martes, 5 de febrero de 2008

España y las Españas

El Catoblepasnúmero 40 • junio 2005 • página 22


España y las Españas

Sobre el libro España y las Españas de Luis González Antón,Alianza, Madrid 1997, 815 pags.

El libro España y las Españas, de Luis González Antón (Alianza, Madrid 1997), resulta especialmente oportuno en una situación política como la que hoy vivimos.

González Antón, añade a la erudición, riqueza y diversidad de sus fuentes, una estructura que se va configurando a la contra de los argumentos que esgrimen los nacionalismos separatistas que operan en la actualidad y que buscan en la Historia, la legitimación de sus aspiraciones, moldeando en numerosas ocasiones los hechos, cuando no falseándolos de forma flagrante, para que se constituyan en principios que encontrarían su valor, precisamente en la antigüedad de los mismos.

El autor presenta la Historia de España como un curso cronológico ininterrumpido, en el cual, distintos grupos humanos, en conjunción de programas de diverso alcance, van perfilando una sociedad que adquirirá, por contraste con sus vecinas, perfiles políticos que la hacen singular.

González Antón inicia su ensayo, buscando una delimitación geográfica singular: la Península Ibérica. Tras fijar el origen de los primeros asentamientos humanos, comienzan sus primeras refutaciones de los planteamientos nacionalistas, pues desmonta el supuesto carácter nacional de los guerrilleros y caudillos que se enfrentaron a Roma. Dichos personajes, envueltos en la leyenda, son caracterizados como líderes tribales que en modo alguno representan las complejas estructuras políticas que se les atribuyen. No es sostenible la idea de un Viriato representante de los valores españoles. Lo mismo se puede decir de otros muchos, cuyo radio de acción fue menor.
La época de ocupación musulmana deja en evidencia las inexactitudes con que a ella se suelen referir numerosos historiadores. En un breve capítulo, se explica cómo, los famosos ocho siglos, no son ni de lejos uniformes, mostrándose la fragmentación, casi atomización que en seguida se dio entre los propios musulmanes, así como las importantes y tempranas victorias cristianas que los debilitarían desde muy temprano. Se desmontan también muchos de los argumentos que actúan tras el mito orientalizante que hoy cobra fuerza en España. No se dejan de lado, por otra parte, los distintos mitos que actúan durante la Reconquista, con Santiago Matamoros a la cabeza, mitos que, no obstante, resultan útiles en el avance cristiano.

Sin duda uno de los principales mitos, hasta el punto de dar título al libro, es el de Las Españas. González Antón, en el capítulo VI, nos habla de la «pérdida y recuperación de España» rastreando textos (numerosas crónicas, De laude Spaniae de San Isidoro de Sevilla, &c.) en los cuales se perfila ya claramente la conciencia, por parte de los autores, de pertenecer a España, una España que habrá que recuperar al invasor, y cuyos rasgos son buscados en la época visigoda y aún más lejos, en las Españas, Citerior y Ulterior, de fundación romana. Personajes de todo origen geográfico se adscriben sin duda a esta idea, y se disputan incluso ser los más españoles de entre todos. Naturalmente, los nacionalismos, y en el libro se denuncia con claridad, intentarán silenciar declaraciones de este tipo, en personajes imprescindibles para su labor creacionista de una antigua nación diferenciada y singular y que sólo coyunturalmente estaría unida al resto de fragmentos de una España inexistente. Así, podemos leer en la página 119 al cronista catalán Turrell: «la religión cristiana fue expulsada de nuestra patria, invadiendo España la impiedad de los ismaelitas, las sedes destruidas, cautivada la patria», o al falso Boades:»la gran fertilidad, belleza y riqueza de España movió a las generaciones extranjeras a codiciarla, de manera que fueron casi innumerables las que vinieron aquí». Los ejemplos traídos son abundantes y elocuentes.

Posteriormente, se explicará el funcionamiento interno de los reinos, estableciendo paralelismos con lo ocurrido en otros reinos europeos en las mismas fechas. Se constata así, que la fragmentación en estructuras feudales no es, ni mucho menos, un caso típicamente español, y que ello no ha supuesto obstáculo alguno posteriormente para la construcción de un estado unitario. Francia es un magnífico ejemplo en el las estructuras medievales quedan se disueltas.

Pero si González Antón describe los reinos y las relaciones entre éstos que sirven para conformar la España medieval, no por ello evita el análisis de las clases sociales que componen dichas estructuras políticas. Contraponiendo los distintos modos de acceso a lugares de privilegio, descubrimos por ejemplo, que en el Consejo de Ciento que de tanta actualidad está en nuestros días. En la página 339 podemos leer la cita a García Cárcel: «veinte familias tienen a lo largo del siglo XVI más de 80 miembros, veinticinco entre 60 y 80 y treinta y cuatro entre 40 y 60. Algunos personales formaron parte de él hasta 38 y 42 años en el siglo. Aún resulta más significativo que sólo catorce nobles y veinte «ciudadanos honrados», podían acceder a ser «conseller en cap» o alcalde». Más adelante, hallamos la cita a Elliot: «En toda Cataluña 90 ciudadanos de tan sólo cinco lugares podían aspirar a las tres plazas de Diputados, junto a 34 clérigos y 137 nobles, 42 de ellos de la veguería de Barcelona. A las tres de Oidor podían optar 37 clérigos, 113 nobles y 119 ciudadanos. En total, 530 catalanes (el 44 por ciento barceloneses) podían llegar en principio a ser miembros de la Generalidad» (pág. 340). Ambos datos dan una idea clara de la endogamia con la que se condujeron ambas instituciones precisamente en las épocas ahora reivindicadas por los nacionalistas catalanes. Nada más lejos de la representatividad democrática que se pretende «restaurar».

Los capítulos siguientes repasan los hechos acaecidos durante el reinado de los Austrias, que permitieron, en un difícil y calculado equilibrio, la subsistencia de estas y otras instituciones de origen feudal. No obstante, González Antón trae datos de otras monarquías que contextualizar el caso español y evita considerarlo como peculiar o único. Se relatan aquí las numerosas peticiones de ayuda que se elevan al rey por parte de las gentes del común para ser defendidas de los abusos de los señores. El famoso episodio que condujo a la llorada pérdida del Rosellón es también descrito con detalle. Desde que el 16 de enero de 1641 Cataluña se constituía en República bajo la protección francesa, y los posteriores acontecimientos (ocupación militar de Luis XIII, imposición de un Virrey, toma de rehenes) hasta el acogimiento a la «clemencia, benignidad y generosidad» de Felipe IV.

La picaresca del caso vasco, en el que se pretende hacer pasar por hidalgos a todos los habitantes de los territorios vascongados, no pasa inadvertida para el historiador, que detecta las verdaderas intenciones de esta reivindicación:las exenciones fiscales y la elusión del servicio militar.

El análisis de la revuelta de las Comunidades de Castilla, refuta las interpretaciones posteriores, aquellas que en un puro confusionismo interesado, la presenta como revolución «popular» pseudonacionalista, y nos muestra sus verdaderos frutos. Citando a González Alonso se obtiene una explicación más certera, la revuelta «despejó definitivamente el camino de la preeminencia monárquica... y contribuyó a soldar las alianzas políticas que sostendrían y lastrarían a un tiempo el futuro Estado».

El período en el cual se asienta la dinastía borbónica, se nos presenta como la confrontación entre dos modelos de España. En ningún caso las guerras son analizadas como el sometimiento de algunos territorios, a un yugo destructor de libertades, que en absoluto eran democráticas, y esto hace especial insistencia. La contraposición entre los modelos feudal y absolutista, es el prisma que sirve para analizar los conflictos. No obstante, pese a decantarse por la vía borbónica, González Antón, les la falta de audacia para acometer transformaciones más en profundidad, para ello recurre al ejemplo francés. Muchos de los residuos feudales que sobreviven al absolutismo, aflorarán en el XIX y serán aprovechados desde el nacionalismo.

En los capítulos finales, se repasa, con profusión de citas extraídas de diferentes fuentes, el surgimiento y auge de los nacionalismos que hoy funcionan en España. Desde un inicial y tibio regionalismo, los partidos que apenas obtienen apoyos, se irán radicalizando y ganando terreno. La visión sesgada que lanzan sobre la Historia propia, será clave para impulsar su crecimiento.
Dos personajes: Prat de la Riba y Sabino Arana son analizados con detalle en el último tramo del libro.

La figura de Prat de la Riba es seguida desde sus inicios de universitario, incidiendo sobre todo en dos de sus obras, la primera, junto a Pere Muntanyola del libro de evidentes resonancias religiosas «Compendi de doctrina catalanista» en el cual comienzan a fijarse todos los tópicos del ideario nacionalista catalán (Pregunta. ¿Quién es este elemento enemigo de Cataluña y que desnaturaliza su carácter? Respuesta. El Estado Español, pág. 509). Nótese, añado por mi parte, la sustitución del término España, por su eufemístico sustituto: Estado Español.

En el otro libro, que supone el punto de inflexión entre regionalismo y nacionalismo, cuyo título es La nacionalitat catalana, Prat de la Riba, propondrá la recuperación de España, pero como «Estado de unión federativa con los Estados de las demás nacionalidades de España», todo ello tras definir a Cataluña como lugar de la libertad política... respetuosa con las jerarquía sociales. La idea, con su carga de desigualdad, sigue vigente en la actualidad.

El desarrollo del catalanismo, incluso del pancatalanismo, describe también la adopción de Els segadors, como himno catalán, intentando hacer ver el famoso episodio del campesinado, como revuelta nacional en contra de Felipe V. La manipulación es denunciada con numerosos datos obtenidos en capítulos anteriores.

En el caso del ultracatólico vasco, se hace un seguimiento incluso biográfico, en el que se observan sus intentos por medrar en política y su posterior caída e incluso renuncia a los planteamientos de partida. Se traen, además, abundantes citas que muestran sin tapujos las ideas abiertamente xenófobas y aún racistas del fundador del PNV: «¡Viva Euskeria independiente!, ¡muera España!» podría resumir a grandes rasgos su ideología y pretensiones. Además, se expone también la artificiosa y forzada confección de la gramática vasca, plagada de neologismos e invenciones como la propia palabra Euzkadi, y la aplicación inicial de las aspiraciones políticas únicamente a la provincia de Vizcaya. Como contraposición de las tesis sabinianas, la postura mantenida por Unamuno, es muy pertinente, y aclara el porqué de su reciente expulsión, junto a Pío Baroja, del «parnaso vasco», llevada a cabo hace algún tiempo por las huestes culturales del lendakari.

Para terminar, tras juzgar como contraproducentes las medidas restrictivas del franquismo, González Antón expone las posturas de los actuales dirigentes nacionalistas, la instrumentalización y falseamiento de los hechos históricos con el propósito de obtener beneficios políticos.

En la página 697 presenta una de las claves para entender el modus operandi de dichos partidos: «resulta curioso cómo los nacionalistas necesitan sentirse herederos sólo de las élites de poder, de los rebeldes de otros siglos contra el soberano; de una Diputación oligárquica, considerada como «cuerpo místico de Cataluña» aunque pusiera en pie de guerra un ejército para matar campesinos catalanes y en defensa de los señores feudales... nunca se sienten herederos de las masas sometidas a los abusos de esas élites... tampoco son nunca hijos de quienes en el siglo XIII o en el XVIII se sentían españoles, prefieren escamotear a sus clientelas políticas la existencia de tales sentimientos»

En estos momentos, en los que los términos «identidad», «nación», «pueblo», se utilizan para rescatar viejas fronteras y privilegios, y con el riesgo cierto de ruptura de la nación española, para todos aquellos que se opongan a esta destrucción, vaya desde aquí mi invitación a la lectura de este magnífico España y las Españas.

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