Reseña de Miguel Ángel Navarro Crego publicada el miércoles 22 de octubre en El Revolucionario:
La sombra de la Leyenda Negra
El filósofo Gustavo
Bueno acaba de cumplir noventa años y
somos muchos los que nos congratulamos por ello. Para los que de alguna manera
reconocemos su influjo, el de su persona y el de su obra (pues toda filosofía tiene
un trámite mundano, socrático, y otro académico, platónico y aristotélico), es
obligado, y en la medida de nuestras fuerzas, proseguir su senda, la que él ha trazado
tras las huellas de los grandes pensadores.
En los artículos que en éste y otros diarios
se han publicado con motivo de tal efeméride, se ha subrayado el creciente
influjo que el Materialismo Filosófico ha tenido en sucesivas generaciones y la
importancia que los medios digitales e internet proyectan sobre este hecho,
proyección que ya llega a América. Por ello a reseñar uno de esos influjos
recientes quisiera yo dedicar las próximas líneas.
Así pues que un joven arquitecto conquense,
Iván Vélez Cipriano, haya escrito una obra de Filosofía de la Historia bajo el
rotundo y lacónico título de “Sobre la Leyenda Negra”, es una buena muestra de
ese entusiasmo y de ese rigor que fecunda el pensamiento de quienes se acercan
sin prejuicios al magisterio de Bueno.
Un profesor universitario al uso, de esos
curtidos en las zancadillas a las que con sorda saña es tan proclive la Universidad
española, podrá sorprenderse, tal vez con altivo desprecio, de que alguien que
no está en la profesión y sus secretos se atreva a remover y ordenar tal
cantidad de materiales históricos. Pero lo cierto es que Iván Vélez de forma
sistemática y nada ingenua logra dar forma, y desde las citadas coordenadas
filosóficas, a algo que partiendo de las tesis que denunció Julián Juderías y
Loyot (1877-1918) todavía está presente de forma nefasta en la paupérrima
cultura política de nuestra España: La Leyenda Negra.
Esa Leyenda Negra que cerniéndose sobre
nuestra historia e imperio, minimiza logros y aciertos, magnifica errores y
niega o tergiversa hechos y evidencias, y que sirve en suma para despreciar a
casi todo lo español y por ende a España misma. Que quien todavía haga esto
desde la tribuna pública o desde el escaño sea un español es síntoma de una
enfermedad contagiosa que a veces se ha cebado en nuestra casta de políticos
e intelectuales (y a estos últimos Bueno
no dudó en llamarlos en su momento nuevos impostores). Y una de las variedades
más virulentas de dicho padecer es el secesionismo, el separatismo.
Porque quien lea la obra de Iván Vélez no
sólo comprenderá cuales son los hitos principales de la génesis, desarrollo y
cristalización de esa leyenda, que como un mito oscurantista ha pesado sobre la
discutida identidad de España, sino que cada uno de los capítulos de su libro
presenta las polémicas y refutaciones que dicha leyenda generó. No estamos pues
ante una obra de historia fenoménica, pues la Historia ya está hecha, sino ante
un tratado de Filosofía de la Historia que parte de las ideas centrales que
Bueno construye en su España frente a
Europa. Evidentemente el resultado de su análisis, y como bien subraya el prologuista
Pedro Insua, no es elaborar una Leyenda rosa o dorada tan falsaria como la
negra, sino denunciar la metodología negra y las consecuencias en nuestro
presente de esa visión tan caricaturesca y deformada de nuestra nación.
Así el lector tendrá nuevas luces para
interpretar que si un político español, por mucho que él no se sintiera tal en
su “mismidad”, cuando afirmaba en el ejercicio de su profesión y en su lengua
vernácula que “España nos roba”, no estaba mintiendo, porque como Epiménides el
Cretense sólo formulaba una paradoja, a saber: Yo, que soy español pero que
vivo del cuento de no reconocerme como tal, os estoy robando. Y es que para
mejor comprender ciertas trágicas realidades hispanas, y España es entre otras
muchas cosas una idea filosófica, es necesario asumir que la lechuza de la
filosofía alza su vuelo en el crepúsculo, ya que en este caso – y en ello
también acierta Iván Vélez – la sombra de la Leyenda Negra es alargada.
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