jueves, 14 de junio de 2012

Entrevista a Ismael Carvallo


Entrevista a Ismael Carvallo Robledo en el número de mayo de 2012 de Junio7, págs. 26 y 27:

Entrevista a Ismael Carvallo

A media tarde me reúno con el filósofo mexicano Ismael Carvallo en un céntrico café de Madrid. Aprovechando su visita a España para impartir diversas conferencias y participar en programas televisivos, halló un hueco en su agenda para conceder esta entrevista a Junio7.

¿Qué diferencias se aprecian entre la situación electoral de México hace 6 años y la de ahora?

Hay muchos planos de implicación. Una diferencia fundamental se definiría en función del hecho de que, en 2006, la candidatura de Andrés Manuel López Obrador era la más fuerte; se trató de una elección en la que fue él la variable principal: la llegada de Felipe Calderón a la presidencia fue el resultado de un proceso anti-López Obrador más que en favor del PAN o de Calderón mismo. Hoy, en 2012, no se ha podido repetir ese esquema, y el candidato más fuerte hasta estos momentos es el del PRI, Enrique Peña Nieto (y en 2006, el candidato de ese partido fue eclipsado por completo). 

¿Qué paralelismos detecta entre la política española y la mexicana?

Yo diría que hay muchos. No olvidemos que la Guerra Civil española influyó decisivamente  en la configuración ideológica de México, toda vez que Lázaro Cárdenas tomó partido por la República; me atrevería a decir que el cardenismo no se entiende sin la influencia de los republicanos que se exilian en México. Pero ahí está precisamente el problema: que el maniqueísmo utilizado para interpretar esa guerra (el maniqueísmo izquierda-derecha), y que sigue perniciosamente vigente en España, se mantiene también en México, donde, de manera muy general, se sigue considerando al PSOE como representante de “la izquierda” (o heredero de la República vencida en la Guerra Civil), y al PP como encarnación de “la derecha” (o heredero del franquismo). Pero esa distinción está totalmente desbordada, sobre todo porque el colapso de la Unión Soviética implica redefinir toda la geometría ideológica de nuestro tiempo. El PSOE es tan capitalista y neoliberal como el PP.

¿Qué repercusiones puede tener para Hispanoamérica la exportación del modelo de la constitución española del 78 y su celebrado estado de las autonomías?

La transición democrática de 1978 ha sido considerada por toda una generación de políticos y analistas como el modelo a seguir y como el proceso de “transición democrática” por antonomasia de nuestro tiempo, y no fueron pocos los analistas o los políticos que no perdían ocasión (en tertulias y debates) para decir que lo que en México hacía falta es un “Pacto de la Moncloa” a la mexicana, o que lo que se necesitaba era un Adolfo Suárez o un Felipe González mexicanos.
Pero para mí, viendo las cosas desde el realismo político materialista más radical, la transición democrática española es uno de los grandes mitos del mundo contemporáneo y uno de los procesos más catastróficos de las últimas décadas. Y esto es así porque ha sido un proceso corrompido de origen, al haber permitido que el mito de la cultura y de la autonomía se colara en todo permitiendo que, en vez de tener una nación política unificada y sólida (al modo jacobino), se tuviera un “estado de autonomías”, que es lo que, desde todos los puntos de vista (económico, político, cultural, sociológico), ha llevado a España al caos institucional y la ha puesto al borde de la disolución. Si esto se reproduce en Hispanoamérica, será el principio del fin, como vemos en Bolivia, donde, en vez de una nación política unida, se tienen, según la última constitución, 36 nacionalidades. ¡Un caos político, antropológico e ideológico!

¿Realismo político materialista? ¿Mito de la cultura? ¿Podría abundar en estas cuestiones?

Claro. Con realismo político me refiero a una concepción de la política que los clásicos definen como ex parte principi, es decir, una perspectiva que privilegia el punto de vista del gobernante y que da centralidad cardinal al Estado como figura fundamental de la política y de la historia, o el sistema por excelencia de la historia, según decía José Revueltas, que era marxista. Así, el criterio fundamental es el orden del Estado y, sobre todo, la unidad del Estado (y esto está tanto en Aristóteles como en Maquiavelo o Gramsci, agudísimo lector de Maquiavelo). Por eso digo que, desde este punto de vista, todo lo que contribuya al debilitamiento o fragmentación del Estado nacional es imprudente, y esto va más allá de las izquierdas y las derechas.
Por mito de la cultura entiendo la concepción que quiere hacernos creer que en una serie concreta de instituciones y prácticas antropológicas se encuentran los sedimentos de una supuesta “identidad” pura y esencial (el espíritu del pueblo, dirán muchos). Y el problema no es la institución antropológica, sino el carácter mítico o metafísico que se le atribuye: tú dí que cualquier costumbre, por más aberrante que sea, es parte de una cultura determinada, y no podrás hacer nada al respecto. No la puedes ni criticar ni tocar. Ejemplo: la “cultura vasca” o la “cultura náhuatl” se nos presentan -por ideólogos o antropólogos- como estratos sublimes de identidad oprimidos, bien por el “estado español”, bien por el “estado mexicano”. La peor presa de este mito es la izquierda de hoy, sobre todo la socialdemócrata, que no sabe que la izquierda radical, la jacobina, acabó con todas esas “identidades culturales” (bretonas, alsacianas, etc.) para refundirlas en la identidad política nacional francesa. Y el mismo problema quiso ser resuelto en las Cortes de Cádiz, en 1812; Marx mismo lo entendió y escribió al respecto.  

Dado que usted trabaja en medios de comunicación, ¿qué voces ibéricas le resultan interesantes?

Pues mira, pasa algo escandaloso para quienes nos movemos en el terreno de la filosofía, y es el hecho de que Fernando Savater se tiene como “el filósofo” de España. Al margen de las simpatías o antipatías que se le tengan, lo cierto es que Savater tiene una cobertura mediática total en México: en la UNAM y en otras universidades, en medios de comunicación, entre políticos y entre esa clase de farsantes que son los intelectuales. Pero digo que es un escándalo porque, en términos rigurosos, Fernando Savater tiene un nivel filosófico igual a cero. Se trata de alguien que puede tener solvencia literaria o ensayística, pero que no pasa del plano periodístico. Si viviera en tiempos de Platón sería un sofista menor, no como los importantes (Gorgias o Protágoras).

Entonces ¿qué alternativas sugiere?

A ver: ocurre algo realmente irritante para mí, porque, desde los años en que tuve la fortuna de vivir en España realizando mis estudios de doctorado, tuve contacto con quien para mí es el filósofo más importante de nuestro tiempo, que se llama Gustavo Bueno. Él sí que es un filósofo en sentido riguroso, porque tiene sistema (el Materialismo Filosófico), además de pensar y escribir en español. Frente a él no sólo Savater, sino Habermas, Zizek, o muchos otros autores leídos con fruición aquí y allá quedan reducidos a magnitudes menores. Yo encuentro en él y en su sistema filosófico el más poderoso y acabado resultado de racionalismo crítico de nuestro presente. No conozco algo así. Luego te enteras que le dan el Premio Príncipe de Asturias a segundones como Zygmunt Bauman o Alain Touraine, y a Gustavo Bueno, que vive en Asturias, lo ignoran. Puro enanismo y miseria intelectuales.   

Por último, ¿cómo se percibe histórica e ideológicamente España desde México? 

Es una pregunta muy amplia. Acaso puedan explicarse las cosas desde un punto de vista generacional. Nuestros padres y abuelos fueron educados desde el nacionalismo revolucionario cardenista, que alimentó la Leyenda Negra (y a esto contribuyeron los republicanos españoles en su exilio mexicano). Desde esta plataforma, España representa la conquista y nada más. Pero ahora hay nuevas posibilidades y perspectivas historiográficas, que muestran que España fue una potencia mundial y que el imperio español fue un proyecto histórico y geopolítico igualmente fascinante que dramático.

Iván Vélez

No hay comentarios: