Hoy Aragón, 14 de septiembre de 2019:
https://www.hoyaragon.es/opinion/manipulacion-11-septiembre-1714/
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Apunte sobre la manipulación del 11 de septiembre de 1714
Cénit
propagandístico anual del secesionismo catalán, con su adecuada dosis de
victimismo e hispanofobia, la jornada del 11 de septiembre tiene como momento
de máxima emotividad la ofrenda floral en los que los diversos grupos políticos
y sociales de la región rinden homenaje al patriota español Rafael Casanova. En
efecto, muerto ya octogenario después de huir de Barcelona disfrazado de monje
después de la toma de la ciudad por parte del bando borbónico, don Rafael,
último conseller en cap de la
Barcelona carlista, nunca habló de la nación catalana ni actuó bajo otro
pabellón que no fuera aquel en el que figuraba Santa Eulalia. «Por su rey, por
su honor, por la Patria y por la libertad de toda España», con estas palabras,
censuradas hoy por las facciones lazis, concluyó el bando con el que convocó a
sus conciudadanos en una última e inútil defensa de una plaza, la barcelonesa,
que era ya residual, pues hacía tiempo que el bando felipista, suscrito el
Tratado de Utrecht, era virtual vencedor de una guerra de sucesión que no de
secesión, en la cual participaron las principales potencia europeas, alienadas
con uno u otro aspirante al trono español.
Hasta siglo y medio después,
concretamente hasta que en 1863, Víctor Balaguer le dedicara una calle en el Ensanche
del Plan Cerdá, pocos recordaban a Casanova. Fue en 1886 cuando diversas
entidades católicas celebraron una misa en la Parroquia de Santa María de la
Mar en recuerdo de los fallecidos en aquella jornada. La ceremonia la ofició el
canónigo de Vic, Jaume Collell, fundador de La
Veu del Montserrat y, ya junto a Jacinto Verdaguer, de La Veu de Catalunya. Poco después, con motivo de la Exposición
Universal de Barcelona, el ayuntamiento hoy regido por Ada Colau, erigió una
estatua en honor de Casanova en el Paseo de San Juan, frente al Arco de Triunfo,
lugar del que luego fue movida hasta ocupar su actual emplazamiento. Fue en
aquel lugar donde se concentraron los partidarios de la Liga de Cataluña y
donde, ya en 1894, el monumento recibió sus primeras flores. También fue a sus
pies donde se dieron, ya tras la Guerra de Cuba a la que Cataluña aportó el
mayor número de voluntarios de toda España, las escaramuzas entre catalanistas
y lerrouxistas.
Con la estatua ya instalada en la
Ronda de San Pedro, la Diada de 1923 sirvió para el desahogo de ciertos elementos
de Acción Catalana, formación surgida de la Liga, que lanzaron gritos contra
unidad de España y vivas a Abd-el Krim. Primo de Rivera, alzado a la categoría
de dictador gracias, en gran medida, a la burguesía catalana harta del secular
pistolerismo anarquista, prohibió los homenajes, medida que tuvo continuidad,
con la retirada, incluso, de la estatua, durante el franquismo. Antes, en 1937,
a los homenajes se había sumado la CNT, adelantando el actual apoyo sindical al
secesionismo, como se ha podido comprobar recientemente a propósito del texto
emitido por UGT y CCOO, sindicatos subvencionados que, olvidando el cultivo del
mito de la clase obrera, prefieren su cuarteamiento en nacioncillas ibéricas.
Recuperada en los ambientes del
clericalcatalanistas de los años 60, en el cual se movían los fundadores de
Omnium Cultural, organización que arrancó en 1961, la Diada adquirió un
carácter netamente nacional o, por mejor decir, nacionalista, orientado a
erosionar la soberanía española y a servir de punto de partida de un
expansionismo que incluye tierras aragonesas, cuando Jordi Pujol estampó su
firma el 12 de junio de 1980, año en el cual se declaró fiesta nacional (sic)
de Cataluña.
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