domingo, 30 de mayo de 2010

La España raptada

El Catoblepas • número 99 • mayo 2010 • página 15
La España raptada
Iván Vélez
Pedro Antonio Heras sobre España

Pedro Antonio Heras Caballero, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Tarragona y vicepresidente de Convivencia Cívica Catalana, publicó el pasado año su, hasta el momento, última obra, titulada: La España raptada. La formación del espíritu nacionalista (Ed. Áltera, Barcelona 2009, 277 páginas). El libro, dividido en dos partes diferenciadas que analizan los casos vasco y catalán respectivamente, constituye un exhaustivo estudio de los libros de texto empleados en estas dos comunidades autónomas españolas. El trabajo, que concluye con el tratamiento de materiales didácticos correspondientes al año 1998, es de plena vigencia, pues las tendencias en ellos denunciadas por Heras, no han hecho sino acusarse.
Denunciados de forma tan reiterada como ignorada, los sistemas educativos de ambos territorios, constituyen un ejemplo de adoctrinamiento que sólo encuentra parangón en precedentes que, por conocidos, huelga referir. El mismo subtítulo de la obra, subraya la condición señalada de las citadas actividades educativas. Dicho lo cual, parece oportuno detenerse en los ejemplos y argumentos que articulan la obra de Heras.
Los libros tratados, pueden encuadrarse en lo que vulgarmente se denomina asignaturas «de letras», es decir, nos hallamos principalmente ante manuales de Lengua, Geografía e Historia, libros a los que el autor acompaña de referencias tomadas fundamentalmente de los medios de comunicación, muchos de ellos, como es sabido, meros instrumentos propagandísticos al servicio del gobierno regional en vigor.
El primer capítulo, titulado «Análisis de textos del País Vasco: Geografía, Política, Sociedad, Cultura e Ideología», muestra importantes coincidencias con lo que nos encontraremos en el segundo bloque, dedicado a Cataluña bajo un título análogo.
Al igual que ocurre en los centros educativos catalanes, en las escuelas vascongadas, ha desaparecido del léxico la palabra España, que es cuidadosamente omitida, sustituyéndose por un término que se acuñó e hizo fortuna durante el franquismo: Estado español. Este rótulo, que en la época del general gallego servía para eludir las palabras República, pero también Reino de España, se emplea en numerosas áreas de la sociedad española para evitar pronunciar la palabra tabú: España, vocablo a menudo sustituido por un término geográfico y equívoco, «la Península». La fórmula Estado español, empleada por grupos secesionistas y por españoles vergonzantes adscritos a lo que Gustavo Bueno definió como izquierdas divagantes y/o extravagantes{1}, supone, de forma intencional, la negación de su condición de nación política{2}, condición que reclaman para sí éstas y otras regiones cautivas de una superestructura llamada España cuyo origen habría que buscar en el reino de Castilla, sin perjuicio de que las provincias vascongadas pertenecieran a ella en su momento, o que, incluso, facciones operantes en la propia Castilla actual, reclamen la libertad de tan oneroso yugo.
De este modo, y acogiéndose de forma velada a la idea de la España de los cinco reinos, los nacionalistas vascos y catalanes, tratarán de construir, desde los mismos pupitres, unas entidades políticas tan disparatadas como Euskal Herria y los Países Catalanes. Si bien el objetivo en ambos casos es el mismo: la destrucción de España para dar paso a tales proyectos políticos, existen sutiles diferencias entre ellos, diferencias que hemos de buscar en los fundamentos esgrimidos en la búsqueda de legitimación a estas sediciosas iniciativas.
El objetivo es claro, la estación término del proyecto, la misma en ambos casos. Se busca la construcción de una Euskal Herria y una Catalunya, paso previo a los citados Països Catalanes, integrados en una Europa percibida a menudo –en sintonía, se ignore o no, con la Europa diseñada por los nazis– como la «Europa de los Pueblos», a la que se incorporarían las llamadas «naciones sin estado» de las que los manuales objeto de estudio de Heras, se ocupan con profusión. Pero si este es el objetivo, el sistema de gobierno elegido por ambas naciones liberadas, sigue siendo común. Los dos proyectos políticos se acogen, mostrando su grado de fundamentalismo, a sistemas democráticos para los cuales se buscarán forzadas referencias pretéritas adscritas a un ancestral pactismo en el que tendría cabida toda la diversidad de estas afortunadas tierras. Sirva como ejemplo el texto que el autor recoge en la página 243:

«Cataluña se configuró como un estado independiente […]. La independencia política se perdió en 1714. Cataluña fue conquistada por los Borbones […] y anexionaron Cataluña a su Corona. […] El aspecto centralista y uniformista, que era el patrón de cultura castellana, fue constantemente contestado por los catalanes.»

Por las páginas de La España raptada. La formación del espíritu nacionalista, desfilan todos los habituales ingredientes del adoctrinamiento separatista que en las dos regiones analizadas se despliega durante las últimas décadas, siendo el asunto de la lengua, el tema sobre el que gravita toda la acción política.
Pero si la lengua es fundamental, empleando para menoscabar el prestigio del idioma de Cervantes las más arteras maniobras, la geografía localista, acompañada de gran aparato cartográfico, y la introducción de ingredientes folclóricos y etnológicos, es constante. Esta circunstancia nos lleva a una de las claves de la estrategia que Heras trata en su obra. Tanto en Cataluña como en Vascongadas, la alusión a la comarca, al terruño, es constante. De este modo, será en el ambiente rural donde los prohombres del separatismo encuentren las esencias de unos pueblos ahistóricos en los cuales se cimentaría la construcción de las dos nuevas naciones. De este modo, la base de su propuesta política requiere del sustrato proporcionado por naciones étnicas plenas de componentes de laboratorio a menudo confeccionados y añadidos ad hoc por departamentos al servicio de una idea obsesiva: la búsqueda del hecho diferencial. En este sentido, el reciente proyecto de atomización/división de Cataluña en veguerías superpuestas, en principio, a las cuatro provincias actuales, nos parece que busca dotar a esta región no sólo de instituciones propias y distintas a las que funcionan en el resto de España, sino también que aquélla se perciba como un territorio de gran complejidad, una suerte de fractal a pequeña escala de una nación como pueda ser Francia, a quien Pascual Maragall se habría aproximado solicitando la incorporación de Cataluña a la francofonía.
Pese a los numerosos aspectos comunes, existen, sin embargo, sutiles diferencias entre ambos nacionalismos. Si en el caso vasco la recurrencia al mundo rural es constante, en un intento de ocultar el hecho de su pertenencia histórica a la Corona de Castilla, en Cataluña, las cosas son diferentes, pues la Historia no es desdeñada de una forma tan radical. En efecto, los manuales vascos de Historia deben realizar un salto enorme, pasando de la Vasconia legendaria, a las guerras carlistas y de ahí, claro está, a las vicisitudes, léase oportunistas vaivenes, vividas por el PNV, verdadero protagonista de la realidad vasca en el último siglo en todos los sentidos. Fieles a esta estrategia, para los redactores de estos manuales, no existen vascos de la entidad de Blas de Lezo o Elcano, figuras que no tienen cabida en una historia falsaria que pretende hacer pasar a España como una potencia extranjera imperialista que habría oprimido a las tierras en las que se hablaba la lengua del Paraíso.
El caso catalán, del que se ocupa el segundo capitulo del libro, es distinto. Dada su pertenencia histórica a la Corona de Aragón –convenientemente rebautizada como Corona catalano-aragonesa–, Cataluña, con el fin de alejarla de España, será presentada como una nación de fuerte vocación europeísta, marcada por su apego a las soluciones dialogadas, que habría perdido “sus libertades” con la caída de Barcelona, episodio final de la Guerra de Sucesión, que es presentada, como ocurrirá después con la Guerra Civil del 36, como un enfrentamiento entre España y Cataluña.
Sentadas estas peculiares bases históricas, los textos abordarán el presente político, con constantes alusiones a dos palabras fetiche: autodeterminación e independencia. Ambas aspiraciones, fomentadas de forma explícita en los libros escolares, se ampararán en una retorcida interpretación del Derecho de Libre Determinación de los Pueblos o Derecho de Autodeterminación amparado por la ONU, en sintonía con la presentación de ambos territorios como tierras de ocupación por parte de España.
Volvamos ahora al principio, a la portada del libro. Su título, La España raptada, llama la atención por el adjetivo empleado. Raptada dice provisionalidad, incluso reversibilidad. Heras, al titular así su estudio, parece abrigar esperanzas en reconducir la situación actual, si bien, en algunos pasajes de la obra, la solución a los problemas españoles, parece adivinarse en la pertenencia de España a una entidad política superior llamada confusamente Europa, proyecto político de, cuando menos, difícil cristalización, frente a otro, el de España, que lejos de ser una intención, es una incontrovertible realidad política de larga historia, por más que ésta pretenda ocultarse o manipularse.
Concluyamos, el libro que acabamos de glosar en este comentario, constituye un magnífico estudio de los materiales didácticos que muchos niños españoles reciben en su decisiva etapa de formación escolar. El análisis realizado por Heras, supone una valiosa aportación en este sentido, máxime teniendo en cuenta que el acceso a estos textos no es sencillo para el conjunto de la población. Tras la lectura de esta obra, podrá el lector encontrar nuevas respuestas a las interrogantes que se le abren a diario tras constatar hasta qué punto, las aberrantes ideas políticas de los grupos separatistas españoles, han calado en grandes áreas de la población española.
Por todo ello, desde estas páginas, felicitamos a Heras por su ardua labor de documentación y análisis. Dicho lo cual, la realidad no invita al optimismo, pues muchas son las regiones españolas que toman a las tratadas anteriormente como modelo. Hasta tal punto esto es así, que Heras podía extender su trabajo y convertirlo en una serie de, al menos, 17 tomos, pues la España raptada en realidad por el Estado de las Autonomías, propicia el fomento de las más provincianas y pintorescas cuestiones, que si en algunos casos nada tienen que ver con los cócteles molotov o los asuntos raciales{3} –razas referidas bien a humanos bien a asnos–, buscan en el localismo y la negación de España como nación, sus señas de identidad, rótulo oscuro donde los haya, y que tanta devoción reúne entre los muchos españoles que odian a su nación tanto como a sí mismos.

Notas

{1} Véase El mito de la Izquierda, Ediciones B, Barcelona 2003.

{2} Véase nuestra reseña del libro de César Alonso de los Ríos, Yo digo España. Contra la disolución nacional alentada por la izquierda, Libroslibres, Madrid 2006: http://www.nodulo.org/ec/2006/n057p15.htm

{3} Cuando aludimos a cuestiones de índole racial, lo hacemos de forma literal. El lector, en este aspecto, puede acudir al libro La raza catalana. El núcleo doctrinal del catalanismo (Ediciones Encuentro, Madrid 2010), reseñado recientemente en esta misma revista: «La raza catalana. De la craneometría a la inmersión lingüística».

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