martes, 23 de julio de 2019

Ancla hallada en Veracruz

Libertad Digital, 11 de julio de 2019
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Ancla hallada en Veracruz


El descubrimiento de un ancla, datada entre los años 1450 y 1530, en el lecho marino de las aguas que bañan la Villa Rica de Veracruz, permite pensar en el descubrimiento de los restos de la armada con la que Hernán Cortés pasó de la isla Fernandina, es decir, de Cuba, al continente americano. Aquel enclave costero, en el que hoy los buzos buscan tan histórico pecio, sirvió como trasfondo de una de las imágenes más poderosas y populares ligadas a la gesta cortesiana: la quema de sus naves. Una quema que no se produjo, razón por la cual cabe augurar que bajo el Atlántico se hallen restos útiles para seguir reconstruyendo aquellas jornadas. En este contexto, parece oportuno acudir a las fuentes primarias, las debidas a los testigos, para indagar acerca de lo ocurrido a finales de julio o principios de agosto de 1519.
En su Segunda Carta de Relación, Cortés relató aquellos hechos sin alusión alguna al fuego. Después de descubrir el complot de cuatro españoles para tomar un barco y regresar a Cuba, justificó su acto de justicia para con los conjurados y dejó claro el motivo, o por mejor decir, la excusa, para desbaratar la flota, así como el método empleado: «so color que los dichos navíos no estaban para navegar, los eché a la costa por donde todos perdieron la esperanza de salir de la tierra». La versión de Cortés la refrendó Francisco de Montejo en La Coruña en abril de 1520, cuando manifestó que: «todos se echaron al través ecepto los tres, que uno es en el que vinieron los dichos procuradores y los otros dos se quedaron aderezados y algunos dellos se hundieron antes». O lo que es lo mismo, las naves se inutilizaron en varias fases. Años después, Francisco López de Gómara habló de «quebrar los navíos», de barrenarlos, también de manera escalonada. En relación con los trabajos de arqueología subacuática mentados, han de tenerse en cuenta estas palabras gomarianas: «mandó Cortés que aprovechasen dellos lo que más pudiesen y los dejasen hundir o dar al través, haciendo sentimiento de tanta pérdida y falta. Y así, dieron luego al través en la costa con los mejores cinco navios, sacando primero los tiros, armas, vituallas, velas, sogas, áncoras y todas las otras jarcias que pudieran aprovechar».
Al igual que Gómara, Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, también dijo que estas se extrajeron. Así relató la traza el de Medina del Campo: «[…] fuimos todos los compañeros, alcaldes y regidores de nuestra Villa Rica, a requerir a Cortés que por vía ninguna no diese licencia a persona ninguna para salir de la tierra, porque así convenía al servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad, y que la persona que tal licencia pidiese, le tuviese por hombre que merecía pena de muerte, conforme a las leyes de lo militar, pues quieren dejar su capitán y bandera desamparada en la guerra e peligro […]. E ya que se iban a embarcar, y era más de medianoche, el uno dellos, que era el Bernaldino de Coria, paresce ser se arrepintió de se volver a Cuba; lo fue a hacer saber a Cortés. Y como lo supo, e de qué manera e cuántos e por qué causas se querían ir, y quién fueron en los consejos y tramas para ello, les mandó luego sacar las velas e aguja y timón del navío, y los mandó echar presos».  
Un gesto teatral protagonizado por Cortés, sirvió para adornar la escena en la que el conquistador se disponía a hacer justicia:

Acuerdóme que cuando Cortés firmó aquella sentencia dijo con grandes sospiros y sentimientos:«¡Oh, quién no supiera escrebir, por no firmar muertes de hombres!». Y parésceme que aqueste dicho es muy común entre jueces que sentencian algunas personas a muerte, que tomaron de aquel cruel Nerón en el tiempo que dio muestras de buen Emperador.
En su línea habitual, Bernal señaló que fueron los compañeros de Cortés, entre los que él se contaba, los que le dieron la idea de dar al través los barcos, tratando de aprovechar todos los elementos posibles.
Estando en Cempoal, como tengo dicho, platicando con Cortés en las cosas de la guerra y camino que teníamos por delante, de plática en plática le aconsejamos los que éramos sus amigos, y otros hobo contrarios, que no dejase navío ninguno en el puerto, sino que luego diese al través con todos, y no quedasen embarazos, porque entretanto que estábamos en la tierra adentro, no se alzasen otras personas como los pasados. […] Y luego mandó a un Juan de Escalante, que era alguacil mayor y persona de mucho valor, e gran amigo de Cortés y enemigo de Diego Velázquez, porque en la isla de Cuba no le dio buenos indios, que luego fuese a la villa, y que de todos los navíos se sacasen todas las anclas y cables y velas y lo que dentro tenían de que se pudiesen aprovechar, y que diese con todos ellos al través, que no quedasen más de los bateles....

Otros primeros conquistadores como Andrés de Tapia y Francisco de Aguilar, también hablaron del barrenado de la flota. Por lo tanto, si todas estas versiones son coincidentes: ¿cuándo aparece la imagen de las naves ardiendo? La indagación nos conduce a Francisco Cervantes de Salazar, que la introdujo en su Diálogo de la dignidad humana (Alcalá de Henares 1546), que comienza con una «Epistola al muy illustre señor don Hernando Cortes Marques del valle descubridor y conquistador de la nueva España». En ella leemos:
Han sido causa los esclarecidos hechos que por nuestros ojos hemos visto que creamos los que de otros teníamos por fabuloso, por ser grandes, pues estos parecen increíbles; donde demás del maravilloso esfuerzo con que vuestra señoría desembarcó para la entrada, quemando luego los navíos, en testimonio de su mucho valor, para quitar toda ocasión de arrepentimiento o de esperanza de volver…
Muerto el Emperador Carlos, la ciudad de México decidió levantar un túmulo funerario. La obra fue encargada al arquitecto alavés Claudio de Arciniega. El monumento, terminado en 1559, tenía planta en forma de cruz griega e incorporaba algunas escenas y cuadros. En uno de ellos, Hernán Cortés aparecía a caballo sobre un fondo en el que se recortaban los navíos en llamas. Aquella imagen cuajó hasta el punto de que Diego Muñoz Camargo, en su Descripción de la provincia y ciudad de Tlaxcala de la Nueva España e Indias, escrita entre 1581 y 1585, dijo que en las Casas Reales de Tlaxcala, podía verse lo siguiente:

… luego entrando, pintada la entrada y primera venida de Hernando Cortés y de sus españoles, y de cómo dio al través con los navíos, y los hizo barrenar y dar fuego.

El novohispano Juan Suárez de Peralta, sobrino de Cortés, en su Tratado del descubrimiento de las Yndias y su conquista, contribuyó a asentar la leyenda, al afirmar que el conquistador dio la orden de quemar las naves. Las líneas incendiaria y barrenadora convivieron durante siglos. A finales del siglo XIX, la depuración académica de la Historia abordó aquel episodio. Cesáreo Fernández Duro, miembro de la Real Academia de Historia ofreció un interesante dato mundano, en Las joyas de Isabel la Católica, las naves de Cortés y el salto de Alvarado (Madrid 1882). A su juicio, la patraña de la quema de las naves habría sido producida por la acción de los poetas, pero su difusión se debió a una colección de estampas, proveniente de Francia, que se convirtió en común decoración de «posadas, barberías y otros establecimientos públicos» durante el primer tercio de esa centuria. Las extravagantes litografías presentaban a un Moctezuma con melena y barba rubias, tonalidad capilar que también se atribuyó a la propia doña Marina. Un lustro más tarde, Marcos Fernández de la Espada también trató de poner coto a una ficción que el romanticismo había estimulado. El artículo en el que desmontó la tesis del incendio, llevaba un título elocuente: «No fué tea, fué barreno».
Cinco siglos después de que las naves, desmanteladas, se sumergieran en el océano, el ancla encontrada, en el caso de haber sido manejada por los hombres de mar que acompañaron a Cortés, acaso sea el comienzo de una serie de hallazgos que, sin duda, aportarán interesantes detalles acerca de aquella flota que con tanta audacia se inutilizó.

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