lunes, 17 de marzo de 2008

Lamias en el koljós

http://www.nodulo.org/ec/2008/n073p17.htm

Lamias en el koljós

Iván Vélez

El Catoblepas • número 73 • marzo 2008 • página 16




Tal y como apuntaban todas las previsiones, el proyecto de construcción del Tren de Alta Velocidad (TAV y AHT en esta región, AVE en el resto de España) que unirá las tres capitales de las Vascongadas, la llamada «Y» vasca, se ha encontrado con la frontal oposición de ETA y sus organizaciones afines.
Las objeciones mayores que la izquierda patriota vasca o abertzale esgrime para oponerse a tales obras consisten en que según su particular punto de vista, dicho proyecto representa una feroz agresión al medio ambiente (con mención especial a la afección de acuíferos) e incide gravemente en el propio modelo de sociedad que esta facción política defiende.
Las amenazas y sabotajes empiezan a dar sus frutos, pues la empresa guipuzcoana Excavaciones Ugarte S. L., tras el destrozo de tres camiones y dos excavadoras, ha decidido abandonar la zona alavesa en que se hallaba subcontratada. Dicho abandono ilustra perfectamente la definición de terrorismo procedimental que diera Gustavo Bueno en su obra La vuelta a la caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización.{1} En dicha obra, Bueno se refiere a este concepto en los siguientes términos:
«Llamaremos terrorismo procedimental, en toda su generalidad, al tipo de interacción violenta, recurrente, no meramente «interacción puntual», que puede establecerse entre dos partes de un complejo social humano, a saber, la parte activa o terrorista, que lleva la iniciativa de las acciones violentas, dirigidas contra la parte receptiva de la violencia o parte aterrorizada, que recibe la acción terrorista, cuyo objeto es preparar a esa parte receptiva para una «conformación» ajustada a los planes y programas que guían a la parte terrorista, en tanto esa conformación requiere la asimilación y la cooperación final de la parte aterrorizada.»{2}
De estos, por el momento, sabotajes, existen precedentes análogos por las circunstancias en que se produjeron, mas en los ejemplos a los que vamos a acudir no sólo sufrieron daños las máquinas, sino también las personas, algunas de las cuales perdieron la vida a manos de la banda terrorista. Nos estamos refiriendo, y ahí entra en juego la analogía, a dos grandes infraestructuras, la Central Nuclear de Lemóniz, que antes de su definitivo desmantelamiento dejó cinco asesinatos por saldo, y la Autovía de Leizarán, que supuso la muerte de tres personas, tras lo cual los proyectistas se plegaron al trazado «propuesto» por la llamada izquierda abertzale.
Al margen de los sabotajes, las mayores trabas con las que se está encontrando el proyecto, se localizan en los municipios gobernados por ANV, cuyos alcaldes se niegan a firmar las actas de expropiación de los terrenos por los que discurrirán las vías. Los ediles han llegado incluso a ceder las dependencias municipales para que en ellas se celebraran consultas públicas que según ellos reflejarían el sentir de los pueblos, en lo que resulta ser un ejercicio de autodeterminación llevado al límite, un límite municipal.
Todas estas acciones se celebran y coordinan bajo el amparo de una plataforma montada al efecto, la llamada AHT Gelditu! Elkarlana, que se esfuerza en publicitar la hostilidad hacia esta obra tildada de «culto a la velocidad».
Dos son los argumentos principales en que se apoya este movimiento opositor al TAV: por un lado se le acusa de antisocial, mientras por el otro se señalan sus devastadores efectos sobre el medio ambiente.
Por lo que respecta al primer punto, entendemos que el argumento manifestado explícitamente por la propia plataforma según la cual el TAV «aumentaría la dependencia económica con España», es revelador. El proyecto compartido por todo el espectro nacionalista, desde el mal llamado nacionalismo «moderado» (PNV) al denominado «radical» (ETA y sus organizaciones satélites) de segregar dos regiones españolas y francesas de las naciones políticas de referencia para dar paso a la anhelada Euskal Herria o Euskadi (que aquí la terminología también va por barrios), encontraría un grave obstáculo si los lazos comerciales continuaran siendo tan estrechos.
El proyecto, empero, cuenta con la aprobación del 80% del Parlamento Vasco, donde tiene mayoría el PNV. Tan independentista como ETA, pero más morigerado en sus formas, la postura adoptada por el partido custodio de las leyes viejas en torno a la cuestión del TAV, es digna de análisis. En la estrategia dual del nacionalismo vasco, tanto en tiempos como en el resultado formal de la ansiada futura nación vasca, el partido de Arana no vería obstáculos en la convivencia «amable» con España, cantinela con la que Ibarreche vuelve a la carga una y otra vez mientras propone la autodeterminación. Por el contrario, la ya vieja escisión del PNV, los aberztales, parecen no querer tanta carga de amabilidad con la España de la cual han extraído uno de sus menos cariñosos epítetos: «espanioles» (sic).
La cuestión de las relaciones comerciales con España pone de relieve las diferentes perspectivas desde las que se construye la nueva nación política que según Ibarreche, en un rapto de etnicismo, tendría una antigüedad de 7000 años. El PNV no tendría inconveniente en seguir gozando de la posibilidad de contar con un mercado como el español. Por el contrario, los abertzales conservarían ciertos restos de ese anhelo albanizante que les ha caracterizado durante mucho tiempo, al menos hasta descubrir su reciente preocupación ecológica. Este sería uno de los motivos por los cuales, los lazos comerciales con España deben ser cortados con su hacha.
La flagrante petición de principio que alimenta a ambos bandos nacionalistas, esto es, dar por supuesta la nación a la que se aspira, provoca tanto en unos como en otros, la ilusoria percepción de que ya existen fronteras con España que el TAV traspasaría. Este asunto, el de las fronteras vascongadas, nos retrotrae a viejas querellas, las que se suscitaron a partir del año 1717, cuando se lleva a cabo la abolición de las fronteras interiores de Castilla y Aragón, hecho que provocó el traslado de las aduanas interiores a la costa.
Las llamadas «Provincias Exentas», vieron cómo esta medida favorecía a las clases burguesas urbanas, en detrimento de la nobleza rural. La ira de esta última provocaría la machinada, revuelta que causó muertos y logró que en 1723 Felipe V restituyera las fronteras al interior.
Estos hechos históricos mantienen con la situación actual elementos comunes pues ¿no es el PNV el representante de la burguesía urbana vasca? ¿no es cierto que ETA ha tenido –debido a sus actividades criminales– en el agro sus bases y sedes más fieles?. La cuestión, sin embargo, se enreda cuando echamos la vista atrás para observar que ETA es precisamente una escisión del PNV. Tras el establecimiento de estas analogías, es necesario aludir a las ideas que unen a las dos fuerzas independentistas vascas, esto es, la idea de identidad cultural, unida a la reivindicación que del Antiguo Régimen se hace cuando para pedir la independencia se acude a los derechos históricos, unos derechos, dicho sea de paso, que estarían más en la línea de los nobles que de los burgueses y, por supuesto, de las clases proletarias.
Pasemos ahora a la segunda cuestión, la medioambiental. Tras la caída de la Unión Soviética, que produjo en los partidos de izquierdas la pérdida de su principal referente real, dichos colectivos se acogieron, entre otros, al mito de la Naturaleza. ETA, que se define marxista-leninista, no permanecería indiferente ante tal deslizamiento ideológico.
Sin embargo, las relaciones entre el nacionalismo y el ecologismo vienen de lejos. Como es bien sabido, algunas montañas vascas, entre las que destacan los montes de Oyarzun, Echegárate o el Monte Gorbea, mantienen un gran simbolismo, y ello por no hablar del célebre árbol de Guernica –sobre el que gravitan algunos vagos rescoldos de una lejana religión natural–. Esta última cumbre, en cuyas estribaciones ETA ha cometido algún asesinato, formaba parte antaño de los cinco montes bocineros de Vizcaya, desde los cuales se convocaba a Juntas Generales mediante hogueras y el toque de cuernos. Estos datos, unidos a la gran cruz de hierro que corona su cima, hacen confluir de nuevo al Antiguo Régimen con la lucha de clases. La relación entre nacionalismo y Naturaleza, una Naturaleza que aún no conocía el concepto de sostenibilidad, es muy lejana. A principios del siglo XX ya la organización Juventud Vasca se echaba al monte para entrar en contacto con la Vasconia profunda, lugar donde se conservaban los arcanos de tal nación. Posteriormente, en los años 30 tomaría el relevo propagandista la Federación de Mendigoizales, que en sus excursiones campestres se encargaba de adoctrinar a los participantes del ideario de Arana.
Al margen de estos antecedentes, la nueva preocupación del nacionalismo en torno a la cuestión ambiental, creemos que encubre numerosos ejemplos de falsa conciencia. Con el tren como protagonista, podemos traer numerosos ejemplos que también están aquejados de semejante fenómeno ideológico. Por detenernos en uno de ellos, podemos citar los conflictos que suscitó el ferrocarril en Inglaterra a mediados del siglo XIX. En su libro Hombres, máquinas e historia, Samuel Lilley relata lo siguiente:
«En 1825 se introdujo en el Parlamento (inglés) un proyecto de ley acerca de un ferrocarril entre ambas ciudades (Liverpool-Manchester) ¡y fue rechazado!. Lo rechazó la oposición organizada de los terratenientes, contrarios a este «envilecimiento» de sus campos, y de los propietarios de canales y caminos de portazgo, quienes sólo veían las posibles influencias del proyecto sobre sus propios intereses. Se desencadenó una campaña de vituperios en la prensa y mediante panfletos especiales; las vacas, aterrorizadas por los trenes, dejarían de dar leche; el humo de las chimeneas daría muerte a los pájaros de la campiña, las chispas pondrían fuego a las casas; las calderas explotarían matando a los viajeros, &c. [...]Al mismo tiempo, organizaron sabotajes e incluso ataques armados contra los hombres encargados del relevamiento topográfico de la línea.»{3} (pág. 93).
El «envilecimiento de los campos» que denunciaban los terratenientes bien podría hoy calificarse, no sin cierta cursilería por otra parte, de «falta de respeto al medio ambiente», sin embargo, tanto en el caso británico como en el vasco, la falsa conciencia actúa con profusión. Tras la apelación etarra al respeto medioambiental se esconde la petición de respeto a la patria de Aitor. O lo que es lo mismo, el TAV encaja mal en la Euskal Herria soñada por los correligionarios de Otegui y Ternera, razón por la cual, sobre sus vías se arrojan argumentos ecológicos o sociales, y acaso, llegado el momento, algún muerto.
Concluyamos. Las circunstancias que envuelven el proyecto del TAV auguran múltiples problemas. Su construcción, por otra parte, casa mejor con Euskadi que con Euskal Herria, razón por la cual, una vez liberada de España aquella tierra, bien podría la lamia contemplar desde la muga de su koljós el forcejeo entre los partidarios del chistu y los de la chalaparta.
Notas:
{1} Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización, Ediciones B, Barcelona 2004.
{2} Op. cit., pág. 140.
{3} Samuel Lilley, Hombres, máquinas e historia, Ediciones Galatea-Nueva Visión, Buenos Aires 1957.

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