domingo, 3 de febrero de 2008

Vertebral

BALAS
Hay un ascua dentro de un cráneo
un hueco dentro del ascua,
resina de trance para el chamán de Beuys
que vivía en las branquias de la luna
desde donde disparaba
a los gélidos perros de faldas arriba.
Hay miedo a la madre calva,
un hueco dentro del ascua
que vivía acorralada en las branquias de la luna.
Desde donde se trasladaba
a bordo de un Mustang afirmando el delirio.
Hay nieve esperando en el salón
un hueco para el animal-instinto
alimentado de tremens,
acuchillado por una mujer bajo el somier,
plagado de cangrejos con guantes de raso.
La luna tiene branquias
para bucear en alcohol,
en una marea de cabezas gastadas
y chupetes de feria.
Hay un altar cubierto de moscas
oscuras como viejas sombras
que vivían en tu cabeza hueca.
Decadentes y silenciosas.
Con suavidad acaricias a los perros
de arañas abajo esquinas.
Con suavidad, con metálica suavidad
asciendes a tu azotea de nostalgia.
Hay un ascua dentro de tu cráneo
ascua amarga y excitante
que vivía de tu vértigo
fascinante y despeinada.

INTENSO
Buscan su edad,
mazorca reacia.
En el hangar de crines malogradas,
los mordedores de trébol
hacen memoria.
Más distancia
disparos en el bosque .
Sedante.
Las previsiones apuntan a todas las nucas.
Mordedores de trébol escogen su caída,
sudor frío interminable debilita los estribos.




PERDIENDO EL SABOR
En la primavera de cieno
crecieron delicados dientes de sierra,
escribías la palabra ocaso
en nuestras frentes
caminando entre gotas heridas,
perdiendo el sabor de las huellas.
Sudor de infancia
salpicando su daño
por las calles de ayer.
Descalza dibujas
una sortija de miedo
maltratada de tijeras,
pisoteando los brotes de la respiración
de este sueño caluroso y manso.
Bicicletas de menta
prisioneras de la espuma,
dados asesinos en los cabellos.
Rostros nublados
para manos agrietadas,
flores ciegas en los bolsillos
susurrando sombra.
Recibiendo golpes sordos
volvemos a rodar
por cunetas de metal
esperando algún rasguño.

TEMPORAL
Las crónicas contaron que:
De las vísceras del vértigo
un borbotón de savia
se enredó en el desencanto
de los pobladores de sueños.
Las banderas desdentadas
colgando
como sonajeros de suicidio.
Mareas de mercromina
inundaron los astilleros
debilitando las pupilas
de nuestros ojos de piel de uva.

EFERVESCENTE
Afilamos nuestras promesas
y la imprecisión rozó la memoria
rizó el insomnio.
Habitaciones para el azar
disuelven las respuestas
cuando las cigarras alimentan el silencio
y los sombreros se aletargan.



NOCTURNIDAD
Sobre esta noche de sorbos dilatados
no llueven pestañas.
Esta noche está cicatrizando
sobre las piedras más azules
de nuestra angustia.
Y lanzo una herida al pasado,
derramo desorden
en la nuca de la casualidad
donde el aliento
mantiene el equilibrio.
Los cristales manchados de miradas
navegando hacia tu espalda
acelerados buscan su cebo.
Fumando barro en nuestras gargantas
ruidos amontonados en un rincón
pétalos de humo hacia el cerebro.









ESPIRAL TEMPERATURA
Dócil en la invasión de labios
escuchando el rumor de linternas.
Ronca lejanía
en las habitaciones vacías,
en las oscuras escaleras
donde tiemblan los niños de mirada esquiva.
Laberinto.
Reposa la enfermedad,
fermenta la noche desconfiada.
Ondas en el agua
como ovillos de alambre
rompiendo en nuestras sienes.
La montaña rusa de niños mellados
viajera dorsal de peces transparentes,
escamas en lugar de uñas,
corona la duna de párpados.
Laberinto.
Espiral temperatura:
Golpeando
Ardiendo
Flotando.




CACHARRERÍA
Al borde de la ciudad
28 nómadas se ahogan en los arrugados
ríos de la plateada Navidad.
Fragmentos del sueño árido acechan
en las esquinas que cambiaron su color.
Al filo de la presencia
las carreteras silban faldas,
atragantadas ruedan lentas las uvas
en el terraplén propósito,
en el rumbo de mentira
del mar anónimo.
Se saborea aspecto.
De lo más alto de la decepción
cuelgan las piernas,
quedó fuera del amanecer
el plástico deseado,
las cajas de cartón vacías.
Ausentes zapatos en las ventanas.
En las esquinas que cambiaron su color,
el calor de ha hecho distante
sin haberse ido nunca.




ACCESORIOS
Era el oxígeno un ramal
y cicatrices y anillos se daban cita,
recordando el cielo raso que unas aspas
un día cortaron.
Enmudeció la cicatriz dudosa
en las botas de punta de nieve
que rondan los equinoccios.
El pulso silencioso
en la espalda de las llaves frías,
en la lluvia de horquillas
que juega en el costado
donde corren los látigos.
Automáticas trenzas
sismógrafos blandos.

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