sábado, 19 de enero de 2019

Fisuras progresistas

El Debate 19/01/2019:
https://eldebate.es/politica-de-estado/fisuras-progresistas-20190119

Fisuras progresistas

            El pasado jueves, dos noticias sacudieron la actualidad de las principales formaciones políticas españolas que se reclaman «de izquierdas» o «progresistas». Dentro del partido que hace tiempo olvidó los círculos de los que decía proceder, su indiscutido líder, abrumadoramente respaldado por unas recientes votaciones internas, hubo de interrumpir su permiso de paternidad para hacer frente a una crisis desatada por su otrora amigo y compañero de hostigamientos universitarios. En el día en que se cumplían cinco años de la fundación del autodefinido como «partido de la gente», Íñigo Errejón, en una decisión previsible desde que Iglesias le relegara, hizo pública su intención de pugnar por el poder madrileño integrado dentro de las filas de Más Madrid, razón por la cual, quien trocara el póster de Pulp Fiction y la botella de Fairy que formaban parte de su hogar vallecano, por la tinaja y la piscina de un chalet, vulgo casoplón, en la exclusiva zona Galapagar, se apresuró a regresar a la palestra mediática para manifestar, con su habitual sentimentalismo, que tratará de volver a derrotar a Errejón en un escenario más amplio que el de Vistalegre.
            Si esto ha pasado dentro del mundo podemítico, sin que pueda descartarse por completo una escisión por parte de algunos miembros de la corriente anticapitalista o incluso un improbable movimiento dentro de las famélicas filas de Izquierda Unida, el PSOE también vivió una jornada de suave agitación motivada por la votación celebrada en la Asamblea de Extremadura, región que, en una evocación de aquellas Hurdes que dejara en el celuloide Luis Buñuel, ha vuelto recientemente a la actualidad a causa del paupérrimo estado de su red ferroviaria. La iniciativa, que contó con la única oposición de Podemos, partió de las filas del Partido Popular y pedía a Pedro Sánchez la aplicación, con mayor intensión y extensión que la empleada por Rajoy, del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. En el escrito sometido a votación, se instaba al control de la televisión pública catalana, en aras de una desusada imparcialidad, pero también la asunción de las competencias de Educación y Seguridad Pública para velar por «los intereses de todos los ciudadanos de Cataluña, entre los que se encuentran miles de extremeños, sin exclusiones ni sectarismos». En este contexto, ha sorprendido la postura del PSOE de Extremadura que, al mostrarse favorable a tales medidas, ha dado la espalda, al menos retórica y mediáticamente al Gobierno socialista a cuya estabilidad contribuye con un puñado de diputados.
            Lo ocurrido en el hemiciclo emeritense se presta, como todo gesto escenificado en un escenario tan distinguido, a interpretaciones sujetas al punto de vista desde el que se aborde el análisis. El primero de ellos nos mantendría en la escala regional, es decir, dentro de la pugna entre dos regiones que acusan los efectos de las enormes asimetrías, todavía insuficientes para los colectivos hispanos e hispanófobos más rapaces, a las que ha conducido el elogiado Estado de las Autonomías. Dicho de otro modo, el Estado autonómico ha comenzado a mostrar el verdadero rostro para la cual fue diseñado, en forma de descarrilamientos, despoblación y cristalización de una ingente masa funcionarial como la que caracteriza a la propia Extremadura. Son precisamente esas desigualdades, palpables cuando se cotejan las vías férreas, las que impulsan quejas como la comentada, que sugieren un enfrentamiento interregional. En definitiva, y este es uno de los efectos más nocivos del actual panorama político, la Extremadura autonómica, que fértil en hombres destacadísimos en la Historia de España, no adquirió en 1978 la viscosa condición de «nacionalidad», pese a contar actualmente con instituciones que replican las de escala nacional, ve cómo el actual Gobierno mercadea con los Presupuestos Generales de Estado para contentar al sector lazi de Cataluña, amplio colectivo especializado en el chantaje al irresponsable Gobierno central de turno.
            La votación de la Asamblea de Extremadura, señala, por lo tanto, al Presidente del Gobierno, el mismo que esta misma semana ha exhibido en Estrasburgo su fe europeísta, y por ende, federalista, estructura que tan bien suena en amplios sectores de nuestra partitocracia. Un Pedro Sánchez que debe su cargo a los sectores a los que trata de contentar con todo tipo de gestos y con una ingente cantidad de dinero que desde la tierra de la Virgen de Guadalupe y de Robe Iniesta, se percibe como la compra de más noches en La Moncloa. El conflicto interregional que ha aflorado en Extremadura, que ha unido a los partidos que hasta la fecha se niegan a aceptar el derecho de autodeterminación, se suma a acuerdos semejantes, como el que hace meses unió a aquellos presidentes autonómicos encargados de gestionar y atender a la célebre España vacía. El hartazgo de muchos españoles que ven cómo tras cada deslealtad se obtienen grandes réditos, empieza incluso a cundir entre quienes nutren las filas de los partidos mayoritarios, las de aquellos que han de atender las necesidades que aquejan a las tierras alejadas de la Carrera de San Jerónimo. La posibilidad de que en una eventual votación los diputados extremeños rompieran la disciplina de voto, solo parece frenarse ante la última frontera del político español: el sectarismo.

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