lunes, 25 de abril de 2011

Evocaciones pedagógicas

Primer artículo de mi colaboración con la revista mexicana Junio 7, que se publica mensualmente en Hermosillo (Sonora).
(Páginas 26 y 27).

Evocaciones pedagógicas

Una década antes de la proclamación de la independencia de la nación mexicana, el 14 de julio de 1800, moría el que fuera Obispo de Chiapas y Soconusco, Fermín José Fuero Martínez, nacido en el pequeño pueblo de Cañizares (Cuenca, España), el 7 de julio de 1749, dentro de una familia que constituyó una verdadera saga de carácter eclesiástico entre cuyos integrantes destaca el tío de don Fermín José, Francisco Antonio Fuero, autor de una obra en la que se relatan, entre otros, milagros de ultramar.

Protegido por su tío, Fermín José ingresó en 1763 en el prestigioso Colegio de San Ambrosio de Salamanca para, posteriormente, culminar su formación en la no menos nombrada Universidad de Alcalá de Henares, donde se doctoraría en Filosofía y Cánones.

Culminada esta crucial etapa de su vida, Fuero pasó a México, comenzando su trayectoria americana como Canónigo Doctoral en la Real Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe. En 1772 figura como abogado en la Real Audiencia de México, para, años más tarde, en 1786, ostentar el cargo de rector de la Universidad de México. Sus grandes méritos le procuraron alcanzar en 1791 el puesto de Deán de la Santa Iglesia Catedral de Oaxaca en Indias, catedral de la que en 1793 ya es vicario. Finalmente, su trayectoria eclesiástica culmina cuando es nombrado Obispo de Chiapas y Soconusco, siendo preconizado el 18 de julio de 1795 y consagrado en Guatemala el 11 de septiembre de 1796, lugar donde participa en la inauguración del Gabinete de Historia Natural.

Más allá de sus labores como ministro de la Iglesia, es destacable el hecho de que bajo sus auspicios se impulsara la construcción de escuelas y se evangelizara a la belicosa tribu de los Lacandones que habían acabado, durante el siglo XVI, con el sueño de Fray Bartolomé Las Casas, primer Obispo de Chiapas, quien trató de implantar sobre el terreno sus ideales irenistas por medio de la llamada Vera Paz, proyecto que fracasó del mismo modo que lo hizo la expedición de un discípulo de Las Casas, Fray Luis de Cáncer, a La Florida.

Pese a todo, las ideas de aquellos idealistas dominicos, parecen seguir alimentando el pensamiento de Fuero siglos más tarde. En efecto, siempre envuelto por ambientes letrados, el Obispo plasmó en el edicto de apertura de tres casas de enseñanza en los Conventos de Santo Domingo, San Francisco y la Merced, fechado el 2 de enero de 1799, su aspiración de incorporar a los antaño feroces indígenas a su elevado estatus. Estas fueron sus palabras:

«Nadie puede salvarse si ignora los dogmas del Cristianismo; nadie puede adquirir sin ingentissimas dificultades aquel grado de ilustración que exige la vida civil, sin no se instruye en las primeras letras a lo menos, y nadie puede ser ni buen cristiano, ni buen patriota, si no se habitúa y se familiariza desde sus tiernos años con las virtudes sociales... nada os ha de costar su enseñanza y habéis sacar de ella utilidades inestimables... sabed que es sentencia del Espíritu Santo, que aborrece la alma del niño el que lo aparta de la enseñanza: y manejáos de modo que dentro de pocos años podáis coger los sazonados frutos de una buena educación que a vosotros personalmente os toca dar».

Cuando se pronunció este discurso, el Imperio Español se resquebrajaba, para dejar paso a una veintena de nuevas naciones políticas que habrían de dar lugar a la potente plataforma conocida como Hispanidad. Doscientos doce años después de esas palabras que depositaban toda su fe en la instrucción, el idioma español y otros muchos lazos comunes, permiten, como permitieron en su día, que mexicanos y españoles puedan desenvolverse con soltura a ambos lados de un océano que separó en su día España de Nueva España.

Pese a ello, existen todavía en México, comunidades que apenas han tenido acceso a tales instituciones, quedando relegadas a un segundo plano, a materia de estudio de pálidos antropólogos que no cuentan en sus tierras con indígena alguno, pues la nación que les otorga el pasaporte para cruzar el Río Bravo, se hizo a costa de la población autóctona. Como bien supo ver el Obispo de Chiapas, del acceso que a las instituciones mexicanas, tanto políticas como culturales, con el idioma español como principal contenido, tengan los individuos pertenecientes a estos colectivos, dependerá su suerte y la de México mismo.


Iván Vélez

Firma de Fermín José Fuero


















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