sábado, 19 de enero de 2019

Naciones políticas y pueblo de Dios

Lección de Iván Vélez en la Escuela de Filosofía de Oviedo, 14 de enero de 2019 http://fgbueno.es/act/efo179.htm

Brujas y razón inquisitorial

Libertad Digital 17/01/2019:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/historia-espana/2019-01-17/ivan-velez-brujas-y-razon-inquisitorial-86972/


Brujas y razón inquisitorial

            Desde los ya lejanos días segundorrepublicanos, el alcarreño Monasterio de Santa María de Monsalud, obra cisterciense del siglo XII, ostenta la condición de Monumento Histórico-Artístico. Vinculado en su fundación al monasterio cartujo tarraconense de Scala Dei, de donde procedía su primer abad, Fortún Donato, el monasterio tuvo una gran importancia al situarse en una de las extrematuras castellanas, el limes cristiano, siempre cambiante, que había logrado desplazar hacia el sur el rey Alfonso VIII. A las características propias de todo núcleo monástico se añadía, en este caso la milagrosa presencia de una talla de la Virgen de Monsalud, capaz de curar la rabia, la melancolía del corazón, pero también de neutralizar el mal de ojo y socorrer a los endemoniados, razones por la cual, muchos eran los que hasta allí se llegaban para procurarse tan prodigiosos beneficios. Cada vez más alejado de la frontera castellana y de los privilegios a ella aparejados, el monasterio entró en una fase de decadencia que culminó en la desamortización de Mendizábal de 1836 con su paso a manos privadas, tras el cual el edificio comenzó a languidecer. Casi dos siglos después, el conjunto acogió un uso más propio del reino de la Cultura que del de la Gracia, al convertirse en un museo dedicado a la brujería en la Alcarria. Bajo las bóvedas de ese enclave de la España desolada, se han vuelto a cultivar las esencias negrolegendarias propias de una nación tenida por fanática e intolerante. Brujería e Inquisición conviven en Monsalud rodeadas por dovelas de piedra caliza.
            Más allá del monasterio alcarreño y los réditos económicos que pueda dar tan modesto parque temático, el auge por el interés en la brujería, plenamente visible en la consumista noche de Halloween que ha desplazado a la severa Noche de Difuntos, muestra hasta qué punto la superstición, después del repliegue posconciliar de la Iglesia católica, ha regresado, probablemente para quedarse en forma de escobas y calaveras muy distintas a las vanitas del Barroco. Tal y como puede apreciarse en algunos de los paneles que acompañan a las imágenes expuestas en Monsalud, «la aparición del fenómeno de la brujería surge como respuesta a una serie de fenómenos sin explicación lógica o religiosa. Las pérdidas en las cosechas, los amores fallidos, la desventura o los males de una villa se achacaban a las actividades maléficas de las brujas. También la repetida muerte de recién nacidos, ahogados con signos de violencia. La desgracia requiere un culpable que se busca en el colectivo de las brujas. La justicia religiosa las enjuicia y las tortura pero las condenas se limitan a latigazos y destierro», la brujería es contemplada como una suerte de emanación natural, un remedio frente a lo que se califican como «desgracias», ante el que se alzó la intolerante y rígida «justicia religiosa». Como puede advertirse, el museo mentado se acoge a la interpretación que, especialmente desde los tiempos de la Ilustración, ha hecho fortuna en relación al Santo Oficio.
            Sin embargo, frente a la opinión más extendida, lo cierto es que en la España inquisitorial la ejecución de brujas fue muy inferior a la que se dio en los países de su entorno europeo. Contrariamente al estereotipo comúnmente aceptado, que presenta a la Inquisición como una gigantesca maquinaria al servicio de la tortura y el sadismo, el Santo Oficio dispuso apenas de una veintena de tribunales en los que oficiaban dos o tres inquisidores, a menudo hombres de leyes y en ocasiones teólogos, asistidos por un reducido grupo de colaboradores. Su poder, siempre sometido a controles, era limitado y no le alcanzaba para llegar hasta los lugares más recónditos de una España en gran medida rural. Por otro lado, y para decepción de quienes se deleitan con lenguas de fuego lamiendo los cuerpos de las brujas, la Inquisición se ocupaba de un amplio abanico de delitos que desbordaban tan popular escena. Al margen de la persecución de los judaizantes, verdadero móvil de la implantación de un tribunal que con tan buenos ojos fue visto por conversos sinceros, el Santo Oficio tenía potestad para perseguir la bigamia, la prostitución y el proxenetismo, las violaciones, la pederastia, pero también la falsificación de moneda o el contrabando. O lo que es lo mismo, la Inquisición combatió una amplia casuística ligada a la alcahuetería y a otros procederes que nada tenían que ver con el culto a Satán. Ello explica el escaso número de brujas, entendidas como relacionadas con la contrafigura divina, que fueron arrojadas al fuego en España. Si la suma total de víctimas de la Inquisición oscila dentro de una horquilla que va de las 1.346 ejecuciones según los cálculos de Jaime Contreras, a las aproximadamente 3.000 víctimas que maneja Henry Kamen, el número de brujas ultimadas se redujo a varias decenas. La brujería, por lo tanto, no fue el delito que más reos entregó a la hoguera, por más que esa imagen goce del favor cinematográfico.
            En lo tocante a la persecución de las brujas, la apoteosis inquisitorial se alcanzó con el Auto Fe de Logroño, celebrado en noviembre de 1610. La jornada estuvo presidida por el inquisidor general, Alonso Becerra Holguín, auxiliado por los licenciados Juan Valle Alvarado y Alonso de Salazar y Frías, que destacó por su prudencia a la hora de abordar los hechos a los que tuvo que enfrentarse. Ante la multitud congregada, el Auto dio comienzo con una procesión presidida por el pendón del Santo Oficio, seguido por clérigos de varias órdenes. Cerraba el grupo la Santa Cruz verde, precedida por músicos. Debemos la minuciosa descripción de la ceremonia al doctor Vergara de Porres:

«Lo primero, cincuenta y tres personas que fueron sacadas al Auto en esta forma: Veinte y un hombres y mujeres que iban en forma y con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas, sin cinto y con una vela de cera en las manos, y los seis de ellos con sogas a la garganta, con lo cual se significa que habian de ser azotados. Luego se seguian otras veinte y una personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de reconciliados, que también llevaban sus velas en las manos, y algunos sogas a la garganta. Luego iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos de relajados, y otros cinco ataudes con los huesos de las personas que se significaban por aquellas estatuas. y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos alguaciles de la Inquisicion, con tan buen órden y lucidos trajes los de los penitentes, que era cosa muy de ver. Tras ellos iba, entre cuatro secretarios de la Inquisicion en muy lucidos caballos, una acémila, que en un cofre guarnecido de terciopelo llevaba las sentencias […] aquel primero dia se leyeron las sentencias de las once personas que fueron relajadas a la justicia seglar, que por ser tan largas y de cosas tan estraordinarias ocuparon todo el dia hasta que queria anochecer, que la dicha justicia seglar se entregó de ellas, y las llevó a quemar, seis en personas y las cinco estatuas con sus huesos, por haber sido negativas, convencidas de que eran brujas y habian cometido grandes maldades. Escepto una que se llamaba María de Zozaya, que fué confitente, y su sentencia de las mas notables y espantosas de cuantas allí se leyeron. y por haber sido maestra y haber hecho brujos a gran multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, aunque fué confitente, se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y dogmatizadora.»

Reanudado el proceso:

«Uno de ellos fué desterrado de todo el distrito de la Inquisición, y el otro que pagase y restituyese gran cantidad de dinero que habia estafado con embustes y maldades que cometió socolor del santo Oficio; diéronsele doscientos azotes, y fué desterrado perpetuamente de todo el distrito de la Inquisicion, y los cinco años a las galeras, a remo y sin sueldo. Otros seis fueron castigados por blasfemos con diversas penas. Otros ocho, por diversas proposiciones heréticas, fueron castigados con abjuracion de levi, destierro y otros castigos, conforme a la gravedad de sus delitos. Otros seis, cristianos nuevos de judíos, los cuatro de ellos porque guardaban los sábados, y en ellos se ponían camisas y cuellos limpios y mejores vestidos, y hacian otras ceremonias de la ley de Moysén, abjuraron de levi con destierro y otras penitencias; y otro porque habia cantado diversas veces este cantar: “Si es venido, no es venido,/El Mesías prometido,/Que no es venido”, y por otras proposiciones erróneas que habia dicho, fué castigado con la misma pena. El otro, por haber sido judío judaizante por tiempo de veinte y cinco años, y haber pedido misericordia con lágrimas y demostración de arrependimiento, fué admitido a reconciliacion con sambenito y cárcel, en la casa de la penitencia del santo Oficio. Un moro, que confesó haberlo sido con apostasía, fué reconciliado con sambenito y cárcel perpetua. Otro, por haber sido luterano, creyendo y teniendo proposiciones de la secta de Lutero, fué también reconciliado con sambenito y cárcel perpetua, y se le dieron cien azotes. Las diez y ocho personas restantes fueron reconciliadas por haber sido toda su vida de la seta de los brujos, buenas confitentes, y que con lágrimas habian pedido misericordia, y que querian volverse a la fe de los cristianos. Leyéronse en sus sentencias cosas tan horrendas y espantosas, cuales nunca se han visto; y fué tanto lo que hubo que relatar, que ocupó todo el dia dende que amaneció hasta que llegó la noche, que los señores inquisidores fueron mandando cercenar muchas de las relaciones, porque se pudiesen acabar en aquel dia. Con todas las dichas personas se usó de mucha misericordia, llevando consideracion mucho mas al arrepentimiento de sus culpas que a la gravedad de sus delitos y al tiempo en que comenzaron a confesar; agrávandoles el castigo a los que confesaban mas tarde, segun la rebeldía que cada cual habia tenido en sus confesiones.
Acabado el Auto al punto que anochecia, las veinte y una personas que habian de ser reconciliadas fueron llevadas a las gradas de la parte donde estaba el dosel y tribunal del santo Oficio, y puestos de rodillas en la grada mas alta, se hizo un solemnísimo y devotisimo acto, con que fueron recibidas a reconciliacion, y absueltas de la escomunion en que estaban por el señor doctor Alonso Becerra y Holguin, inquisidor mas antiguo; y esto se hizo con tan grande gravedad y autoridad, que toda la multitud de gente estaba admirada y suspensa con la grande devocion.»

El Auto de Fe de Logroño condenó a las pretendidas y célebres brujas, apenas siete mujeres autoras de grandes «maldades», de Zugarramurdi. Entre ellas destacaba la «confitente», es decir, «confesante» María de Zozaya. Debido a sus prácticas, pero también a su brujeril proselitismo, que alcanzó a niños y –maravíllese el lector con la temprana perspectiva de género empleada por el doctor Vergara- y niñas, Zozaya fue entregada a las llamas, sin embargo, aquella jornada terminó con masivos actos de reinserción, pues los denunciados inicialmente alcanzaban la cifra de trescientas personas. El Auto de Fe de Logroño tuvo gran trascendencia. Alonso de Salazar Frías, después de recorrer los territorios donde supuestamente se avecindaban las brujas, señaló la imposibilidad de la existencia de éstas y de sus pactos con Satán, atribuyendo tal creencia a influencias francesas encabezadas por el clérigo cazador de brujas y miembro del Consejo de Estado, Pedro De Lancre. Salazar también rechazó las declaraciones de los niños -1.384 de un total de 1.802-, atribuyendo las acusaciones hechas por los infantes a su fértil imaginación. En su informe, Frías introdujo dos afirmaciones que muestran bien a las claras la posición mayoritaria adoptada por el Santo Oficio en relación a las brujas, unas conclusiones que ha de tener en cuenta todo aquel que visite Monsalud: «No he encontrado una sola prueba, ni incluso la más mínima indicación que inferir un acto de brujería» y «no hubo brujos ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y hablar de ellos».

Fisuras progresistas

El Debate 19/01/2019:
https://eldebate.es/politica-de-estado/fisuras-progresistas-20190119

Fisuras progresistas

            El pasado jueves, dos noticias sacudieron la actualidad de las principales formaciones políticas españolas que se reclaman «de izquierdas» o «progresistas». Dentro del partido que hace tiempo olvidó los círculos de los que decía proceder, su indiscutido líder, abrumadoramente respaldado por unas recientes votaciones internas, hubo de interrumpir su permiso de paternidad para hacer frente a una crisis desatada por su otrora amigo y compañero de hostigamientos universitarios. En el día en que se cumplían cinco años de la fundación del autodefinido como «partido de la gente», Íñigo Errejón, en una decisión previsible desde que Iglesias le relegara, hizo pública su intención de pugnar por el poder madrileño integrado dentro de las filas de Más Madrid, razón por la cual, quien trocara el póster de Pulp Fiction y la botella de Fairy que formaban parte de su hogar vallecano, por la tinaja y la piscina de un chalet, vulgo casoplón, en la exclusiva zona Galapagar, se apresuró a regresar a la palestra mediática para manifestar, con su habitual sentimentalismo, que tratará de volver a derrotar a Errejón en un escenario más amplio que el de Vistalegre.
            Si esto ha pasado dentro del mundo podemítico, sin que pueda descartarse por completo una escisión por parte de algunos miembros de la corriente anticapitalista o incluso un improbable movimiento dentro de las famélicas filas de Izquierda Unida, el PSOE también vivió una jornada de suave agitación motivada por la votación celebrada en la Asamblea de Extremadura, región que, en una evocación de aquellas Hurdes que dejara en el celuloide Luis Buñuel, ha vuelto recientemente a la actualidad a causa del paupérrimo estado de su red ferroviaria. La iniciativa, que contó con la única oposición de Podemos, partió de las filas del Partido Popular y pedía a Pedro Sánchez la aplicación, con mayor intensión y extensión que la empleada por Rajoy, del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. En el escrito sometido a votación, se instaba al control de la televisión pública catalana, en aras de una desusada imparcialidad, pero también la asunción de las competencias de Educación y Seguridad Pública para velar por «los intereses de todos los ciudadanos de Cataluña, entre los que se encuentran miles de extremeños, sin exclusiones ni sectarismos». En este contexto, ha sorprendido la postura del PSOE de Extremadura que, al mostrarse favorable a tales medidas, ha dado la espalda, al menos retórica y mediáticamente al Gobierno socialista a cuya estabilidad contribuye con un puñado de diputados.
            Lo ocurrido en el hemiciclo emeritense se presta, como todo gesto escenificado en un escenario tan distinguido, a interpretaciones sujetas al punto de vista desde el que se aborde el análisis. El primero de ellos nos mantendría en la escala regional, es decir, dentro de la pugna entre dos regiones que acusan los efectos de las enormes asimetrías, todavía insuficientes para los colectivos hispanos e hispanófobos más rapaces, a las que ha conducido el elogiado Estado de las Autonomías. Dicho de otro modo, el Estado autonómico ha comenzado a mostrar el verdadero rostro para la cual fue diseñado, en forma de descarrilamientos, despoblación y cristalización de una ingente masa funcionarial como la que caracteriza a la propia Extremadura. Son precisamente esas desigualdades, palpables cuando se cotejan las vías férreas, las que impulsan quejas como la comentada, que sugieren un enfrentamiento interregional. En definitiva, y este es uno de los efectos más nocivos del actual panorama político, la Extremadura autonómica, que fértil en hombres destacadísimos en la Historia de España, no adquirió en 1978 la viscosa condición de «nacionalidad», pese a contar actualmente con instituciones que replican las de escala nacional, ve cómo el actual Gobierno mercadea con los Presupuestos Generales de Estado para contentar al sector lazi de Cataluña, amplio colectivo especializado en el chantaje al irresponsable Gobierno central de turno.
            La votación de la Asamblea de Extremadura, señala, por lo tanto, al Presidente del Gobierno, el mismo que esta misma semana ha exhibido en Estrasburgo su fe europeísta, y por ende, federalista, estructura que tan bien suena en amplios sectores de nuestra partitocracia. Un Pedro Sánchez que debe su cargo a los sectores a los que trata de contentar con todo tipo de gestos y con una ingente cantidad de dinero que desde la tierra de la Virgen de Guadalupe y de Robe Iniesta, se percibe como la compra de más noches en La Moncloa. El conflicto interregional que ha aflorado en Extremadura, que ha unido a los partidos que hasta la fecha se niegan a aceptar el derecho de autodeterminación, se suma a acuerdos semejantes, como el que hace meses unió a aquellos presidentes autonómicos encargados de gestionar y atender a la célebre España vacía. El hartazgo de muchos españoles que ven cómo tras cada deslealtad se obtienen grandes réditos, empieza incluso a cundir entre quienes nutren las filas de los partidos mayoritarios, las de aquellos que han de atender las necesidades que aquejan a las tierras alejadas de la Carrera de San Jerónimo. La posibilidad de que en una eventual votación los diputados extremeños rompieran la disciplina de voto, solo parece frenarse ante la última frontera del político español: el sectarismo.

Banderita andaluza

El Debate 12/01/2019:
https://eldebate.es/politica-de-estado/banderita-andaluza-20190112


Banderita andaluza

            «Los socialistas en #Andalucía somos la garantía de la igualdad, la justicia social y la defensa de la bandera blanca y verde. Con la fuerza del millón de andaluces que apoyaron al @psoedeandalucia, continuaremos defendiendo los derechos de todos y todas en nuestra tierra». El sol se había puesto el pasado 9 de enero cuando Susana Díaz Pacheco, presidenta de la Junta de Andalucía durante el último lustro, lanzó a twitter tan esperanzador mensaje frente al apocalíptico futuro que, según parece, amenaza a la mayor parte de los andaluces, excepción hecha de los preclaros votantes, un millón, que mantuvieron su fe en la antaño catequista trianera.
            Más allá de la pataleta que puede adivinarse tras el gorjeo de la principal opositora de Pedro Sánchez, papel que acaso comience a quebrarse cuando quede convertida en opositora de Moreno Bonilla, en su tuit destaca la defensa de la bandera blanca y verde que, si hemos de hacer caso a Wikipedia, siempre acompañó a la Díaz, al menos desde aquellas tardes de domingo en las que se sentaba en las gradas del Benito Villamarín. Militante del PSOE desde antes de alcanzar la mayoría de edad, apoyada por la vieja guardia que custodia las añejas esencias del «clan de la tortilla», Susana Díaz, la alternativa más españolista de un partido que en Andalucía ha llegado a ver precedidas sus siglas por un «la» que sugiere unas colocaciones muy diferentes a las que aconsejaba Tierno Galván, no ha dudado en hacer flamear la enseña verdiblanca en lugar de la española. Un cambio textil que, sin duda, busca el enfrenamiento con el verde voxiano y, por ende, con los otros dos partidos que han admitido, de manera desigual, los votos de los de Abascal. Doña Susana, en suma, se nos ha arrancado por autonomías.
            Omnipresentes dentro de las estructuras protoestatales que ha propiciado el desarrollo de la Constitución de 1978, las banderas autonómicas parecen haber existido desde siempre y razones no faltan para creerlo si nos fijamos, por ejemplo, en la de Aragón, región a la que se hurta su condición de «histórica» frente a, por ejemplo, la comunidad catalana, cuyo territorio formó parte de la Corona de Aragón, falseada por los pseudohistoriadores orgánicos subvencionados como Corona Catalanoaragonesa. Sea como fuere, la enseña andaluza no fue una creación posfranquista, pero tampoco un diseño que haya que buscar en la noche de tiempos. En definitiva, si las Vascongadas autonomizadas adoptaron la anglófila bandera confeccionada por los sastres del PNV, la bandera que ahora pretende enarbolar en exclusiva Susana Díaz, tiene también unas manos reconocibles, las de los que participaron en el Congreso de Ronda en 1918.
            Fue el muladí Blas Infante, cuya nueva fe mahomenata fue hecha pública el 15 de septiembre de 1924, quien inspiró un diseño en el que las franjas verdes arrastran el adjetivo «omeya», tonalidad propia de quien se hizo llamar Ahmad, y al que la bala de su fusilamiento en Coria del Río, puso fin a su vida. Los planes califales de Infante, más allá de su realismo, buscaban la vuelta a un pasado idílico, pues el notario rechazaba incluso la idea de la invasión árabe. A su romántico parecer, los refinados árabes habrían poco menos que seducido a los habitantes de la Península y después habrían impuesto su superior civilización frente a la tosquedad visigótica precedente, interpretación esta, combatida entre otros por Serafín Fanjul, que ha tenido diversos cultivadores, desde el falangista Ignacio Olagüe a González Ferrín. El término yihad, es interpretado por quienes se adscriben a esta corriente, como una suerte de lucha interior o esfuerzo.
            Los vínculos de las franjas verdiblancas andaluzas con el islam son inequívocos y dan cuenta de hasta qué punto los movimientos que han dado lugar a nacionalismos fragmentarios, por más que la estrella que algunos insertan en la bandera mentada sea menos refulgente que la comúnmente llamada estelada, hunden sus raíces en contenidos culturales que buscan obsesivamente distanciarse de los que caracterizaron la nación histórica española, de la que no formaron parte los hijos de Alá. Convertida en símbolo omnipresente en la administración construida por una Junta de Andalucía siempre en poder del PSOE que le dio forma, la bandera en la que hoy se envuelve doña Susana parece, no obstante, tener una dimensiones inferiores a las que necesitaría para cubrir lo que se presume como una amplísima red de instituciones muy asentadas en el paisaje andaluz durante las últimas cuatro décadas: los chiringuitos.

El regreso de Nuestro señor el desollado

El Debate 5/01/2019:
https://eldebate.es/soberania/el-regreso-de-nuestro-senor-el-desollado-20190105


El regreso de Nuestro señor el desollado

            En 2015, el hallazgo de los restos del gran tzompantli que acompañaba al Templo Mayor de Tenochtitlan supuso la verificación, por la vía arqueológica, de las crónicas de los españoles, textos que para los cultivadores de la leyenda negra son siempre susceptibles de estar repletos de mentiras y de justificaciones de las acciones –lúbricas, codiciosas, crueles- de los españoles en el Nuevo Mundo. A pesar de la suavidad de su significado –tzompantli quiere decir «estandarte de cabellos»- las estructuras que sobrecogieron a los españoles en su penetración hacia la capital del Imperio mexica, consistían en una suerte de andamios en los quedaban insertadas por sus parietales los cráneos los sacrificados, a los que, después de abrirles el pecho con el filo del sílex, se les extraía el corazón para ofrecer al sol su «vaho». El tzompantli encontrado en la bajo el suelo de la actual calle de Guatemala es el que recogía las calaveras de los sacrificados en honor al dios Huitzilopochtli. Señor de la caza y de la guerra, también llamado «El Colibrí Azul», aquel al que los españoles llamaron Huichilobos era el dios tutelar de los mexicas, que temían un final catastrófico anticipado por vientos, incendios, inundaciones y terremotos que precederían a la llegada de seres monstruosos. Un fin sólo aplazable mediante el constante suministro a los dioses de sangre humana y de ocasionales ofrendas de bellos objetos. La aparición de las reliquias óseas en el subsuelo de la Ciudad de México vino a corroborar lo visto y narrado por los conquistadores hace casi medio mileno.
            El arranque de un año tan importante como 2019, en el que se cumplen quinientos años desde que Cortés y su compañía pisaran las calzadas de Tenochtitlan para ver el rostro de Moctezuma, el huey tlatoani, el hombre que hablaba con los dioses, ha ofrecido ya una noticia que evoca la descrita. Según se ha podido saber por la prensa, un grupo de arqueólogos ha descubierto el primer templo dedicado a Xipe Tótec -«Nuestro señor desollado»- dios vinculado a la fertilidad. Dos cráneos pétreos despellejados y un torso cubierto con la piel de un sacrificado, han aparecido en el Estado de Puebla junto a las ruinas del templo de Ndachjian-Tehuacán, datadas entre los años 1000 y 1260. La aparición de estos vestigios relacionados con Xipe Tótec, constituyen un excelente pretexto para esbozar los perfiles de esta importante deidad del panteón prehispánico, de la que se conservan representaciones en los códices. En ellas vemos una figura que sostiene con una mano un chicahuaztli, es decir, un instrumento parecido a un gran sonajero con el que producía un ruido que evocaba el de la lluvia, mientras en la otra aparece un cuchillo de pedernal ensangrentado. Las dos manos que manejan esos instrumentos no son, sin embargo, las únicas que podemos observar, pues en su figura aparecen otras dos que cuelgan de sus antebrazos. Se trata de las de pertenecientes al pellejo vuelto, con grumos de sangre representados por puntos rojos, de un sacrificado. Tan peculiar como macabra vestimenta se explica por el hecho de que Xipe Tótec representa la renovación, la repetición de los ciclos agrícolas, la muda de piel y pelaje de los animales. Como a menudo ocurre con las deidades adscritas a las religiones secundarias que sucedieron a los animales divinos, que tomaron elementos de estos últimos, los dioses zoomorfos venían acompañados por una fuerte carga alegórica. Ello explica el hecho de que los cueros de los desafortunados que terminaban sus días en la piedra sacrificial, fueran interpretadas como una suerte de hojas secas de una mazorca de maíz que han de retirarse para que la semilla germine.
            La llegada de los españoles, de los cristianos, al Anáhuac, impuso el cese de los martirios  incorporados a las ceremonias religiosas que se desarrollaban en unos templos que, por la costra de sangre que tapizaba sus paredes, recordó a Bernal «los mataderos de Castilla». El sacrificio humano y otras prácticas «contra natura», fueron paulatinamente barridas del virreinato de la Nueva España, para dar paso a un sincretismo aconsejado por la prudencia de unos eclesiásticos que trataron de ir más allá de la iconoclasia. La construcción de iglesias corrió paralela a la ruina de unos templos que muchos hombres, entre ellos Cortés, los consideraban construcciones diabólicas. Prueba de ello son las palabras que Francisco Cervantes de Salazar atribuyó al de Medellín cuando ascendió a la plataforma que coronaba el Templo Mayor. Allí, don Hernando dijo: «Verdaderamente, me da el corazón que desde aquí se han de conquistar grandes reinos y señoríos, porque aquí está la cabeza donde el demonio principalmente tiene su silla».

Centinela contra misioneros

El Debate 29/12/2018:
https://eldebate.es/identidad/centinela-contra-misioneros-20181229


Centinela contra misioneros

            Hace algo más de un mes, la prensa mundial se hizo eco de la muerte de John Allen Chau a manos de los indios flechadores de la isla de Sentinel –Centinela en español-, enclave que constituye una suerte de cápsula del tiempo antropológico en la que viven aislados de todo contacto exterior los descendientes de los primeros humanos que salieron con éxito fuera de África hace aproximadamente 60.000 años. Bajo la coartada profiláctica, Survival International trata de preservar a esta fiera sociedad de una epidemia que pudiera poner fin a un colectivo que sobrevivió a las campañas que diezmaron a numerosas tribus en los tiempos de la ocupación colonial británica. Tal es la fragilidad de los aborígenes que, desde hace un año, el gobierno de la India prohibió, so pena de una condena de prisión de hasta tres años, la toma de fotografías o de vídeos de estos naturales. Sin embargo, la fuerza de tan severa prohibición no fue obstáculo para que el norteamericano Chau, movido por la fe en Jesús, pisara la isla en la que su figura terminó por adoptar los perfiles de un san Sebastián contemporáneo pues, en efecto, al igual que el efébico santo que tantas pasiones ha movido, el joven, de 27 años, cerró su vida protagonizando un martirologio. Asaeteado, su cuerpo cayó sobre la arena de la playa de Sentinel, sin poder siquiera comenzar su apostolado.
            Chau, integrado en All Nations Family, estaba convencido de la inminente segunda llegada de Jesús y, de algún modo, su acción suicida trató de desencadenar la parousía en la que creía firmemente. No en vano, All Nations Family, está adherida al Pacto de Lausanne en el que se afirma: «Creemos que Jesús regresará personal y visiblemente, en poder y gloria, para consumar su salvación y su juicio. Esta promesa de su venida es un estímulo adicional para nuestro evangelismo, porque recordamos sus palabras de que el evangelio debe predicarse primero a todas las naciones». A esta última tarea se aplicó ardorosamente Allen, con el resultado por todos conocido.
            La muerte del misionero de Washington evoca, de algún modo, a Bartolomé de Las Casas, pues el tardío dominico sevillano, inflamado por «la voz que clama en el desierto» de fray Antonio de Montesinos, también trató de mantener a los indios –los del Nuevo Mundo- en una suerte de Edad de Oro, liberándolos de unos penosos trabajos de los que deberían ocuparse los esclavos negros, color de piel, por cierto, de quienes ultimaron a Allen. Imbuido por una armonismo y un pacifismo sin límites, Las Casas, gran proveedor de materia negrolegendaria de los enemigos del Imperio español, obtuvo un permiso para tratar de implantar una nueva sociedad despojada de los vicios asentados en la vieja Europa. El lugar en el que se le permitió implantar su particular visión fue un terreno de unas doscientas lenguas de extensión en la venezolana Cumaná. Allí, su fértil imaginación proyectó la creación de una nueva orden militar compuesta por caballeros de espuelas doradas. Sustentado por misioneros, el experimento, sin embargo, fracasó estrepitosamente.
            Aquel revés no arredró a Las Casas, quien, a partir de 1537 puso en marcha otra experiencia parecida: la de la Vera Paz, con similar final, pues los indios lacandones, lejos de ser los mansos corderos de los que hablaba en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, acabaron con la vida de algunos misioneros y se resistieron a abandonar la idolatría y otras prácticas bárbaras. Años más tarde, los discípulos del Obispo de Chiapas impulsaron un nuevo ensayo. El encargado de llevarlo a cabo fue su compañero de orden Luis de Cáncer que, en 1549, encabezó una expedición a La Florida en la que encontró la muerte a manos de aquellos a los que pretendía hacer llegar la fe católica.
            Con vidas en cierto modo paralelas, los trágicos finales de Cáncer y Allen nos recuerdan que la cruz siempre necesitó del respaldo, más o menos explícito, de la espada.

La cara tostadita de la Navidad

El Debate 22/12/2018
https://eldebate.es/crisis-de-valores/la-cara-tostadita-de-la-navidad-20181222


La cara tostadita de la Navidad

Si la Virgen fuera andina
y san José de los llanos
el Niño Jesús sería
un niño venezolano.

Tendría los ojos negritos
quién sabe si aguarapados
y la cara tostadita
del sol de por estos lados.

Él crecería en la montaña
cabalgaría por los llanos
cantándole a las estrellas
con su cuatrico en la mano.

            Este y otros muchos villancicos compuestos en Hispanoamérica, dan cuenta de los ajustes y contextualizaciones realizados por la Iglesia Católica después de su desembarco en un Nuevo Mundo que no había recibido la palabra de Dios… o que la había recibido en un tiempo tan remoto que las tinieblas heréticas con que se toparon los clérigos hispanos habían conseguido distorsionar hasta hacerla irreconocible. En efecto, cuando los primeros religiosos pisaron Tierra Firme hubieron de enfrentarse a una realidad incompatible con el canon católico. La idolatría y una serie de crímenes «contra natura», debían ser erradicados, sin bien, el método más eficaz para alcanzar tal objetivo, fue materia de discusión. La conquista debía tener una dimensión política –«Por Dios hacia el Imperio»-, pero también religiosa –«Por el Imperio hacia Dios»- y fue ese complicado equilibrio el que marcó, con diferentes intereses y diversos grupos humanos involucrados, el tiempo abierto desde el momento en el que un navegante genovés echó sus anclas en un archipiélago que constituyó la antesala de un continente inesperado.
            Los retos que planteaba aquella realidad eran enormes, comenzando por la circunstancia de que la palabra divina debía ser comunicada de algún modo inteligible a unos naturales que no sólo desconocían a Nebrija, sino que, además, carecían de unas coordenadas ontológicas capaces de asumir dogmas como el de la Santísima Trinidad. La lengua –castellana- era compañera del Imperio, si bien existían objetivos menos temporales que los representados por la espada: los de la cruz. Ello determinó que los hombres dedicados al cultivo de la esfera espiritual optaran a menudo por el latín y las lenguas indígenas, en detrimento de la lengua empleada por los oficiales de la Corona. El resultado fue la confección de vocabularios, gramáticas y catecismos apoyados precisamente en la obra y metodología de Nebrija. La lingüística misionera española supone una obra monumental, que sirvió, en suma, para salvaguardar numerosas lenguas ágrafas.
            Si la necesidad de buscar un vehículo lingüístico para trasmitir la fe católica a los naturales provocó estos efectos, el traslado de devociones produjo otros no menos interesantes, entre los que destacan los vinculados a la implantación de los cultos marianos. Sirva como ejemplo lo ocurrido después de la catastrófica Noche Triste. Durante aquella jornada, Juan Rodríguez Villafuerte, que había pasado desde Las Antillas acompañado por una imagen de la Virgen de los Remedios regalada por su hermano agustino, la depositó entre unas piedras. Tiempo después, aquella Señora, que había cegado con puñados de tierra a los gentiles mexicas para favorecer a los católicos, fue hallada por el indio don Juan, cacique noble cristianizado. El hallazgo dio pie para levantar un templo que gozó de gran popularidad, aunque, naturalmente, muy inferior a la que concitó el Tepeyac, lugar donde hoy se concentra el culto a la Virgen de Guadalupe, emblema mexicano que desborda los predios de la fe, pues no ha de olvidarse que la Guadalupana ondeó en el estandarte bajo el que lanzó su grito Miguel Hidalgo y Costilla en la iglesia de Atotonilco.
            Casi como un preámbulo navideño, el doce de diciembre de 1531, diez años después de la pacificación de la ciudad de México, Juan Diego Cuauhtlatoatzin, que había experimentado hasta cuatro mariofonías, se presentó como embajador de la virgen ante el obispo Zumárraga, que pudo ver la imagen divina sobre la tilma del piadoso indio. Impresionado por aquel suceso, el prelado autorizó la erección de un lugar de culto para una virgen que en España contaba con un santuario de enorme importancia. Si en Extremadura se adoraba a una pequeña y oscura virgen sedente de estilo románico, en la Nueva España, la Virgen de Guadalupe, se mantiene sobre las fibras de agave, mostrando el mundo un rostro moreno, espejo del mayor logro del Imperio español, el mestizaje –«la cara tostadita»- al que se alude en el villancico que abre esta pieza.

Zaragoza 1118, nueve siglos de su toma

El Debate 15/12/2018:
https://eldebate.es/rigor-historico/zaragoza-1118-nueve-siglos-de-su-toma-20181215


Zaragoza 1118, nueve siglos de su toma

            El próximo 18 de diciembre se cumplirán nueve siglos desde que Alfonso I, el Batallador, conquistara la ciudad de Zaragoza. La vieja Caesar Augusta, en poder de los almorávides, por fin caía del lado cristiano después de haber resistido a las campañas encabezadas por Alfonso VI de León en 1086 o Sancho Ramírez de Aragón en 1091. A pesar de la resistencia de la ciudad, desde Huesca y Barbastro, el reino aragonés se había expandido sobre la taifa que ocupaba el valle del Ebro. Fue en ese contexto en el que el término «extrematura» comenzó a sustituirse por otro de carácter bélico: «frontera». Tal y como demostró Pablo Dorronzoro Ramírez, a finales de su reinado, en 1059, el primer monarca aragonés, Ramiro I, ya empleó tal vocablo.
            Junto al poder ostentado por los sucesores de Ramiro I, la corona aragonesa creció fuertemente vinculada al poder eclesiástico, a sus obispos, pero también a Roma, por su condición reino vasallo, circunstancia que la distingue de los reinos castellanos y leoneses. No hemos de olvidar que la invención del sepulcro de Santiago por parte de Alfonso II, el Casto, y el obispo Teodomiro, sirvió para tomar distancias con el Papado. Distancias que, con Bernardo del Carpio como elemento principal, también se marcaron con respecto a Francia. La menor entidad del reino aragonés determinó que los obispos participaran en unas campañas militares que tenían carácter de cruzada. La misma conquista de Zaragoza se impulsó después de un concilio celebrado en la primavera de 1118 en Toulouse, que otorgó honores de cruzada a una campaña en la cual se integraron numerosos franceses, algunos de ellos, presentes en la Cruzada de Jerusalén de 1099. En apoyo del contingente militar, desde Roma llegó la indulgencia papal concedida por Gelasio II en diciembre de 1118. Si el factor religioso fue determinante en la configuración de la tropa, años antes lo había sido en la formación del propio Alfonso Sánchez, que fue tutelado en Jaca por Esteban de Huesca, obispo de la sede catedralicia jacetana desde 1099.
            Habitada por 25.000 almas, Zaragoza, dominada por el poder almorávide, sintió el vacío que dejó la muerte, en 1116, de su último gobernante africano, Ibn Tífilwít. Su fallecimiento precipitó la reacción cristiana. El asedio, en el que participaron, aragoneses, franceses, castellanos, navarros y catalanes, comenzó en mayo de 1118, antes incluso, de la llegada de Alfonso I desde Castilla. La razón de la inicial ausencia del rey aragonés hemos de buscarla en su matrimonio con Urraca I de León. Fue este enlace el que permitió que Alfonso se hiciera llamar, entre 1109 y 1127, «emperador de León y rey de toda España» o «emperador de todas las Españas». En las capitulaciones de esponsales, Urraca y Alfonso acordaron designarse recíprocamente en soberana potestas en las posesiones del otro, circunstancia que de algún modo anticipa lo ocurrido con el matrimonio de los Reyes Católicos. El pacto nupcial también incluyó que si el matrimonio tenía descendencia, el hijo sería el heredero y relegaría al primogénito del matrimonio de Urraca con Raimundo de Borgoña, Alfonso Raimúndez, que perdería sus derechos al trono de León. Entre los contrarios a estos acuerdos destacaron los nobles gallegos, encabezados por el Obispo de Santiago de Compostela, Diego Gelmírez, partidarios del infante Alfonso Raimúndez, que finalmente ocupó el trono de los reinos de León y Castilla y pasó a la Historia como Alfonso VII, el Emperador, dando continuidad a la condición, en absoluto psicologista, de su padrastro. Como demuestra la continuidad del título, la carga imperial, cayó siempre del lado castellano-leonés. En efecto, el 26 de mayo de 1135, Alfonso, hijo de Urraca, se hizo coronar en la Catedral de León ​como Imperator totius Hispaniae. La ceremonia la ofició el obispo Arriano ante el enviado del papa Inocencio II. Durante la misma, el emperador recibió el homenaje de su cuñado Ramón IV, conde de Barcelona, de su primo, el rey García Ramírez de Pamplona, del conde de Tolosa, de los embajadores de Gascuña, del señor de Montpelier, e incluso de algunos caudillos musulmanes.
            Hechas estas consideraciones, es preciso regresar al cerco de Zaragoza. En ayuda de sus compañeros de fe, numerosas fuerzas almorávides acudieron a la ciudad ribereña del Ebro. Sin embargo, el gobernador granadino, Abd Allah ibn Mazdali, principal apoyo de los asediados, falleció el 16 de noviembre. Su muerte decanto la balanza hacia el lado cristiano, cuyas filas habían sido abandonadas por algunos señores franceses, cuyo hueco fue cubierto por mendigos a los que el obispo Esteban entregó sus tesoros. Rendida por el hambre, Zaragoza quedó en poder de los cristianos el 18 de diciembre de 1118. En las capitulaciones se dio a los musulmanes un plazo de un año para abandonar la ciudad e instalarse extramuros, donde podrían seguir practicando su religión.
            La victoria reforzó al rey batallador que, un año más tarde, conquistó Tudela y Tarazona. Con la incorporación de estas plazas, la ciudad de Jaca perdió importancia política. Muerta Urraca sin más descendencia que su primogénito, este ocupó el trono heredado de su madre después de la firma del pacto de Támara. A partir de 1127, el aragonés Alfonso dejó de emplear el rótulo imperial para usar el lema Regnante Adefonsus, Dei gratia rex. A su muerte en 1134, Alfonso I de Aragón legó sus reinos a las órdenes militares. Sus deseos, sin embargo, no fueron aceptados por la nobleza, que eligió a su hermano Ramiro II el Monje en Aragón y a García Ramírez el Restaurador en Navarra. Disuelta la posibilidad unificadora con la anulación de su matrimonio, su propio reino quedó también dividido.

Vox y la extrema derecha (de barrio)

El Mundo 10/12/2018.
https://www.elmundo.es/opinion/2018/12/10/5c0e7440fdddffabb38b471c.html


Vox y la extrema derecha (de barrio)

            El recuento de las papeletas introducidas en las urnas andaluzas el pasado domingo 2 de diciembre, ha ofrecido datos de difícil encaje dentro de los estrechos márgenes en los que a menudo se mueven los adscritos al llamado «análisis político». ¿Cómo explicar el cambio cromático experimentado por Sedella, municipio que se despertó enrojecido y se acostó coloreado de un verde muy distinto al impulsado por el muladí Blas Infante? Si los resultados de Sedella son sorprendentes, los que han arrojado algunas de las zonas más deprimidas de Sevilla son también dignos de atención. En el barrio de la Oliva, colindante con las Tres mil viviendas, patria chica de Pata Negra, donde todavía rasga las cuerdas Emilio, Cara café, el togado Francisco Serrano ha multiplicado por quince los votos cosechados por su partido hace cuatro años. En las Letanías el crecimiento es aún mayor, mientras que en San Jerónimo casi un 10% de sus vecinos, mayoritariamente obreros, han depositado su fe democrática en Vox. En definitiva, se trata de unos porcentajes prácticamente coincidentes con los que la formación de Abascal ha obtenido en la comunidad autónoma, estructura contra la que arremete el bilbaíno. A la luz de estas puntadas estadísticas, cabe cuestionar la mediática identificación que se ha establecido entre Vox y la «extrema derecha», rótulo cargado de estereotipos sociológicos difícilmente compatibles con los de aquellos que viven en los ambientes citados.
            La calificación, de inequívoca carga peyorativa, constituye un apetitoso pretexto para ahondar en el uso y origen de la expresión. Como es bien sabido, la división entre izquierda y derecha nos obliga a visitar la Francia revolucionaria, allí donde comenzó a desarrollarse una geografía política que el tiempo se encargó de extremar. El origen de este orden nos lleva a la sesión del 28 de agosto de 1789 de la Asamblea Nacional, constituida meses antes. En aquella jornada los partidarios del veto real se situaron a la derecha, mientras que los que buscaban un veto atenuado o nulo, lo hicieron a la izquierda. La oposición al veto evidenciaba la realidad de la inversión teológica que venía a romper el orden imperante durante siglos, razón por la cual, la Iglesia católica, con su fino instinto, pero también los sectores monárquicos que habían visto cortocircuitado el pactum translationis, trataron de ponerse al día terminológicamente en todas las naciones históricas europeas. En efecto, décadas más tarde de la aparición de la izquierda liberal en España, nuestra particular y escolástica revolución, la expresión «extrema derecha», en el sentido referido, empezó a convivir con usos vinculados a cuestiones puramente topológicas. El lunes 3 de abril de 1848, el diario monárquico madrileño La Esperanza, incluyó el siguiente fragmento en el artículo que abrió sus páginas: «Si los monárquicos nos hemos puesto al corriente de lo que es censo electoral, y mayoría parlamentaria, y sorteo de secciones, y mensage, y respuesta al mensage, y orden del dia, y discusión de totalidad, y discusión por articulos, y derecha, é izquierda, y estrema izquierda, y extrema derecha, y bancos de enfrente, y banco negro, y comités y clubs, etc. etc.; si todo esto sabemos ya, y sobre ello hemos adquirido alguna facilidad, sea de perorar, sea de redactar cualquier artículo ó correspondencia, también se nos ha olvidado ó no hemos llegado a aprender en nuestras respectivas profesiones lo que nos hacia falla para poder, con el ejercicio de ellas , ser útiles á nuestras familias y semejantes». La polarización entre las derechas y las izquierdas, la consolidación de una jerga todavía vigente, era un hecho.
            Ciento setenta años después, la configuración de los bloques políticos españoles orbita en torno a dualismos tales como el delimitado por el par «democracia/fascismo», etiquetas que, más allá de sus aspectos éticos y estéticos, tienen como fiel de una hipotética balanza, la cuestión nacional o, por mejor decir, la unidad nacional. En este contexto ideológico, el autodenominado demócrata, muchas veces identificado con un izquierdismo nebuloso, indefinido, opondrá escasos argumentos a una secesión oculta y presupuesta bajo la voluntariosa fórmula denominada «derecho a decidir». En el otro lado, aquel que se muestre partidario de mantener la unidad territorial de la nación se convertirá de inmediato en «fascista». Delimitados los bloques, tan sólo quedaría por establecer una gradación en la intensidad, necesariamente derechista, entre quienes se oponen la balcanización de España y su entrega a las élites regionales y a las grandes corporaciones, que no otra cosa se produciría tras la llamada «autodeterminación». Una aplicación de tal método clasificatorio explica el hecho de que Vox haya sido situado en el extremo derechista pues, no contento con apostar por la unidad territorial y denunciar a quienes tratan de erosionarla mediante escaramuzas golpistas, el partido de Abascal arremete programáticamente contra las autonomías, estructuras necesarias para crear las condiciones necesarias para la construcción de pseudoestados.
            Todo ello, unido a la sorpresa electoral del primer domingo de diciembre, explica la sobreactuada reacción de Pablo Iglesias Turrión, cabeza visible de un subproducto partitocrático que representa la quintaesencia del régimen del 78. Flanqueado por los suyos, ante las cámaras en las que ha apoyado –lean su confesión en la conversación que da cuerpo a Nudo España- su éxito político, la voz teñida de circunspección del podemita, lanzó una «alerta antifascista». Moviéndose dentro de su habitual esquematismo, el profesor agitó las calles contra un partido que, según su particular interpretación, habría venido a sacar del armario fascista, aromatizado por esencias franquistas, a nada menos que 400.000 adultos andaluces, emboscados a la espera de la menor oportunidad de encontrar una plataforma en la cual dar cauce a su xenofobia y racismo. La reacción no se hizo esperar. Apenas unas horas más tarde del llamamiento, algunas ciudades se llenaron de ardorosos antifascistas capaces de hacer ondear la centralista bandera de la URSS junto a las de las pretendidas repúblicas andaluza y catalana. La cuestión nacional de nuevo en la calles, pues tales banderas, las estrelladas, se mueven al compás de una idea de España entendida como prisión de naciones, identitarias, por supuesto. Unas naciones cuya existencia estaría también amparada por unos derechos históricos que plantean la cabalgable contradicción de tener un origen monárquico, pues era el rey quien concedía los fueros.
            En este contexto, tras la celebración de unas elecciones impecables en su aspecto procedimental, ¿qué sentido, más allá del acusatorio, tiene calificar a Vox como partido de extrema derecha? Si no nos equivocamos, el programa económico del partido de Abascal tiene un sesgo mucho más liberal que estatalista. Si no erramos, Vox es partidario de la preservación de determinadas tradiciones, algunas de ellas ligadas a la Iglesia católica, concesión impensable en la Italia mussoliniana. Si no hemos entendido mal a sus dirigentes, el control de la inmigración no responde a un instintivo rechazo al extranjero, sino a al más puro realismo político.
            Si comenzábamos en Sevilla, queremos terminar nuestro viaje en Cádiz, donde Vox ha pasado de 2.000 a los 57.279 votos, el 11,25% de una provincia que ha dado innumerables artistas flamencos. Uno de ellos, Tomasito, representa una heterodoxia que le permite colaborar con músicos de diversos estilos. Si en las calles granadinas se hizo visible el destello de las banderas estrelladas, en el vídeo que de la canción Todo lo bello es gratis, que protagoniza el jerezano junto al barcelonés Joe Crepúsculo, aparece una chatarrería del barrio de San Blas. De su techo cuelga una bandera española. Lo que representa ese símbolo, España, es lo que ha movido a muchos, incluso a algunos de los que venden herrumbre para comprar papelinas, a escoger la papeleta de Vox, pues lejos de la cargada y petulante atmósfera académica no están los fachas, sino los españoles.

Valls y la conllevanza

Libertad Digital 11/01/2019:
https://www.libertaddigital.com/opinion/ivan-velez/valls-y-la-conllevanza-86926/

Valls y la conllevanza 


«Premio Nadal en el Ritz, Marc Artigau, premio Josep Pla, recuerda a los políticos presos. Xavier Valls, que está en mi mesa y que ha tenido un comportamiento afable y moderado, se pone nervioso “pesado... Mas, Mas... tu tienes la culpa, y qué pasa? Nadie va a decir nada?”»
            Este mensaje, escrito por la periodista barcelonesa Pilar Eyre durante la ceremonia de entrega de los Premios Nadal 2018, se alzó sobre el gallareo del Twitter dominical. Las palabras que accionaron los resortes vallsianos fueron las que abren la novela premiada que su autor, Artigau, reprodujo ante el elegante público congregado alrededor de los manteles del Ritz: «es imposible separar lo que uno escribe de lo que uno vive», dijo el escritor, antes de dar paso a un sentido acto de afirmación lazi: «y esta frase me serviría de excusa, de atajo, para explicar la contradicción que estoy viviendo, que es muy sencilla y seguro que mucha gente la comparte conmigo: estoy aquí, estoy contento de poder compartir el premio con vosotros, pero al mismo tiempo siento una tristeza y una rabia que no puedo evitar por vivir en un país en el que hay presos políticos y en el que el gobierno legítimo de la Generalitat está exiliado».
            La reacción del ex primer ministro de Francia, que ahora se postula como futuro alcalde de una Barcelona concebida como –visiten su web para conocer más detalles- «una gran capital europea», se presta a la interpretación. Su malestar, entendible por el hartazgo que produce el constante amarillear de todo acontecimiento público que se celebre en la Comunidad Autónoma de Cataluña, cabalgatas de Reyes incluidas, se inscribe dentro del contexto electoral que tendrá su desenlace a finales de mayo, por lo que la incomodidad amplificada por las red más frecuentada por los periodistas, puede entenderse como el pistoletazo de salida de una larga campaña. Sin embargo, y puesto que desde el pasado mes de septiembre, cuando Valls hizo pública, tras una serie de amagos y varias exposiciones públicas propiciadas por plataformas como Sociedad Cívica Catalana, su intención de convertirse en primer edil de la Ciudad Condal, el comentario de don Manuel invita a un análisis que puede ir más allá de su airada actitud en el Ritz. Un análisis que nos obliga a mirar a Andalucía, lugar donde el partido en el que se apoya Valls, ese Ciudadanos cuyas siglas oculta, ha exhibido sus ya probadas dotes para el contorsionismo, con el fin de evitar cualquier contacto con un partido, Vox, que ha llevado la iniciativa judicial contra los que Artigau llama «presos políticos».
            El comportamiento de los naranjas en Andalucía ha mostrado hasta qué punto la pugna partitocrática y la lucha por ocupar los lugares más destacados dentro del escaparate mediático, puede llevar a la renuncia de elementos programáticos pretéritos o a forzar una sobreactuación capaz de presentar a los de Abascal como a una suerte de apestados ultramontanos inasimilables dentro del pulcro hábitat de la democracia española. La estrategia seguida por Ciudadanos allende Despeñaperros tiene su correlato en Cataluña con la propuesta hecha por Valls, que aboga por un cordón sanitario que excluya a Vox de la vida política en aquella región. A esta medida, ya empleada en su momento contra el Partido Popular, hemos de sumar ahora la inequívoca carga psicologista –«pesado»- aparejada al calificativo empleado por un Valls que no abandonó el salón. Para decirlo de un modo directo, su gesto de incomodidad permite evocar la vieja doctrina orteguiana de la conllevanza.
            La fórmula propuesta por el filósofo de cabecera de la mayor parte del espectro político español, desde destacados falangistas a eminentes socialdemócratas, quedó incluida en su discurso del 13 de mayo de 1932, referido al Estatuto de Cataluña. Durante aquella sesión de Cortes, y frente a un optimista Azaña, Ortega dijo resginado: «El problema catalán es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar». Cataluña, añadió, «quiere ser lo que no puede ser». Nueve décadas después, el particularismo diagnosticado por Ortega, el sentimentalismo ya operante en los mitificados días de la II República, sigue marcando la actualidad política a través de recursos tan volitivos como el famoso «derecho a decidir». A decidir, añadimos nosotros alejándonos de semejante subjetivismo cargado de falsa conciencia, destruir la soberanía española.
            Un hilo, a menudo imperceptible, une al partido de Rivera con el autor de las 58 páginas que dieron forma a una tesis doctoral titulada: Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda. Una pasión, un mito llamado Europa o, por mejor decir, una particular Europa, en la que Barcelona, guiada por Valls, luciría con personalidad propia. Con los ojos puestos en tan cosmopolita objetivo, la queja desvelada por Eyre parece la reprobación de una inoportuna impertinencia que rompe la hipodámica armonía del Ensanche en el que se alza el hotel Ritz. Frente al propósito de Valls de convertir a Barcelona en una gran capital europea -¿acaso no lo es ya?-, los lazos no son sino un incómodo enredo circunscrito a un asunto meramente español. Al cabo, en esa Europa en la que los pueblos, pero también las ciudades que conformarían una nueva constelación tan refulgente como las estrellas que flotan en el paño mariano que dio lugar a la bandera de la Unión Europea, podrán encontrarse, las cuestiones nacionales, al menos la española, bien podrían quedar en un segundo plano.
            El tiempo se encargará de verificar si la europeísta apuesta de Ciudadanos obtiene el éxito, es decir, el poder, y si este se hará al precio de, tal y como señala Macron con engreído engalle, aislar a Vox en beneficio de otras fuerzas que han llevado a Cataluña a la fractura social actual. Mientras todo esto llega, todo parece indicar que en los exclusivos salones en los que se jugará el futuro de la región catalana, y con él, el de toda España, crece un rumor, conllevanza, que evoca el título de un bolero.

¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros?

Libertad Digital 03/01/2019
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/historia-espana/2019-01-03/ivan-velez-permitireis-que-el-estandarte-de-espana-caiga-en-poder-de-los-moros-86859/


¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros?

            Ocultos bajo una ropa mortuoria en la que se incluyó la pirámide masónica, los surcos que dejó el cuero de un cinturón sobre el cuello de la momia de Prim, sirvieron para reconstruir lo ocurrido en los días posteriores a los disparos que se abrieron paso entre los copos de nieve que caían sobre la calle del Turco el 27 de diciembre de 1870. El objetivo de aquella munición era el más ilustre de los reusenses del siglo XIX. A Francisco Pérez Abellán, recientemente fallecido, debemos el conocimiento de las conclusiones obtenidas por la comisión multidisciplinar que él mismo dirigió. Un grupo capaz de acercarse a un cuerpo que no se corrompió debido a la gran cantidad que el plomo hizo manar de él. Conservado en un ataúd de plomo cubierto por madera y piedra, el cadáver conservó las marcas de una correa que probablemente apretó José María Pastor, jefe de escolta del general Serrano, verdadera inductor, apoyado por el duque de Montpensier, del magnicidio. Sobre la oscura piel momificada, los ojos de vidrio sostienen la mirada de aquel a quien Castelar describió del siguiente modo: «Su estatura regular, su actitud modesta, sus modales finos, su conjunto bien proporcionado. Tenía nervudos los brazos, fuerte el pecho, armoniosas y bien ordenadas las facciones, la mirada triste, la barba ni rala ni poblada, los labios finísimos y descoloridos, la tez amarillenta, y la sonrisa fría».
            La inesperada muerte de Pérez Abellán ofrece la posibilidad de revisitar a Prim, figura que, como tantas otras, ha sido arrumbada por el separatismo catalán, tan presto a homenajear a cualquier catalán que haga gala de su visceralidad hispanófoba como hostil con aquel hijo de Cataluña capaz de manejar, con solvencia y sin complejos, los símbolos nacionales. Dentro de esta categoría, en la que podemos incluir a Salvador Dalí, figura destacadamente Juan Prim y Prats, de cuyos perfiles daremos algunas pinceladas.
            Nacido en la tarraconense Reus fruto del matrimonio entre un notario, veterano de la Guerra de la Independencia, y de una mujer perteneciente a una familia de comerciantes, Prim ingresó a los diecinueve años, a las órdenes de su padre, como voluntario en el primer batallón de los Tiradores de Isabel II. Al finalizar la Primera Guerra Carlista, el joven isabelino ascendido a teniente coronel mayor. Mientras en su uniforme lucían las conmemoraciones, su cuerpo atesoraba las cicatrices de ocho heridas de guerra. Calladas las armas, en 1843 participó en una conspiración para derribar a Baldomero Espartero, que abrió las puertas del poder a Narváez. De resultas de aquellas acciones fue nombrado conde de Reus y vizconde de un Bruch en el que todavía sonaban los ecos del tamborilero antifrancés.
            A finales de 1847, Prim, firme partidario del proteccionismo en el que tantos intereses catalanes había, fue nombrado capitán general de Puerto Rico, para regresar meses después a la península debido al rigor legal con el trató de impedir una previsible rebelión negra impulsada por el abolicionismo francés. Ya en España, comenzó su carrera política como diputado del Partido Progresista. Muy enriquecido tras la boda con la mexicana, veinte años más joven, Francisca Agüero González, Prim prosiguió con su ascenso en la vida política española. Sin embargo, los campos de batalla seguían imantando al aguerrido tarraconense.
            Las condiciones para el regreso al mundo militar, eran propicias. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, España cambió su política africana, tratando de no perder comba con potencias que, como Francia, trataban de implantar un colonialismo cuyos efectos han mostrado su rostro más desagradable a principios del siglo XXI. A pesar de la firma de diferentes tratados, las cábilas rifeñas no habían cedido en su hostigamiento a las ciudades de Ceuta y, especialmente, de Melilla. Todo ello determinó que el 22 de octubre de 1859, Leopoldo O´Donnell propusiera al Congreso de los Diputados la declaración de guerra, iniciativa que fue aprobada por unanimidad. Fuertemente avivadas por la prensa, las campañas del norte de África contaron con un gran apoyo popular. Vascongadas y Cataluña, viejos bastiones carlistas, aportaron grandes contingentes de voluntarios dispuestos a guerrear. En su discurso, O´Donnell, presidente del Gobierno, que tomó el mando del Ejército de África, dijo: «Firmes en nuestra razón y en nuestro derecho, el Dios de los ejércitos hará el resto».
            Prim estuvo al frente de una división de reserva formada en Antequera, compuesta por cuatro batallones de infantería, dos de artillería y otros dos de ingenieros. Al mando de aquellos hombres, el de Reus protagonizó un episodio heroico. El 1 de enero de 1860 se produjo la decisiva batalla de Los Castillejos, a unos 10 kilómetros de Ceuta. Mientras la artillería despejaba un bosque, el brigadier Serrano cubrió el avance de Prim. Veinte mil combatientes se oponían al ejército español. En medio de un agotador combate, el Regimiento del Príncipe quedó rodeado en una colina. Exhaustos, los soldados mandados por nuestro hombre abandonaron sus mochilas para combatir con mayor ligereza. Fue entonces cuando Juan Prim protagonizó un hecho que es ya leyenda. Tras arrebatar la bandera a su abanderado, arengó a sus tropas según transcribió Pedro Antonio de Alarcón y reprodujo Antonio M. Carrasco González en su El reino olvidado:
            «¡Soldados! Vosotros podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras; pero no podéis abandonar esta bandera, que es la de la Patria. Yo voy a meterme con ella en las filas enemigas… ¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro general?»

Guinea Ecuatorial (1968-2018). Independencia y neocolonialismo

Libertad Digital 27/12/2018:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/sala-lectura/2018-12-27/ivan-velez-guinea-ecuatorial-1968-2018-independencia-y-neocolonialismo-86812/


Guinea Ecuatorial (1968-2018). Independencia y neocolonialismo

            Hace medio siglo, el editorial del número de noviembre de 1968 de la revista Mundo Negro, escrito por el padre Romeo Ballán, misionero comboniano, incluía el siguiente párrafo:

«Con la independencia de Guinea Ecuatorial, España ha vuelto con nostalgia y orgullo a esos acostumbrados menesteres de alumbrar naciones. La última ha visto la luz en una fecha señalada, 12 de octubre, día de la Hispanidad, fiesta de la raza bajo el patronazgo de la Virgen del Pilar. Guinea Ecuatorial hace el número veinticinco en la comunidad espiritual y cultural interhispánica de naciones que siguen rezando al mismo Dios en el mismo idioma».

            Ocho años después, con motivo de la firma de la Declaración universal de los derechos de los pueblos, hecha pública en Argel en la muy norteamericana fecha del 4 de julio de 1976, Cruz Melchor Eya Nchama y Gustavo Bueno Sánchez, que se conocieron durante aquellas jornadas, dieron comienzo a una amistad que se mantiene más de cuatro décadas después. Tan prolongada relación propició que este año los viejos amigos mantuvieran una larga conversación que, después de un excelente trabajo de edición de Alberto Esteban, ha dado cuerpo al libro Cincuenta aniversario de la independencia de Guinea Ecuatorial. 12 de octubre 1968 - 12 de octubre 2018 (Ed. Pentalfa, Oviedo 2018). A lo largo de más de trescientas páginas, enriquecidas por un prolijo aparato documental, Cruz Melchor Eya Nchama reconstruye la Historia de Guinea Ecuatorial, desde los tiempos en los que su territorio estaba controlado por la poderosa nación Fang, hasta una actualidad marcada por el poder omnímodo y despótico de Teodoro Obiang.   
            Nacido en 1945 en el pueblo de Kukumankok, Eya Nchama muestra de qué modo muchos guineanos, en este caso sus propios padres, dejaron atrás las genealógicas estructuras tribales para, por la vía de la religión y de la incorporación a las instituciones hispanas, ir creando las condiciones que permitieron la tardía emancipación de Guinea. De hecho, cuando Cruz Melchor era un niño, en Guinea convivían colonos, emancipados plenos y emancipados limitados, situación que comenzó a cambiar después de la promulgación una serie de leyes que transformaron aquel enclave, primero esclavista, luego colonial y siempre codiciado por sus valiosos recursos naturales. Nadie mejor que Cruz Melchor, marcado en su adolescencia por la impronta de la Organización Juvenil Española y dedicado durante toda su vida al activismo político, para reconstruir estos últimos cincuenta años de relaciones hispano-guineanas, aniversario al que apenas se ha prestado atención en este año que se cierra. Con acceso a ciertas personalidades –Olof Palme, Nelson Mandela- ya algunos de los escenarios en los que se toman las más trascendentales decisiones, el testimonio de Eya Nchama resulta especialmente valioso.
            Por lo que respecta al proceso emancipatorio, Cruz Melchor va desgranando todo el aparato legal que, desde los años posteriores a la II Guerra Mundial, acompañó a la sociedad ecuatoguineana, con especial atención al dossier Trevijano elaborado por la Alianza Nacional de Restauración Democrática (ANRD), fundada en 1974 con estatutos en francés y personalidad jurídica suiza. Gracias a la ANRD, a la que él perteneció, se destaparon las actividades desarrolladas por Antonio García-Trevijano, desvelamiento que erosionó las estructuras de la Junta Democrática, en la que, junto a Santiago Carrillo, destacaba la figura del jurista granadino. En el dossier se expusieron las actividades de García-Trevijano desde finales de 1967, dentro de un ambiente en el que también estuvieron involucrados José María Castiella y Luis Carrero Blanco, accionista mayoritario de la Compañía Nacional de Colonización Africana, entidad ligada al Banco Exterior de España, con sede en Tarragona, dedicada a la explotación forestal y ganadera, y al cultivo de café. Según se narra, Carrero Blanco consideraba a Guinea una especie de finca privada, hasta el punto de cobrar cinco pesetas por cada kilo de café y cacao vendido en España. Estas circunstancias explican el hecho de que pretendiera una independencia asociada a España o, en su defecto, mantener el control sobre Fernando Poo. Cruz Melchor llega a afirmar que el santanderino estaba muy impresionado «con cómo la minoría blanca sudafricana había impuesto el sistema de apartheid no sólo en África del Sur sino también en Rodesia del Sur (actual Zimbabwe) y estaba casi seguro de que él podía hacer lo mismo en Guinea Ecuatorial». Ante la posibilidad de perder tan suculento negocio, don Luis amenazó con bloquear Guinea económicamente, algo que en realidad ocurrió tras la independencia, pues el país quedó emancipado, pero descapitalizado, después de la trevijanizante llegada de Francisco Paesa a la dirección del Banco Central guineano. Los intereses de Carrero chocaban con los de Trevijano, titular de un pasaporte diplomático ecuatoguineano. Prueba de ello es el hecho de que este último emprendió una gira europea que le llevó a visitar la Bolsa de café y cacao de Londres, el Círculo de la venta de Maderas en París, la Cámara de Comercio de Hamburgo y la sede de Nestlé en Suiza, para ofrecer abrir otras vías a esos productos.
            Más allá de las pugnas personales, definitivamente canceladas el 20 de diciembre de 1973, después del atentado que acabó con la vida de Carrero, el daño causado al sector trevijanista obró a favor del PSOE felipista que, una vez alcanzado el poder, se olvidó de sus antiguos compañeros de viaje. Las frecuentes visitas de Zapatero, Moratinos y Bono a la Guinea Ecuatorial de Obiang son el único y oscuro resultado de aquella vieja convergencia tras la cual accedió al poder Francisco Macías, a cuya sombra siempre operó Trevijano, redactor de una constitución federalizante que sirvió, debidamente modificada, para perpetuar al tío del actual, empleamos la fórmula cruzmelchoriana, «presidente de facto», Teodoro Obiang, antiguo estudiante en la academia militar de Zaragoza en la que alcanzó el grado de alférez. Fue durante el mandato de Macías, ultimado tras su condena a muerte, cuando cristalizó la organización Juventud en Marcha, que dio inicio a un régimen marcado por la violencia, la represión e incluso el asesinato de cualquier disidente. Una realidad de la que apenas se supo en España pues, dentro de lo que Cruz Melchor no duda en calificar como connivencia entre Franco y Macías, la información relativa a Guinea Ecuatorial se declaró materia reservada. Llama también la atención un detalle incluido en la larga conversación: la búsqueda, por parte de Macías, de ciertas sintonías ideológicas dentro del contexto marcado por la Guerra Fría. En un gesto puramente efectista, el Partido Único Nacional (PUN), añadió una oportunista T, de trabajadores, con la que Macías, ignorante de los rudimentos del marxismo, trató de establecer lazos con Cuba y la U.R.S.S.
            Si las relaciones entre España y Guinea son del máximo interés, incluyendo las actuales, siempre sujetas a un perfil bajo y, aparentemente, particularista, no es menor el que tiene que ver con el neocolonialismo que afecta a gran parte del continente africano. Dentro de esta estrategia fundamentalmente extractiva de materias, juega un importante papel la implantación del Franco de las Colonias Francesas de África, el franco CFA, que sigue circulando y embridando a una serie de naciones africanas que todavía orbitan alrededor del poder financiero parisino. Dentro de tan complejo tablero, en el que también juegan potencias norteamericanas, centroeuropeas y, por supuesto, China, España, a la luz de las palabras de Cruz Melchor Nya Nchama, permanece ausente, dando la espalda no sólo a importantes posibilidades económicas sino, incluso a las responsabilidades históricas que la supervivencia del idioma español en el Golfo de Guinea, se encargan de recordarnos.