos que han dado lugar a nacionalismos fragmentarios, por más que la estrella que algunos insertan en la bandera mentada sea menos refulgente que la comúnmente llamada estelada, hunden sus raíces en contenidos culturales que buscan obsesivamente distanciarse de los que caracterizaron la nación histórica española, de la que no formaron parte los hijos de Alá. Convertida en símbolo omnipresente en la administración construida por una Junta de Andalucía siempre en poder del PSOE que le dio forma, la bandera en la que hoy se envuelve doña Susana parece, no obstante, tener una dimensiones inferiores a las que necesitaría para cubrir lo que se presume como una amplísima red de instituciones muy asentadas en el paisaje andaluz durante las últimas cuatro décadas: los chiringuitos.

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