La Gaceta de la Iberosfera, 5 de septiembre de 2021:
https://gaceta.es/opinion/deslocalizacion-franciscano-jacobea-20210905-0730/
Deslocalización
franciscano-jacobea
«Si voy a Santiago voy a Santiago;
pero no a España, que quede claro». Las palabras reproducidas fueron
pronunciadas recientemente por el argentino Jorge Mario Bergoglio S. J.,
Francisco I en su forma pontificial, en el curso de una entrevista realizada
por Carlos Herrera para la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE). La larga
charla permitió abordar muchos temas de actualidad. Entre ellos, la crisis
desencadenada por la retirada de Afganistán de las tropas imperiales
norteamericanas, para cuya solución recetó «oración, penitencia y ayuno», sin
dejar de reconocer que el Vaticano está «moviendo hilos diplomáticos» para
canalizar la llegada de hombres coranizados a Europa desde Afganistán. Francisco
puso a Suecia como
ejemplo de buena gestión migratoria, acaso recordando que hacia ese destino
fueron enviados en los años setenta, décadas antes de que la fumata blanca le
otorgara la tiara romana, montoneros y tupamaros que dejaron atrás la guerrilla
transitando por la vía clerical, probablemente desbrozada con fondos de la
guerra fría, que desembocaba en la socialdemocracia.
Que Bergoglio es conocedor de que
Santiago es una ciudad española, es algo que está fuera de toda duda; que
Francisco I sabe de la amenaza secesionista que se cierne sobre algunas
regiones patrias, también. No en vano a él se debe la designación, hace poco
más de dos años, del sacerdote Joan Planellas Barnosell como nuevo arzobispo de
Tarragona en sustitución de monseñor Jaume Pujol Balcells, prelado incapaz de
atajar la crisis abierta por los casos de pederastia y los abusos sexuales acaecidos
en la menguante iglesia catalana que ha procedido a un reajuste, a la baja, de
sus parroquias. Antes de su acceso a la silla arzobispal tarraconense, Planellas,
a la sazón, primado de las Españas, se había distinguido por colocar la bandera
estelada en la torre del campanario de su iglesia, así como por hacer sonar las
campanas durante el cuarto de hora establecido por los lazis. En este contexto:
¿a qué podría deberse tan geográficamente extravagante afirmación?
La respuesta se halla en la propia
entrevista herreriana, plena de equilibrios y elusiones. En ella, el Pontífice
esgrimió argumentos que recordaron poderosamente a los empleados habitualmente
por el actual Gobierno, calculadamente amenazante con la Iglesia católica y, a
la vez, apoyado en las sectas catalanistas, y por los que se manejaron durante
el zapaterato. Asumiendo los postulados memoriohistoricistas, el argentino afirmó
que España debe «dar un paso de reconciliación con la propia historia» e
incluso se permitió aludir, con porteña ligereza, el ejemplo de Kosovo, tan
caro para los secesionistas españoles. Beatíficamente europeísta -no ha de
olvidarse el origen mariano de la bandera de la Unión Europea- Bergoglio, a
despecho de la falsificación urdida en relación a la Donación de Constantino,
apeló a Carlomagno como modelo de construcción continental.
En cuanto al asunto estrictamente compostelano,
el papa parece olvidar el hecho de que el Camino de Santiago, cuyo punto final
es el sepulcro apostólico, fue abierto por un rey asturiano, Alfonso II el Casto y por el obispo Teodomiro,
capaces de establecer una suerte de polo religioso que contrapesó a la propia
Roma, único de los cinco patriarcados que sobrevivió al empuje mahometano
después de la incorporación de Alejandría, Antioquía, Constantinopla y
Jerusalén a Dar al-Islam. La relativa autonomía jacobea, consagrada a un apóstol,
Santiago, que desde tiempos de Mauregato se consideró «cabeza refulgente y
dorada de Hispania», permitió el fortalecimiento de la iglesia española, punta
de lanza, favorecida por la imprescindible labor política hispana, de la
expansión del cristianismo por el Nuevo Mundo en el que vio sus primeras luces Francisco
I, 266º papa de la Iglesia católica al que no place España.
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