lunes, 23 de mayo de 2011

México, centro de gravedad hispano

Segundo artículo publicado en Junio 7. Mayo de 2011, páginas 26 y 27.

México, centro de gravedad hispano

Un rápido vistazo a la estadística oficial nos informa de que más de 112 millones de ciudadanos pueblan los Estados Unidos Mexicanos, cifra a la que hemos de unir cerca de otros 31 millones que viven en los Estados Unidos de América, muchos de ellos en lo que en tiempos fue el Nuevo México en el que se fundó la mítica Santa Fe –la Villa Real de la Santa Fé de San Francisco de Asís si nos atenemos a su primer nombre- fundada cuando el siglo XVII arrancaba, años antes de que el Mayflower y su cargamento de puritanos tocaran la costa americana.
Hoy, cuatro siglos más tarde, más de 50 millones de hispanohablantes residen con mayor o menor fortuna dentro de las fronteras del imperio norteño y los dirigentes yanquis son plenamente conscientes del vigor de estos nuevos vecinos que poco a poco van recuperando las calles. Los guiños que los políticos hacen a dicho colectivo cuando se acercan las citas electorales, son sintomáticos de hasta qué punto este gran conjunto humano ha adquirido peso propio.
El actual México, conserva, pese a haber perdido grandes áreas hoy incorporadas a los EE. UU., grandes territorios de lo que fue el virreinato de Nueva España, una de las cabezas, junto al viejo Perú, de aquella organización dual americana en las que estaba estructurado el Imperio previo a la configuración de la veintena de naciones políticas actuales. México, pese a los graves problemas que padece, ligados a la gran escalada criminal y al narcotráfico, es, por razones de escala, una de las pocas naciones hispanas capaz de liderar una plataforma política de sólidas bases culturales: la Plataforma Hispánica.
Una plataforma en la que la propia España que le presta su nombre, no sería sino una parte periférica por cuanto el centro de gravedad de la misma podría localizarse en territorio mexicano, periferia que serviría a su vez como punto de contacto con las potencias europeas. En efecto, si en el siglo XV los españoles llegaron a lo que se denominó Tierra Firme para internarse en un Nuevo Mundo, cinco siglos después persisten importantes lazos que aún pueden ofrecer alternativas frente a otras totalidades que podemos percibir en la geopolítica actual. Ante la potencia del gigante chino o la amenaza de un Islam que pueda llegar a estar cohesionado, la aludida Plataforma es toda una alternativa a aquéllas dado el crecimiento que experimenta el número de hispanos existentes, un número que puede ir en aumento si Brasil avanza en su apuesta por el español como lengua en permanente avance, o si, como todo parece indicar, nuestra lengua sigue ganando terreno hacia el norte hasta recubrir la totalidad del continente.
Frente a esta posibilidad hemos de situar varias de las amenazas más peligrosas que se ciernen sobre ella. En primer lugar, hemos de percibir el peligro que supone, en sociedades de cultura católica, la penetración de las iglesias evangélicas, cuyo crecimiento supondría desvirtuar uno de los principales atributos de la citada Plataforma. Así es, lejos de cuestiones teológicas, el catolicismo supone no sólo un dique frente a otras religiones –estamos pensando sobre todo en el Islam- sino que también constituye una verdadera religión civil que sirve, entre otras cosas, para señalar, con especial refinamiento ceremonial, diversos hitos en la biografía de un hombre hispanizado, sea este español, mexicano o filipino, por citar tres ejemplos que cubren el mapa de lo nuestra civilización. Bautizos, bodas y entierros, con sus particularidades locales, se hallan fuertemente institucionalizados y prestan todavía importantes servicios a la colectividad.
Junto al auge de dichas iglesias de inspiración protestante y orientación individualista, organizaciones que percibimos como amenazas, podemos señalar otro de los posibles motivos de ruptura de tal Plataforma. Nos estamos refiriendo a la atomización o disolución nacional a que puede conducir la exacerbación de los movimientos indigenistas ligados a una suerte de religión natural fronteriza con la barbarie, y cuyos perniciosos efectos comienzan a manifestarse en el cono sur del continente americano, allí donde, bajo los auspicios de una Pachamama que se ofrece como alternativa al Dios trinitario, comienzan a dibujarse nuevas fronteras.
Por todo ello, consideramos que México, la tierra de la Virgen de Guadalupe, puede resultar crucial en la cristalización de una estructura política de escala mundial y ánimo civilizador que tienda a borrar fronteras y no a levantarlas.


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