Artículo publicado el domingo 2 de octubre de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
http://gaceta.es/ivan-velez/escisiones-psoe-02102016-2146
Las escisiones del PSOE
Pasadas las 9 de la noche, sin turno de preguntas, como ya hiciera en su
última comparecencia, Pedro Sánchez Pérez-Castejón se presentó
ante los medios para comunicar su renuncia, precipitada tras la tensa y
larguísima jornada de reunión del Comité federal celebrada en la
sede de Ferraz, a cuyas puertas se manifestaban muchos de sus más
abnegados y sectarios seguidores, entre los que, naturalmente, se infiltraron
miembros de Podemos, seguros de poder pescar en tan revueltas aguas.
Con la contumaz negativa a Rajoy y la evidencia de un
acuerdo, «el Gobierno del cambio», establecido con Podemos y las
fuerzas separatistas, como nota distintiva de los sanchistas,
un dato se repitió hasta la saciedad entre los representantes del PSOE y muchos
periodistas y propagandistas: los 137 años de vida del PSOE,
longevidad que de algún modo supondría cierta garantía de supervivencia para el
partido del puño y la rosa. El dato, no obstante, encubre más de lo que
muestra, pues si bien es cierto que existe continuidad entre el colectivo
fundado por Pablo Iglesias Posse en Casa Labra en 1879,
y el partido que hoy dispone de 85 diputados, lo cierto es que el
PSOE ha atravesado por diversas crisis, algunas de las cuales fueron tan
agudas, que comprometen seriamente el argumento historicista.
En efecto, varios han sido los momentos críticos vividos en el seno del
partido que ha monopolizado el espectro socialdemócrata durante
la actual democracia coronada a la que tanto ha contribuido
desde su cristalización hasta su consolidación. Cronológicamente hablando, la escisión,
término profusamente manejado estos días ya empleado por el socialista Miguel
Peydro en su libro Las escisiones del PSOE (Barcelona
1980), de 1921 es la primera. En el contexto revolucionario
que llevaría a la emergencia de la URSS, el Partido Socialista
Obrero Español sufrió una convulsión que tuvo una suerte de réplica gracias al
sector encabezado por Largo Caballerodurante la burguesa II
República Española. La crisis de abril de 1921 tuvo como principal
consecuencia la creación en España del Partido Comunista Español,
y va ligada a la celebración de un congreso cuando en el que se planteó la
disyuntiva de adherirse o no a la III Internacional. La
renuncia a una decisión que parecía estar tomada, se produjo gracias a los
8.808 votos en contra frente a los 6.025 a favor. Se cerraba así una vía
explorada por los comisionados en Moscú, Fernando de los Ríosy Daniel
Anguiano, protagonistas de aquel célebre episodio que no nos resistimos a
reproducir. Tras preguntar los españoles: «¿Cómo y cuándo cree usted que podrá
pasarse del actual periodo, llamado de dictadura del proletariado y período de
transición, a un régimen de plena libertad para sindicatos, Prensa e
individuos?», la larga respuesta de Lenin se cerró con el
contundente: «¿Libertad para qué?»
Medio siglo más tarde el partido se enfrentaría a una nueva y trascendental
crisis. Entre finales de los 60 y principios de la siguiente década, el
socialismo hispano se dividía en varias facciones: el PSOE(h), o histórico,
liderado en Toulouse por Rodolfo Llopis, con el que coqueteó el
dolarizado Tierno Galván,
líder del PSI (Partido Socialista del Interior); y el PSOE(r),
o renovado, apoyado por una instrumentalizada UGT y
encabezado por el «clan de la tortilla», en el que destacaban Felipe
González y Alfonso Guerra, nutridos por marcos
alemanes. Las escaramuzas, más allá de discretas reuniones e irregulares
votaciones, tuvieron también un elemento doctrinal desestabilizador, el
artículo que, bajo el título «Los enfoques de la praxis», apareció
en El Socialista en mayo de 1972. Atribuido a la pluma
de Guerra, jugaba con el clásico par teoría/praxis y planteaba la ruptura de un
tabú: el establecimiento de relaciones con los herederos de aquella lejana
escisión, los comunistas, principal amenaza o, por mejor decir, el grupo que
aglutinaba la oposición más o menos definida, al franquismo.
De aquellas tensiones que tenían un evidente factor generacional, cuando el
artículo ve la luz LLopis había cumplido 77 años aureolados de aromas
masónicos, se derivaría una consecuencia crucial. Dos años más tarde,
abandonado por la Internacional Socialista, durante el congreso de agosto
de 1974, Rodolfo Llopis manifestó que no presentaba su candidatura
a la Secretaría General, dejando el camino expedito a ese mismo Felipe González
que, a la edad de 74 años, ha maniobrado para orillar a un Sánchez
cuya ambición le había llevado a fraguar un acuerdo con Pablo Manuel
Iglesias Turrión, hábil manejador de terminología marxista y cabeza visible
de un partido en el que los más apocalípticos analistas ven, espantandos, al comunismo
redivivo.
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