lunes, 13 de febrero de 2012

Una CELAC sin Iberia

Artículo publicado en Junio7, enero de 2012, págs. 26 y 27:



Una CELAC sin Iberia

El 30 de junio de 1856, Facundo Goñi y López, Encargado de Negocios y Cónsul General de España en Costa Rica y Nicaragua, escribía una carta desde Guatemala en la que informaba de una reunión sostenida a propuesta de los Ministros Plenipotenciarios de México y de Costa Rica en Guatemala: Juan Neponucemo de Pereda y Nazario Toledo. En tan distinguida como discreta tertulia, los ministros americanos le plantearon al diplomático navarro lo que sigue: “… que la invasion cada dia creciente de los Estados Unidos en el territorio ocupado por los pueblos hispano-americanos habrá tomado ya todos los caractéres de una lucha entre las dos razas: que en tal concepto la hispano-americana debía proponerse seriamente y desde luego la cuestion de su futura existencia y adoptar las medidas necesarias para su conservacion y comun defensa.”
Alarmados ante el avance yanqui, en gran medida sostenido por el filibusterismo que aprovechaba la fragmentación política centroamericana, los dos diplomáticos buscaban en la unidad la solución a tales problemas y servían como estímulo a Goñi para establecer en sus reflexiones una distinción entre los estados “hispano-americanos” y los “anglo-americanos”. La palabra “Latinoamérica”, acuñada por el colombiano José María Torres Caicedo, echaba a rodar ese mismo año.
Siglo y medio más tarde, el 23 de febrero de 2010, se constituía, en la mexicana ciudad de Playa del Carmen, la CELAC -Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe-, que ha celebrado en los primeros días de diciembre, y en la venezolana Caracas, su primera cumbre presidencial.
La organización, edificada sobre los restos de proyectos preexistentes, congrega a cerca de 600 millones de habitantes distribuidos en 33 naciones soberanas, alguna de las cuales, si nos regimos por su nombre oficial, parecen contener en su seno otras muchas, tal es el caso del Estado Plurinacional de Bolivia.
Con los idiomas español, portugués y francés como oficiales, tal organización excluye en América a los Estados Unidos, Canadá y la Guayana francesa, es decir, a la anglo-América que distinguía Goñi, y a esa cuña que Francia conserva como pálido destello de su fallido imperio americano del que México guarda buena memoria. Una exclusión que, desbordado el ámbito territorial, obliga a volver la vista sobre España y Portugal.
En efecto, a nadie le es ajeno que sin estas naciones geográficamente europeas, la América actual es incomprensible. Y diremos todavía más, sin España y Portugal, no existiría América, pues la totalización geográfica y la posterior organización política que ahora pretende establecerse, no hubieran podido realizarse “desde dentro”, es decir, desde las fragmentarias perspectivas precolombinas. Las naciones hoy soberanas, no se edificaron, por más que se recurra al manido mito indigenista, sino sobre unos imperios que introdujeron las más importantes instituciones hoy plenamente hispanoamericanas o, si se quiere, iberoamericanas.
La nueva organización, y así lo manifiesta de manera más o menos explícita, pretende sacudirse las tutelas de Estados Unidos y Europa, en una declaración de intenciones que, en su original victimismo, parece inspirada por Eduardo Galeano. Sin embargo, y pese a la inicial declaración de intenciones, el futuro de la CELAC no está escrito en sus estatutos fundacionales, pues América no es, y mucho menos esta América cerrada en las cinco siglas referidas, un proyecto que pueda realizarse de un modo tan homogéneo y armónico como la solemnidad de los eventos realizados pueda sugerir.
En primer lugar porque no se da tal armonía ni siquiera en el seno de la CELAC, como prueban las tensiones fronterizas existentes; y por otro, porque las fronteras con los territorios americanos no adscritos a la CELAC, también muestran indicios de inestabilidad, tal es el caso de la frontera norte mexicana, la que divide el actual México del antiguo Nuevo México hoy gringo.
A ello hemos de añadir la presencia de otros bloques políticos y de terceras potencias –China, el petrolífero Irán- que añaden complejidad al asunto, pues como es sabido, existen acuerdos bilaterales protagonizados por miembros de la CELAC que se entrecruzan e incluso se oponen entre sí. Circunstancias, todas ellas, que cuestionan muy mucho la coherencia de la exclusión ibérica más allá de prejuicios ideológicos negrolegendarios, pues la mayoría de los integrantes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, España y Portugal, son el resultado de una codeterminación histórica que muy bien puede propiciar el refuerzo de unas relaciones que van mucho más allá del terreno comercial.

Iván Vélez

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