viernes, 17 de diciembre de 2021

Juanma implora a Pepe

 La Gaceta de la Iberosfera, 14 de mayo de 2021:

https://gaceta.es/opinion/juanma-implora-a-pepe-20210514-1009/

Juanma implora a Pepe

            Durante el XII Congrego de UGT Andalucía, celebrado recientemente en Antequera, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, pidió a este sindicato, verticalmente subvencionado, que le echara «una mano, que les echen una mano», en referencia al gobierno que, en coalición con Ciudadanos, él encabeza, para lograr «la recuperación social y económica» de Andalucía.

            El receptor de la solicitud fue ni más ni menos que José María Álvarez, vulgo Pepe Álvarez, el mismo que accedió a la presidencia del sindicato socialista bajo un catalanizado nombre, Josep Maria Álvarez, a pesar de haber visto sus primeras luces en la asturiana Alvariza en 1956, año en el que el PCE publicó la declaración, «Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español». Afiliado al sindicato en 1975, don José María ha desarrollado toda su carrera a una prudente distancia de la actividad del metal, pues el mismo año en el que abandonó Asturias para radicarse en Barcelona y trabajar en La Maquinista Terrestre y Marítima, ya se afilió al sindicato en el cual permanece después de ascender a su cima hace cinco años, sucediendo a Cándido Méndez.

            La petición de Juanma a Pepe venía precedida de una noticia que, sin duda, debe ablandar el metálico corazón de Álvarez, pues el Ejecutivo andaluz ha concedido un aplazamiento de 15 años para el pago de los 40 millones de euros que la Unión General de Trabajadores adeuda a la Junta de Andalucía. La paz social, deberá pensar Moreno Bonilla, bien vale una leguleya demora que evite el embarazoso trance de ver desfilar por las calles, para beneficio de las empresas de pancartas y pasquines, a los habituales liberados sindicales coreando a voz en cuello oxidadas proclamas.

            No es necesario acudir a la vieja imagen, marisquera, cocalera y prostibular, que unió a algunos de los más altos políticos andaluces con el mundo gestionado por unos sindicatos cada vez más carentes de contenido, el de unos cursos de formación desarrollados en una España cada vez más desindustrializada como pago por la entrada en «Europa», para afear a Moreno Bonilla su dócil solicitud antequerana. Basta con recordar hechos mucho más recientes que el dirigente malagueño, apegado a la más inmediata actualidad, o ha olvidado deliberadamente o es incapaz de percibir, encapsulado como está, en la estructura autonómica a la que debe su poder. Basta simplemente con recordarle que Álvarez tuvo como invitado estrella del Congreso de la UGT, celebrado hace un par de meses en las Vascongadas, nada menos que al veterano terrorista Arnaldo Otegui, conocido como El Gordo antes de ser pomposamente nombrado «hombre de paz» por José Luis Rodríguez Zapatero. Cabe también traer a la memoria del implorante Moreno Bonilla, que la UGT, junto a CC.OO., firmaron un manifiesto favorable a la excarcelación de los políticos golpistas a los que en el Centro Penitenciario de Lledoners tratan, con escaso éxito, de recuperar de tan nefasta patología política.

            Nada de esto parece inquietar al político popular, ocupado como está en consolidar su autonómico poder. Al cabo, tanto su partido como el sindicato, hace tiempo que añadieron una «A» a sus clásicas siglas, elocuente adición que da cuenta de hasta qué punto ambos están alineados con una estructura estatal que obstaculiza sobremanera la movilidad laboral, contribuyendo a la consolidación de las oligarquías locales. Por decirlo de otro modo, la verdadera paz social que tanto ansía Moreno Bonilla no depende, apenas, del sindicato con el que se acaba de congraciar, pues este hace décadas que dejó de ser, a pesar del mantenimiento de su interesada propaganda, representante de una «clase obrera» cada vez más desdibujada y distanciada de quienes se erigen en sus salvadores. Convertidos en una suerte de funcionarios, los representantes sindicales son insuficientes para tapar con sus pancartas la cruda realidad que tratarán de encubrir los fondos europeos. Tras los manifiestos y las habituales ceremonias, embridadas por la mentada moratoria, existe un mundo de trabajadores autónomos, de polígonos industriales vacíos, de economía sumergida, pagos en «B» y precariedad laboral. Un mundo real con el que hace tiempo perdieron el contacto un conjunto de fetichistas enredados en bizantinos debates acerca de la memoria, la estructura del Estado o el cambio climático.


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