martes, 23 de julio de 2019

Nazis en España: la quinta columna de Hitler

Libertad Digital, 4 de julio de 2019
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Nazis en España: la quinta columna de Hitler


Por su ubicación, por un pasado imperial del cual sobreviven valiosos restos, España ha constituido y constituye un enclave fundamental en toda geoestrategia que discurra por el impreciso eje Oriente-Occidente. Durante el siglo XX, varias potencias trataron de orientar, con éxito desigual, las políticas españolas. Si durante la Guerra Fría, la URSS y los USA movieron sus hilos para atraerse a la España franquista, años antes, fue Alemania quien alcanzó una primacía que su derrota en la II Guerra Mundial se encargó de eclipsar. A la reconstrucción de un ambiente que fue más que germanófilo, está dedicado el libro de Javier Más: Nazis en España. La quinta columna de Hitler (Ed. Actas 2018).
            La historia que cuenta Más se sitúa en el punto culminante de un proceso que hunde sus raíces en el siglo XIX, cuando España acogió diversas influencias artísticas, filosóficas y políticas de origen alemán. Nazis en España arranca en los años 20, en los cuales nuestra nación contaba con una nutrida colonia alemana dedicada a diversas actividades económicas. Ya en la década siguiente, sobre ese colectivo, con la activa participación de la Embajada alemana en Madrid y sus consulados, comenzó a operar una red de propaganda y espionaje nazi que contó con el apoyo de los colegios alemanes, una nutrida cantidad de revistas y libros, e incluso una pujante industria cinematográfica capaz de hacer ver a los españoles las bondades de la Alemania hitleriana. A esta estrategia se sumó el desembolso de generosas cantidades de dinero como los veinte millones de pesetas que se entregaron al general Yagüe para su distribución entre el Ejército y la Aviación, maniobra que, una vez detectada, motivó su arresto y el de trescientos implicados.
            Si el hedillista Yagüe protagonizó ese y otros desencuentros con Franco, entre ellos una nueva conspiración en 1948, la figura de Ramón Serrano Suñer sobresale sobre todas las demás, por ser el principal arquitecto del Nuevo Estado surgido después de la Guerra Civil, proyecto para el cual Alemania constituia un modelo. A la más prosaica reconstrucción, edificatoria pero también agraria, la que va ligada a la Dirección General de Regiones Devastadas, dedica Más un buen número de páginas en las que, no obstante, se establecen las diferencias entre dos arquitectos representativos de los regímenes español y alemán. Mientras bajo las directrices de Pedro Muguruza se levantaron asentamientos que dejaron espacio para la creatividad y la incorporación de recursos inspirados en la arquitectura popular, incluyendo los empleados por la Junta Nacional para la Reconstrucción de Templos, en Alemania, Albert Speer impulsó una arquitectura de escala grandiosa, evocadora de la Roma imperial. Entre el continuismo español y el rupturismo alemán, mediaba un abismo.
            Estas diferencias no pueden, sin embargo, ocultar la realidad de que amplios sectores de la población española, singularmente algunos ambientes falangistas, se vieran deslumbrados por una Alemania que comenzó a perder esa popularidad a partir de 1941, cuando la sombra de la derrota comenzó a ser más poderosa que el batir de las alas germanas, movidas por un Hitler aupado democráticamente al poder. Si la sintonía de Serrano Suñer o Muñoz Grandes con Berlín es conocida, el entusiasmo que Alemania provocaba entre gran parte de la población quedó patente, por ejemplo, gracias a la corrida de toros lidiada en Las Ventas en honor al ejército alemán de 1940, o a las exposiciones dedicadas en 1941 al libro alemán en Madrid y Barcelona, actos presididos por grandes banderas en cuyo centro figuraba la esvástica. Si todo esto ocurría en el mundo oficial, en el librillo de imágenes que aporta Nazis en España, aparece reproducido un elemento popular: el envoltorio de naranjas de la firma gandiense, Saladino Morell Hijo, en el cual conviven una bandera segundorrepublicana y una bandera nazi.
            Como ya se apuntó, el declive alemán determinó el giro franquista hacia el lado aliadófilo y el consiguiente apartamiento del poder de aquellos que habían protagonizado la fase germanizante. Prueba de este distanciamiento que comenzó en septiembre de 1942, es el hecho de que cuando un año después Carl Schmitt visitó la Universidad de Madrid, no contó apenas con el respaldo de las renovadas autoridades gubernamentales. En esa misma fecha se cancelaron también las becas para estudiantes que tenían como destino Alemania o Italia y comenzó la destrucción de un pasado tan reciente como incómodo en el nuevo contexto internacional.
            Como es natural en un libro dedicado al nazismo, Más dedica un espacio, el capítulo final, a la cuestión judía. Según se expone en las páginas postreras de Nazis en España, el régimen de Franco ya permitió el paso de judíos por España en dirección, sobre todo, a Portugal en junio de 1940. La cifra oscila entre 20.000 y 35.000 personas. España, naturalmente, sintió las presiones alemanas para cerrar ese flujo, si bien, a diferencia de lo ocurrido en la Francia de Vichy, no se llegaron a aprobar leyes antisemitas. El siguiente paso fue la expresa orden de Franco de favorecer las medidas tendentes a salvar al mayor número de judíos posible, según se deduce de una carta del ministro Jordana al delegado de Prensa de la Embajada de Lisboa, Javier Martínez de Bedoya. A partir de 1943, la política de exterminio del régimen nazi es conocida. Los esfuerzos del régimen franquista por salvar estas vidas, que también pretendían ganarse la simpatía de la opinión pública internacional, se redoblaron. Sanz Briz en Budapest, Romero Radigales en Ateanas, Rolland de Miotta en París, Palencia en Sofía, Rojas en Bucarest, Martínez Bedoya en Lisboa y Propper de Callejón en Burdeos, permitieron que miles de judíos escaparan al terror.
            A pesar de todo, la pasión hitleriana no desapareció por completo. En Barcelona, la colonia alemana y algunos ciudadanos pronazis trataron de mantener las medidas antisemitas en relación a los refugiados. Fruto de aquel último esfuerzo homicida, fue la devolución de Walter Benjamin a su Alemania natal. El filósofo nunca llegó a su destino, pues se suicidó en el paso fronterizo de Portbou.

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