lunes, 24 de mayo de 2010

El rollo de Selaya

El rollo de Selaya

Artículo publicado en Altamira: Revista de estudios montañeses (nº72, 2009, págs. 47-55)
El presente trabajo pretende someter a análisis el rollo de Selaya como caso singular de una familia de instituciones para cuya distinción y clasificación habremos de emplear una teoría, la Teoría del Espacio Antropológico, que pasamos a exponer brevemente:
Debida al filósofo español Gustavo Bueno, dicha Teoría clasifica el material antropológico dentro de un espacio tridimensional, el Espacio Antropológico, que está determinado por tres ejes: radial, circular y angular.
El eje radial está formado por las relaciones entre los hombres y las entidades impersonales, naturales o artificiales.
El eje circular lo constituirían las relaciones humanas.
En el eje angular se ubican las relaciones entre hombres y entidades finitas y corpóreas dotadas o a las que se les atribuye, voluntad, tales como animales o númenes, sean éstos demonios o dioses.
Mediante el uso de esta Teoría dispondremos de un criterio clasificatorio que facilitará el análisis de instituciones objetuales como son los rollos, picotas, cruceiros o dados. Para ello comenzaremos por realizar una reconstrucción histórica del conjunto, tratando de distinguir las líneas formales o simbólicas que han conducido a su diferenciación.
El rollo o picota consiste en un conjunto escultórico de piedra formado por gradas, fuste, capitel y remate. El empleo indistinto de ambos vocablos para referirse a una misma institución, nos servirá para perfilar las diferencias que en su origen existieron entre picota y rollo. El rollo era un símbolo jurisdiccional que se levantaba por orden real en las villas, señalando no sólo el villazgo de la población, sino también el régimen al que se hallaba sometida (señorial, realengo o eclesiástico). En el caso de la picota, su función era la de servir para la exposición a la vergüenza pública de los reos, para azotarlos, e incluso para mutilar o ejecutar a los sentenciados y mostrar allí sus miembros amputados o sus cadáveres. Estos últimos usos, como es natural, no sólo eran menos habituales por ser los castigos de más graves y ocasionales delitos, sino también porque para la ejecución de la pena capital se usaba otra institución penal: la horca. Según Luis Miravalles Rodríguez, autor de la obra Los rollos jurisdiccionales, las picotas, que en un principio fueron de madera, serían anteriores a los rollos, situándose el origen de aquéllas en el siglo XIII, mientras que el rollo, asociado a los señoríos, aparecería ya en el siglo XIV.
Hechas estas consideraciones, buscaremos precedentes de picotas y rollos atendiendo a características comunes con éstos y ensayaremos su clasificación tomando como referencia la teoría del espacio antropológico.
Comenzaremos por establecer una serie de características esenciales que podrían servirnos para fijar el punto de partida que nos permita llegar al objeto de nuestro estudio. Una línea, o mejor dicho, un conjunto de líneas, que se ordenarían según una estructura arborescente, algunas de cuyas ramas quedarán interrumpidas o agotadas.
Los atributos esenciales comunes podrían limitarse a los propios del hito vertical, sea éste, en lo que respecta a su material, leñoso o pétreo. Así tendríamos una serie heterogénea formada, por ejemplo, por monolitos, menhires, tótems, & c. que continuaría con mojones, hermai, miliarios, columnas… Un conjunto que necesitará de un criterio que permita la clasificación de sus elementos integrantes, pues si el grupo se establece en función de sus semejanzas comunes, las numerosas características que los diferencian serán las que permitan su ordenación en cada uno de los ejes del espacio antropológico.
En los primeros casos propuestos, propios de sociedades preestatales, tendrá un gran peso la componente angular, pues si bien nos hallamos ante elementos tomados del medio físico - por tanto del eje radial -, las referencias al mundo numinoso, especialmente en el caso del tótem, serán constantes. La presencia numinosa, núcleo de la religión en su fase primaria , permanecerá, a pesar de sus inevitables transformaciones, en sociedades más complejas, un ejemplo inmediato son los obeliscos egipcios, cubiertos por sus deidades secundarias. Será precisamente en estas sociedades estatales donde comiencen a cobrar protagonismo hitos referidos al eje radial y a su dominación y ordenación humana de la mano de la agrimensura. Los nuevos hitos no regularán asuntos religiosos sino físicos, aun sin desprenderse del todo de algunas reminiscencias angulares. Para ilustrar este conjunto nos serviremos de los hermai griegos, representaciones toscas del dios Hermes, a menudo con la forma de un busto sobre un prisma de piedra en el que destacaban representaciones fálicas, cuya función era santificar y marcar los límites, razón por la que se ubicaban en umbrales domésticos, cruces de caminos, etc. Mojones y miliarios continuarán esta línea de referencia al eje radial, si bien irán ligados a instituciones circulares tales como las magnitudes de longitud o el sistema de propiedad del suelo. En el caso que nos ocupa, la presencia de numerosos vestigios romanos, calzadas y poblados o campamentos, asegura se presencia.
Será en los aspectos circulares en los que centraremos a partir de ahora nuestra atención para progresar hacia los rollos. El circularismo de instituciones tales como los hermai vendrá asociado a la idea de ciudadanía desarrollada en el mundo griego, una ciudadanía restringida a un grupo de distinguidos individuos adscritos a la polis, estructura política que desborda ampliamente a las koinomías que las precedieron y que se cimenta en un régimen esclavista. Para la delimitación y ordenación de la polis se dispondrán dichos hitos, tras los cuales se encuentra el ostracismo, o lo que es lo mismo, el extermino tal y como todavía lo recoge la tercera acepción del Diccionario de la R.A.E.:
Exterminar: 3. tr. desus. Echar fuera de los términos, desterrar.
Exterminio en el sentido de destierro constituirá, asimismo, una pena impuesta a los cristianos que cometen graves delitos, siendo la figura de El Cid quien mejor encarne tan humillante castigo. Como meros símbolos que nos remiten al mundo clásico, persisten en el actual escudo de España, y antes en el escudo de armas de Carlos I, las Columnas de Hércules junto al lema plus ultra. Estas míticas columnas cumplen una misión similar a la atribuida a los hermai, aunque en este caso el límite marcado era el del mundo conocido por los griegos, una frontera que será desbordada por España mediante el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo, consecuencias del despliegue de su ortograma imperial. No obstante, tras el descubrimiento de América, las célebres columnas conservarían su carácter simbólico y limitativo. Cervantes, en su novela Los trabajos de Persiles y Sigismunda, las cita del siguiente modo:
«Esta, señores, que aquí veis pintada es la ciudad de Argel, gomia y tarasca de todas las riberas del mar Mediterráneo, puerto universal de corsarios, y amparo y refugio de ladrones que deste pequeñuelo puerto que aquí va pintado, salen con sus bajeles a inquietar el mundo, pues se atreven a pasar el plus ultra de las colunas de Hércules y a acometer y robar las apartadas islas que por estar rodeadas del inmenso mar Océano, pensaban estar seguras a lo menos de los bajeles turquescos»
Por lo que respecta a los miliarios romanos antes citados, éstos representarán a los hitos vinculados tanto al eje radial, por cuanto van referidos al medio físico, como al circular, ya que al margen de servir para marcar los mil pasos o milla romana de una calzada, solían contener información, a menudo con clara intención propagandística, de importantes personalidades políticas.
Tras este breve recorrido por instituciones precedentes del rollo, es el momento de abordar el análisis de éste. Rollo, del latín rotŭlus, significa cilindro, lo cual nos llevar a pensar en un poste o tronco colocado en posición vertical, pues no nos hallamos ante ningún vocablo emparentado con el lenguaje clásico de la arquitectura. Rollo no tendrá conexión, en cuanto a su etimología, con la palabra latina columna o su correlato griego, stylos. La premura inicial con que se erigirían los rollos, probablemente en su mayoría de madera, los había alejado de la columna, que se percibiría más como un elemento integrante de un conjunto o canon arquitectónico que como un hito exento sin función estructural, aun cuando existan abundantes ejemplos romanos de columnas conmemorativas entre las que destaca sobremanera la Columna de Trajano, en cuyos tambores historiados se narra la conquista de la Dacia por parte del emperador de origen hispano.
Por lo que respecta a la picota, y según las indicaciones hechas por Miravalles en referencia a su antigüedad, podríamos establecer una relación directa con los postes de madera a los cuales se puede atar o arrollar un animal o en su caso un reo condenado a una pena. La incorporación al poste de argollas o cadenas, nos pondría en el camino de las picotas labradas en piedra, en las cuales se tallan animales fantásticos y signos religiosos terciarios, pero también armas, bien que incorporadas, a través de la heráldica, a escudos nobiliarios. La más antigua regulación de las picotas de que tenemos noticias se remonta al año 1283, cuando Alfonso X el Sabio, se refiere de este modo a ellas en sus Partidas:
La setena es cuando condenan a alguno a que sea azotado o herido públicamente por yerro que hizo o lo ponen por deshonra de él en la picota, o lo desnudan haciéndole estar al sol untado de miel porque lo coman las moscas alguna hora del día. »
Como una variante o desarrollo local de picotas y rollos, aparecerían los cruceros o cruceiros, localizados mayoritariamente en Galicia y cuya aparición se fija en torno al siglo XIII, si bien el uso de cruces de piedra es muy anterior sobre todo en las islas británicas. La mayor peculiaridad formal del cruceiro es la presencia en su remate, no de una cruz, sino de un Cristo crucificado a cuya espalda se coloca una imagen de la Piedad. Es evidente que el cruceiro tiene una importante componente religiosa, mas no vendrá ésta referida a la religión natural, sino a la cristiana. La época de erección de los cruceiros y la iconografía empleada nada tendrán que ver con prácticas paganas, y sí mucho, creemos, con una fuerte presencia del clero católico, afecto a dogmas teológicos e incompatible con rituales mágicos. Los cruceiros, si nuestro análisis es acertado, servirían para establecer una delimitación parroquial, orden a menudo yuxtapuesto al municipal. Sin negar la especificidad del cruceiro, urge decir que en numerosos rollos, el remate lo forma asimismo una cruz, casi siempre metálica aunque sin la figura del crucificado.

La presencia de cruces en la cúspide de los rollos ha sido interpretada a menudo como un signo de afirmación cristiana frente a los moros, en unos tiempos de repoblación y fronteras cambiantes, sin embargo, creemos que en esta institución tendría mayor peso su componente jurídica que la meramente religiosa, aun cuando en las sociedades que los erigieron, ambos planos tenían importantes líneas de intersección. A favor de esta tesis actuaría el hecho de que durante la conquista de América, los españoles, ya sin musulmanes en el horizonte, continuaron empleando los rollos en las ciudades que se iban fundando, lo que demuestra que dicha institución estaba incorporada como un componente interno y propio del proceder imperialista hispano. Por otro lado, los ejemplos que veremos a continuación sirven para corroborar nuestra reconstrucción de la evolución del rollo, ya que éste comenzaría siendo un simple poste de madera clavado en la tierra – en ocasiones se denominará incluso árbol de justicia -, para después incorporar diversos elementos simbólicos tallados en la piedra. He aquí una muestra de ceremonia fundacional:
El escribano que acompañaba al adelantado del virrey del Perú, Jerónimo Luis de Cabrera, recoge así el acto de fundación de la ciudad argentina de Córdoba de la Nueva Andalucía, celebrado el 6 de julio de 1573:
«Como leal vasallo de Su Majestad y en señal de poblazón e fundación en el nombre de la Majestad Real del Rey don Felipe nuestro señor, mandó poner e puso un arbol sin rama ni hoja con tres gaxos por rollo o picota e dixo que mandava e señalava que ally fuese la placa de dicha ciudad de Córdoba e que en este lugar se execute la Real justicia públicamente en los malhechores, el cual rollo e picota quedó puesto e hincado donde el dicho señor gobernador mandó e señaló.»
Elementos propios de la nación histórica, los rollos encontrarían su fin con el nacimiento de la nación política. Símbolos de una sociedad que se sustentaba en las relaciones de señorío y vasallaje, perderían todo su sentido con la transformación de ésta en un colectivo de ciudadanos teóricamente iguales ante la ley. No es casualidad que en España, tras la aparición de la nación de ciudadanos, que cristaliza legalmente en la Constitución de Cádiz de 1812, los rollos quedaran convertidos en reliquias del Antiguo Régimen. Será mediante el Decreto del 26 de mayo de 1813 cuando éstos encuentren el fin definitivo de su vigencia jurídica. El decreto, dice lo que sigue:
«Accediendo a los deseos que han manifestado varios pueblos, es por lo que los Ayuntamientos procederán a demoler todos los signos de vasallaje que haya en sus entradas, puesto que los pueblos de la nación española no reconocen jamás otro señorío que el de la Nación misma, y que su noble orgullo sufriría tener a la vista un recuerdo continuo de su humillación»
Tras esta reconstrucción, nos centraremos por fin en el rollo heráldico de la calle Soledad del municipio de Selaya. Con toda probabilidad podemos situar su construcción entre los siglos XVII y XVIII, época de gran esplendor para la nobleza cántabra. Formalmente este rollo está compuesto por tres partes diferenciadas; una inferior horadada por una hornacina en la cual se hallan las imágenes polícromas de un Cristo crucificado, la figura de San Francisco rescatando ánimas del Purgatorio, así como las de las vírgenes de Valvanuz y de la Soledad que completan el conjunto escultórico. A este cuerpo se le añade uno superior de forma cilíndrica blasonado con el escudo de los Sámano para quedar rematado por cuatro pináculos y una cúpula semiesférica sobre la que se apoyaba una escultura, que, según se puede observar en las fotografías que se conservan, se mantuvo hasta principios del siglo XX.
A la vista de la posición central que ocupa el escudo de los Sámano, el rollo se puede clasificar como heráldico o señorial, si bien, la presencia de la hornacina y sus esculturas, elementos constitutivos de los numerosos humilladeros que se conservan en la región, hacen del de Selaya un ejemplar híbrido en el cual confluyen elementos angulares y circulares casi a igual escala. Pese a todo, el humilladero parece haberse adaptado al rollo y no al contrario, lo cual indicaría ya una jerarquía simbólica a favor de su carácter jurisdiccional. En efecto, los ejemplos de humilladeros que se conservan presentan formas prismáticas abiertas por arcos de medio punto y cerradas por cubiertas a dos o más aguas, clara herencia de la arquitectura romana.
Tras estas observaciones formales en torno al rollo de Selaya, parece pertinente tratar de extrapolar la reconstrucción histórica general que hemos llevado a cabo anteriormente a la comarca cántabra.
Por lo que respecta a los antecedentes más remotos, los miliarios, Cantabria cuenta con numerosos ejemplos de ciudades y poblados romanos entre los que se pueden destacar: Portus Victoriae (Santander), Flaviobriga (Castro Urdiales) o Juliobriga (junto a Reinosa). En torno a ellos, las calzadas contendrían dichas instituciones, pero también, debido a la gran carga supersticiosa característica del pueblo romano, se levantaron pequeños templos como los lararium, consagrados a los lares o dioses de los caminos que protegían a los viajeros. A menudo en estos lugares, siglos más tarde, se levantarían humilladeros y rollos. En este sentido es interesante señalar que Gustavo Bueno, cuando se refiere a la ubicación de los primeros templos, los correspondientes a la fase primaria de la religión, los sitúa en fuentes y lugares de paso de animales. La continuidad de los emplazamientos parece avalar las tesis del curso seguido por las religiones y, por ende, por sus símbolos e instituciones.
Dicho lo cual, y a pesar de que la presencia en la zona de elementos del mundo romano es incuestionable, nos interesa realizar un salto temporal hasta llegar a las primeras noticias que se tienen de Selaya. El pueblo se forma a partir de la división del Valle de Carriedo en cuatro municipios. Uno de los primeros señores que tuvieron propiedades en el valle fue el conde Fernán González, si bien será la potente casa de sus descendientes, los Manrique de Lara, quienes dejaron las más prontas y profundas huellas en él. Posteriormente, la presencia de la Casa del Infantado, de resultas del título de Marqués de Santillana concedido a los Mendoza en el siglo XV por su lealtad para con la corona, ocasionaría importantes fricciones con los naturales del valle, que harían valer la condición de tierra de behetría que caracterizaba al Concejo de Selaya – tal y como informa el Apeo del Infante Don Fernando de Antequera en 1404 - o lo que es lo mismo, su potestad para elegir a su señor, dificultando mucho el ejercicio del poder de los Mendoza. El punto de mayor tensión entre los señores y el Concejo se localizaría a finales del siglo XV mediante el llamado Pleito Viejo en el cual los habitantes del valle apelaban a dicha behetría para poder nombrar alcaldes y jueces.
Acaso la razón de lo tardío que resulta el rollo de Selaya venga derivada de estas pugnas, que no permitieron que los nobles alzaran estos símbolos con anterioridad, lo cual no impide que los podamos ver con profusión en sus palacios. En efecto, también llamados cubos, se encontraban en las esquinas o en los muros, cumpliendo no sólo su función como símbolos, sino también haciendo las veces de elementos de refuerzo de los lienzos murarios en unos edificios que a menudo tenían un fuerte carácter defensivo. Una nobleza que en la época en que se erige el rollo de Selaya habría abandonado su carácter feudal para adoptar otras posiciones dentro de la nación histórica en que se habría convertido España tras la unificación de sus principales reinos.
Finalizamos. A pesar de ser un símbolo de poder nobiliario, el rollo cede su base a un elemento de religiosidad popular ligada a los caminos, un humilladero. Acaso sea esta circunstancia la que mejor explique, bien que metafóricamente, la resolución de los conflictos entre la nobleza y los lugareños de los que hemos hablado con anterioridad. El rollo de Selaya, por lo tanto, sobrevive hoy como una bella reliquia de la larga historia de este valle, razón más que suficiente para que propios y extraños lo respeten y protejan.

Iván Vélez





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