martes, 26 de agosto de 2008


El Catoblepasnúmero 78 • agosto 2008 • página 14
Iván Vélez


Miguel Primo de Rivera, la Dictadura desmemoriada


Sobre el libro de Ramón Tamames, Ni Mussolini ni Franco:la Dictadura de Primo de Rivera y su tiempo, Planeta, Madrid, 2008

El último libro de Ramón Tamames
{1}, gira en torno a una época que, pese a su indudable trascendencia histórica, permanece alejada del interés que muchos medios de comunicación muestran por determinados períodos de la Historia de España del siglo XX.
El libro está estructurado en once capítulos que se ocupan de diversos aspectos de la Dictadura, a los que se añade un epílogo que se abre a los períodos posteriores donde se halla la mayor carga crítica del autor hacia los diversos revisionismos históricos que hoy están en curso. Si, como es obvio, Primo de Rivera protagoniza de forma abrumadora el texto, las figuras de Alfonso XIII y Francesc Cambó tendrán un enorme peso en los momentos decisivos de la época tratada.
Alfonso XIII acapara muchas páginas del principio y fin del libro, pues el autor, que no oculta su hostilidad hacia el monarca, comienza su obra con un capítulo contextualizador que protagoniza el propio Alfonso XIII, merced a su célebre borboneo, obrar errático y caprichoso que propició que desde mayo de 1902 a septiembre de 1923, se constituyeran 23 gabinetes de gobierno.
Este proceder personalista, alcanzará su punto de mayor gravedad en las oscuras maniobras que el rey realizó, saltándose la cadena de mando, durante el célebre Desastre de Annual de 1921. Así lo narra el propio Tamames:
«En esa actitud, el monarca incluso llegó a tener en Marruecos generales propios (Fernández Silvestre entre ellos), a quienes daba órdenes a espaldas de su propio gobierno, siendo así como se comprometió hasta el fondo en la desacertada campaña que terminó en el desastre de Annual.»
{2}
Las consecuencias de este descalabro bélico son bien conocidas, y no sólo por lo que se refiere a lo estrictamente militar, sino porque la derrota de las tropas españolas a manos de las huestes de Abd el-Krim tuvo una enorme trascendencia en la vida política del país, hasta el punto de que facilitaría el golpe de Primo de Rivera, apoyado por Alfonso XIII, que temía que el Informe Picasso, que trataba de depurar responsabilidades en el Desastre de Annual, le salpicara.
Hacia el final del libro, el borboneo, y con él Alfonso XIII, reaparecerá. El objetivo, a la vista de la pérdida de apoyos de Primo de Rivera, será tratar de salvar la monarquía. Propósito de corto recorrido que encontraría su final el 14 de abril de 1931, con la proclamación de la II República.
Por lo que respecta a Cambó, su figura tiene un recorrido paralelo a la del rey, primero como cabeza visible de la oligarquía catalana, colectivo entre el que también destacaba el célebre Conde Güell, y finalmente contribuyendo de forma decisiva al desmoronamiento de la Dictadura misma. En su faceta de impulsor, Tamames recurrirá a su formación de economista para explicar cómo las medidas proteccionistas de las que era partidario Primo de Rivera, propiciaron el apoyo de las burguesías industriales catalana y vasca. A esta cuestión hemos de añadir el hecho de que Primo de Rivera se mostró implacable con el pistolerismo anarquista que tenía en Barcelona su feudo.
Tamames también se servirá de Cambó al analizar las supuestas analogías, por él negadas con reiteración, entre el régimen fascista de Mussolini y la Dictadura de Primo de Rivera. El entusiasmo suscitado por el régimen italiano, que careció de réplica española, atraparía, no obstante, al político catalán. Estas son sus propias palabras al respecto:
«Mussolini es sincero y tiene razón al proclamar que el fascismo ha sabido encarnar el ideal más puro y excelso de la nación italiana. Y donde encuentra la justificación de su poder, la fuerza incontrastable de su autoridad, es en las 300.000 camisas negras, en la flor de la juventud italiana...»
{3}
Hacia el final de libro, Cambó y su entorno, con la mirada puesta en sus negocios, y temeroso de la suerte que éstos pudiera correr ante el avance de los totalitarismos, retira su confianza en Primo de Rivera, viendo a éste incapaz de hacer frente a los problemas que comenzaban a amontonársele. Será entonces cuando reaparezca el borboneo, que acabará por colocar en el poder al general Dámaso Berenguer en el corto período que se denominó la dictablanda, tras la cual llegaría, la República y la huida de Alfonso XIII a Italia. Por lo que respecta a Cambó, aún tendría tiempo, años más tarde, de apoyar el alzamiento del 18 de julio de 1936 y encabezar en París un manifiesto de personalidades catalanas a favor de Franco, mientras, en compañía del diputado Estelrich y el escritor Josep Pla, organizaba el aparato propagandístico y de espionaje de este bando
{4}.
Dicho esto, consideramos que la abundante información que recorre las páginas de esta obra, podría ganar en sistematismo mediante el uso de la clasificación de las capas del cuerpo de la sociedad política llevada a cabo por Gustavo Bueno en su Primer ensayo sobre las categorías de las ‘Ciencias políticas’ (Biblioteca Riojana, Logroño, 1991). Estas tres capas: basal, conjuntiva y cortical, obrarán a la manera de cedazos que cribarán el material aportado por Tamames, añadiendo así un mayor orden a la gran cantidad de datos maneja. Veamos:
Capa basal. Sin duda fue la privilegiada de este período, pues proyectos como los del Circuito de Firmes Especiales, Confederaciones Hidrográficas, Red de Paradores Españoles o la fundación de grandes empresas estatales como Telefónica, CAMPSA, Iberia, Banco Exterior de España, &c., contribuirían a un gran desarrollo económico que Tamames cifra en un crecimiento del PIB del 4,4 % anual acumulativo.
Capa conjuntiva. Primo de Rivera acaba con una de las mayores amenazas para la propia eutaxia política de España, la que representa el anarquismo, que en los años precedentes, y radicado principalmente en Cataluña, dejaría un rastro de asesinatos y de huelgas. Los datos son elocuentes, desde 1919 hasta el inicio de la Dictadura se produjeron en España 1.259 atentados, mientras que con Primo de Rivera se reducirían a 51. La Dictadura, por decirlo de forma directa, introduce orden y seguridad con la añadidura de su desarrollo no violento. Sin embargo, tras un primer inicio exitoso, la Dictadura, y Tamames lo recalcará con insistencia, es incapaz de consolidar un sistema político firme, propiciando así su propia descomposición.
Capa cortical. El fin del conflicto marroquí, que repercutiría en una mejora de los aspectos basales, marcará todo el desarrollo de la Dictadura. Sin embargo, a pesar de la enorme trascendencia que tuvo la conclusión de la guerra africana, otro acontecimiento destaca por su alto valor simbólico. Nos referimos al primer vuelo entre España y Argentina llevado a cabo por el comandante Ramón Franco, el capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada, en 1926 a bordo del Plus Ultra. Este acontecimiento, al margen de su complejidad técnica, reforzaría la idea de Comunidad Hispánica, idea que se consolidaría con la organización en 1929 de la Exposición Iberoamericana de Sevilla.
Tamames, según lo dicho, no se limitará a realizar una simple exposición de datos. Según se avanza hacia el final del libro se aprecia con mayor nitidez cómo su mirada hacia la labor de Primo de Rivera es benévola, aunque sin llegar al tono hagiográfico al que se entregaría décadas antes Luis Cimadevilla en su libro El General Primo de Rivera (Ed. Afrodisio Aguado, Madrid, 1944). No obstante, en ambas obras, al margen de los epítetos empleados, la inevitable rotundidad de los datos económicos, el descenso de la criminalidad y otros aspectos hacen que el balance en ambos casos sea positivo.
Será en las últimas páginas del libro cuando el autor, por medio de un capítulo dedicado Epílogo semi-ucrónico: ni Mussolini, ni Franco introducirá sus críticas más personales hacia este período y, sobre todo, a las interpretaciones de que ha sido objeto. Por lo que respecta a las analogías entre Primo de Rivera y Mussolini, quedan estas resueltas mediante argumentos tales como que el español además de su catolicismo, no quiso perpetuarse en el poder ni fundó un partido que ocupase todo el espectro político, de hecho ni siquiera prohibió las formaciones políticas preexistentes. Al margen de estas cuestiones, Primo de Rivera apostó decididamente por la Sociedad de Naciones. En cuanto a su comparación con Franco, las diferencias comenzarían en el mismo origen de ambas Dictaduras, pues si la de Primo comenzó de forma pacífica e incluso bajo aclamaciones populares, la Dictadura franquista sólo fraguó tras una cruenta Guerra Civil a la que se añadió la represión posterior. A pesar de ello, Tamames reconoce en Primo de Rivera un ejemplo del que se serviría Franco, sobre todo en lo que respecta a lo concerniente a la capa basal de la sociedad española, aun cuando el general de El Ferrol sostuviera que Primo de Rivera careció de una verdadera doctrina política.
Finalmente el período del que nos ocupamos puede también verse a través del prisma de la llamada memoria histórica. Dicha construcción ideológica, como es sabido, y precisamente en virtud de su utilidad ideológica, se detiene en principio en 1931, en concreto el día 14 de abril de dicho año, fecha en que se proclama una República que bajo tal prisma se tiñe de idealismo, hasta constituir el pretendido cénit de la Historia de España, un cénit al que se aspiraría de nuevo. A partir de 1936 daría comienzo el período de tinieblas del franquismo, hoy objeto de la de una verdadera damnatio memoriae organizada desde las instituciones políticas gobernantes, y del que sólo se saldría tras la implantación de la actual democracia coronada. La época en la que se detiene el libro, por tanto, caería más allá del área de la que se ocupa dicha memoria. No obstante, algunos colectivos, a la vista de los réditos que han obtenido los constructores de dicha memoria, han obrado de forma análoga con respecto a otros episodios de nuestra Historia en busca de una legitimación histórica de sus aspiraciones. Ejemplo claro de ello es la petición por parte de grupos islamistas de la nacionalidad española para todos aquellos descendientes de los moriscos expulsados por Felipe III en 1609.
Para tal propósito se prepara este año, por parte de la Junta Islámica, el I Congreso Mundial para la Recuperación de la Memoria Histórica Andalusí, con la siguiente idea, expresada por su presidente, el cordobés Mansur Escudero:
«No sólo se trata de conseguir una reparación jurídica, sino también sentimental, como símbolo de justicia histórica y expresión práctica de la Alianza de Civilizaciones que propuso en Naciones Unidas el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.»
Tamames, en cambio, se apartará deliberadamente de esta memoria histórica. Nacido en 1933, es evidente que no puede en modo alguno hablar «de memoria», sea ésta personal o individual
{5}. Su trabajo nace del contraste crítico entre la abundante bibliografía que maneja, a la que se añaden testimonios de personajes que sí poseen memoria personal e individual de la Dictadura objeto de análisis.
Las consecuencias del análisis y el balance que Tamames hace de la Dictadura de Primo de Rivera, así como de lo ocurrido con posterioridad, pueden resumirse en esta cita que reproducimos a continuación:
«La verdadera cuestión es que la Dictadura no supo pasar del modelo obsoleto que heredó, a otro institucionalizado y al nivel de su tiempo. Y en este sentido, más influyente que la Dictadura en la secuencia venidera de la Historia hacia la Guerra Civil y hacia el franquismo, lo fue seguramente la Segunda República; que presionada por sus dirigentes, por un republicanismo anquilosado, un socialismo dogmático, y unas organizaciones a la izquierda entre la utopía igualitaria (CNT-FAI) y el servicio a los sóviets (PCE), perdió cinco años en no hacer casi nada. Para luego, ya en la Guerra Civil, pasar por toda clase de divisiones fratricidas frente al enemigo común personificado en Franco. »
{6}
Las razones del deliberado desinterés en torno a lo concerniente a la Dictadura, surgen cuando se comprueba, y Tamames en este aspecto no escatima en datos, del hecho de que tanto el PSOE como la UGT, fueron los más importantes apoyos que tuvo la Dictadura. De especial importancia para afianzar dicha unión fue el establecimiento de los comités paritarios, cuya trascendencia para el autor de esta obra fue la que sigue:
«...los comités paritarios sirvieron a los socialistas para multiplicar sus organizaciones de base. De este modo, al terminar la Dictadura, la UGT había recrecido sus efectivos En cien mil afiliados, un 50 por 100 más de los que tenía en 1923; mientras la CNT, vía persecuciones y detenciones de sus integrantes quedó prácticamente fuera de combate.»
{7}
Paralelamente, el fin del pistolerismo anarquista, radicado en Cataluña, favorecería no sólo al dictador y a los oligarcas catalanes, sino también al sindicato socialista, en perjuicio de la anarquista CNT. En esas circunstancias, PSOE y UGT se mostrarían posibilistas antes de su radicalización ya en la II República. Por otro lado, el intervencionismo que desde el gobierno se practicaba, mantenía semejanzas con el socialismo de Estado.
Sin embargo, pese a la evidencia de que la alianza política existió, los actuales UGT y PSOE no han mostrado interés alguno en ejercitar de un modo crítico su memoria histórica sobre estos años, acaso por ser víctimas de sus propios prejuicios, en los que nos detendremos brevemente para finalizar este trabajo.
La palabras Dictadura o golpe militar, como es bien sabido, causan una enorme desazón en las filas del socialismo español. Ello es debido, creemos, a que en ambos casos el referente único que se maneja es el golpe y la posterior dictadura que protagonizó el general Francisco Franco, olvidando así que los llamados pronunciamientos militares son una constante en la España del siglo XIX. Sin embargo, la equiparación entre ambas dictaduras es muy compleja, pues la Dictadura de Primo de Rivera, a diferencia de la franquista, llegaría sin violencia alguna y se desarrollaría por los mismos cauces. Como contrapunto a este ambiente pacífico, hemos de decir que el destierro de Unamuno a Canarias constituiría el más visible borrón de dicha época, mácula que acarrearía para Primo de Rivera, la desafección de numerosos escritores españoles y extranjeros.
Abundando en aspectos relacionados con la cultura objetiva y más concretamente con su mitificación de la misma con fines ideológicos, los poetas y artistas que añaden una coloración lírica a la memoria histórica serían precisamente aquellos que se encuadran en la llamada Generación del 27, año que pertenecería a la Dictadura, hasta el punto de que su primera denominación fue precisamente la de Generación de la Dictadura.
Por último, diremos algunas palabras en torno al carácter militar de la Dictadura. Desde las posiciones pacifistas de la autodenominada izquierda, dicho atributo sería un obstáculo insalvable para su homologación con la República, época en la que se pretenden localizar los mayores logros de una España siempre amenazada por facciosos de todo pelaje. En efecto, militares, y en concreto militares africanistas como lo sería con posterioridad el propio Franco, protagonizarían la Dictadura. Elementos procedentes de la capa cortical, que se internarían en la capa conjuntiva sin ni siquiera despojarse de sus uniformes, algo intolerable para la actual socialdemocracia que, imbuida de pacifismo, sólo concibe la política circunscrita al juego partitocrático mientras trata de transformar al ejército en una suerte de organización misionera que busca un fin último, la extensión universal de la Paz bajo la inspiración de la Alianza de Civilizaciones.
Notas
{1} Ramón Tamames, Ni Mussolini ni Franco: la Dictadura de Primo de Rivera y su tiempo, Planeta, Madrid 2008.{2} Op. cit., pág. 174.{3} Op. cit., pág. 149.{4} Podrá el lector ampliar esta información en la obra de Jesús Laínz, Adiós España. Verdad y mentira de los nacionalismos, Encuentro, Madrid 2004, pág. 278.{5} Para ahondar en esta distinción, así como en lo concerniente a la memoria histórica, recomendamos la lectura del artículo de Gustavo Bueno, Sobre el concepto de «memoria histórica común», publicado en la revista El Catoblepas, http://www.nodulo.org/ec/2003/n011p02.htm{6} Op. cit., pág. 425.{7} Op. cit., pág. 287.


No hay comentarios: