martes, 20 de agosto de 2013

Del hermético y católico imperio (español)

Del hermético y católico imperio (español)
La reacción que sigue a la simple mención del Imperio español sirve a menudo para sondear las coordenadas ideológicas del contexto en el que se introduzca tan polémico par de palabras. Las posiciones adoptadas, de acusado maniqueísmo, correrán en paralelo al alineamiento izquierda/derecha en el que los concitados se ubiquen.
Viene esto a cuento por el hecho de que nos encontremos en el contexto de las conmemoraciones de los bicentenarios de los procesos de independencia de las naciones hispanas que muchos, ignorando el afrancesado y masónico origen de tal vocablo, preferirán, plegándose a la moda de lo políticamente correcto que siempre rehúye de lo español, preferirán denominar latinoamericanas.
Es en estas circunstancias plagadas de fastos, discursos e interpretaciones varias de lo ocurrido hace dos siglos, en el que se ha publicado la obra del filósofo español, Pedro Insua Rodríguez (Vigo 1973): Hermes católico. Ante los Bicentenarios de las naciones hispanoamericanas (Pentalfa, Oviedo 2013), de la que haremos algún insuficiente, dada la profundidad de la obra, comentario.
El libro llama la atención por las dos palabras que conforman su título: Hermes católico, siendo así que la primera de ellas remite al mundo clásico y mítico, al Hermes que vino a introducir orden en un mundo violentado por las prótesis de que dotó al hombre Prometeo. Si Hermes alude a las fuentes clásicas, «católico» se referirá, sobre todo, en el caso que nos ocupa, al campo escolástico.
Y es que el erudito y fino ensayo debido a Insua constituye un preciso bisturí que se interna en una materia tan delicada como es el hecho de que a finales del siglo XV, una de las más potentes sociedades políticas europeas: España, en el despliegue imperial que trataba de envolver al mundo islámico, se halló ante un continente inesperado, ante unos vastos territorios que, a diferencia del Marte ahora explorado, no se reducían a una cuestión geológica, pues sobre esa tierra existían ya sociedades humanas. «¿Qué hacer?», es la necesaria pregunta a la que hubieron de enfrentarse nuestros compatriotas.
            La respuesta dio lugar a varias paralizaciones del avance hispano y a sus correspondientes controversias –Salamanca y Valladolid- en las cuales tuvieron un papel relevante las figuras más importantes de una época en que religión y política –estamos hablando de un imperio a cuya cabeza se situaba su católica majestad- estaban íntimamente ligados sin que pueda por ello, acusar de cesaropapismo a los monarcas españoles, en contraste, por ejemplo con monarquías como la inglesa, que sigue dominando la iglesia anglicana.
            Es dentro de tales controversias donde Insua muestra su maestría a la hora de moverse en el terreno de unos debates de tanta altura. Y es que, según vamos leyendo el ensayo, veremos cómo el despliegue español pasa de tener tintes propios del agustinismo político a irse escorando a posiciones tomistas. En definitiva, lo que el autor expone con enorme claridad, es cómo, tras los debates en los que se enfrentan las visiones de Las Casas y Vitoria/Sepúlveda, el ortograma triunfante girará en torno a la «guerra justa» y las iniciativas hispanas tendentes a introducir civilidad, «policía» según la terminología de la época, en sociedades sumidas en la barbarie hasta el punto de que el propio antropólogo Morgan, tan caro para Engels, reconociera tal labor en el desenvolvimiento español.
            Todavía resultará más sorprendente para muchos lectores saber que los indios no perdieron sus propiedades, pues estas simplemente quedaron tuteladas, mientras se alcanzaba el ingreso de los indígenas en la ciudad de Dios a través del Imperio español. Las perspectivas teológica y política, a menudo se mezclan. Así como, insistimos, las propuestas de los protagonistas de los citados debates. Mientras Las Casas verá incluso en la antropofagia una suerte de eucaristía propia de estos «mansos corderos» tras los cuales se lanzaban los «crudelísmos lobos» españoles, Sepúlveda propondrá la extirpación de tales prácticas.
             La ideología dominante, sin embargo, se ha encargado, desde Bolívar a Chávez, de ensalzar la figura de Las Casas dejando en la penumbra la de un Sepúlveda que Insua se encarga de rescatar. En el fondo, la idea de imperio –analizada con maestría por Gustavo Bueno en su distinción entre imperios generadores y depredadores- resulta por sí misma insoportable en determinados ambientes, y ello a pesar de que el mundo lo han construido estructuras de tal escala y carácter. Hispanoamérica, por supuesto, no es una excepción, sino el resultado de la acción imperial, como todo aquel que esté mínimamente versado en el desarrollo del imperio hispano sabe. Un simple vistazo al mapa sirve para comprobar cómo las fronteras coinciden con jurisdicciones españolas, no indígenas.
Todas estas cosas y muchas más se encuentran en este Hermes católico, altamente esclarecedor para aquel que sin prejuicios quiera acercarse a aquellos universales acontecimientos, vedado, sin embargo, para los que se mantengan blindados por su negrolegendario fideísmo.

No hay comentarios: