Artículo de Miguel Ángel Navarro Crego publicado en el nº 175, p. 13 de El Catoblepas:
Sobre la obra El mito de Cortés
Reseña de la obra de Iván Vélez El mito de Cortés.
De héroe universal a icono de la Leyenda Negra.
Iván
Vélez acaba de publicar El mito de Cortés. De héroe universal a icono
de la Leyenda negra (Ediciones Encuentro, Madrid, 2016). Y si queremos
hacer justicia al autor tenemos que empezar por la última expresión del
subtítulo de su libro: La Leyenda Negra. Pues para entender la obra que de forma
exitosa culmina este joven filósofo, hemos de remitirnos de forma obligada a la
metodología y contenidos ya empleados en su anterior trabajo (Sobre la
Leyenda Negra. Ediciones Encuentro, Madrid, 2014. Con prólogo de Pedro
Insua). Un libro en el que repasaba la génesis, el despliegue e influencias en
nuestro presente de esa polémica y oscura (según algunos historiadores y nunca
mejor dicho) página de nuestra Historia e Historiografía.
Es en este contexto en el que la figura del conquistador
español Hernán Cortés ha sido encuadrada y despachada a veces de forma airada.
Si en La Leyenda Negra el autor elaboraba un ensayo de
Filosofía de la Historia, en El mito de Cortés Iván Vélez hace
un detallado repaso de los mitos oscurantistas, ambiguos y luminosos, o
esclarecedores, que han acompañado a la histórica figura de Cortés y que se
prefiguran en su germen ya en vida del mismo.
Pero no se despiste el lector. No estamos ante un libro de
Historia: lo que con Gustavo Bueno llamaríamos la Ciencia Histórica o Historia
con mayúsculas; ni tampoco nos topamos con una obra de «historia», es decir de
historia con minúsculas, que equivale al relato oral convertido en mitológica
leyenda inverificable o ideológica «memoria histórica». Luego, ¿a qué género
epistémico pertenece el ensayo de Vélez? Digámoslo con claridad. Esta obra,
como la que la precede, es una obra de Filosofía: ese saber de las Ideas que
pone su capacidad crítica, es decir clasificatoria, al servicio del
esclarecimiento de los conceptos más variopintos.
El libro de Iván Vélez es un ensayo de Filosofía del Mito y
también de Filosofía de la Historia. Tal vez más lo primero que lo segundo. Y
esto porque la portentosa figura del de Medellín no deja indiferentes ni a
hagiógrafos ni a detractores. El autor ajusta pues los quicios bibliográficos,
«Históricos», que ya en los siglos XVI y XVII nos presentaron a un Cortés
heroico a través de sus hazañas. Y esto es así porque partiendo de las reliquias escritas
de Cortés o sobre éste, se erige toda una imagen, es decir toda una iconografía
intelectual y no sólo mental o psicológica, que de siglo en siglo llega hasta
nosotros de forma caleidoscópica. Y esta iconografía, esta pléyade de imágenes,
es a la vez símbolo y realidad de lo que sobre la vida y logros (otros dirán
desaciertos) de Hernán Cortés se ha ejercido y representado. Así pues tenemos
un Cortés heroico, dramático, acaso romántico, contrafigura del indigenismo,
etc. Mas también nos presenta Iván Vélez los mitos cortesinos, es decir aquel
conjunto de relatos que con cierto apoyo en la tradición oral,
y que después quedaron fijados por escrito, van engrosando a lo largo de los
siglos una Mitología, es decir un logos, no por difícilmente verificable,
acrítico o menos pregnante y evocador: Cortés ¿barrenó o quemó sus naves?, ¿era
rebelde?, ¿era cruel?, etc.
Si estamos tratando de Filosofía y después de esta
introducción hay inexorablemente que preguntarse, ¿qué «caja de herramientas
teórica» emplea el autor para escribir y argumentar su obra? La respuesta es
clara y contundente: las herramientas del Materialismo Filosófico, desarrollado
en España y en español por el filósofo Gustavo Bueno (1924-2016), que acaba de
dejarnos pero que vive y seguirá viviendo en obras como la de Iván Vélez. Así,
ideas como la de «ortograma» (p. 141), «partes formales» de un Todo (por
ejemplo las partes de un monumento sobre Cortés, p. 213), «mito tenebroso y
oscuro» (como el de Quetzalcóatl, p. 295), «religión zoomorfa» y «Dios de la
Teología» (p. 302), etc., son parte del entramado teórico sin el que esta obra
no sería posible. Y por supuesto las propias ideas de «reliquia», «relato» y
«mito»{1} .
Por último afirma Iván Vélez: «En Cortés, en suma, confluyen
los dos impulsos fundamentales del despliegue imperial hispano en su doble
condición católica: la que va referida al recubrimiento político del globo y la
que trata de hacer partícipes de tal fe a todos los hombres» (p. 305). Esta
sabia, austera y clara conclusión sólo es posible desarrollarla y presentarla
como cierre de su trabajo, porque el autor ha operado con maestría con la
Doctrina del Imperio Generador (que se opone al Imperio Depredador, y aunque
ésta no sea una distinción dicotómica), que Gustavo Bueno elaboró en España
frente a Europa {2}
Como afirmábamos más arriba y también en nuestro artículo de
homenaje ante el fallecimiento del maestro{3}, Gustavo Bueno
persona no ha muerto y la presente obra de Iván Vélez es el mejor y más
reciente ejemplo de ello.
Notas
{1} Véase Bueno, Gustavo. «Reliquias y
relatos: construcción del concepto dehistoria fenoménica». Revista El
Basilisco, Nº 1, Pentalfa Ediciones. Oviedo, (marzo-abril 1978), pp. 5-16.
Bueno, G. El individuo en la Historia. Comentario a un texto de Aristóteles,
Poética 1451b, Universidad de Oviedo (Discurso inaugural del Curso 1980-81).
Oviedo, 1980. Bueno, G. El animal divino. Ensayo de una filosofía
materialista de la religión. Pentalfa Ediciones, 2ª edición (corregida y
aumentada). Oviedo, 1996 (mayo). Bueno, G. El mito de la cultura.
Ensayo de una filosofía materialista de la cultura. Editorial Prensa
Ibérica. Barcelona, 1996, (noviembre). Bueno, G. España frente a Europa.
Alba Editorial, S. L. Barcelona, 1999. Bueno, G. El mito de la
Izquierda. Las izquierdas y la derecha. Ediciones B. Barcelona, 2003.
Bueno, G. España no es un mito. Claves para una defensa razonada.
Ediciones Temas de Hoy. Madrid, 2005.
{2} Bueno, G. España frente a Europa. Alba
Editorial, S. L. Barcelona, 1999. Véase el capítulo III. La idea de Imperio
como categoría historiográfica y como Idea filosófica, pp. 171-238. En concreto:
La acepción V del Imperio: La Idea filosófica del Imperio, pp. 203-238. Muy
importantes son los capítulos IV y V. España y el Imperio (pp. 239-367. España
y América Hispana (Iberoamérica) 369-389.
Recordemos lo que afirma Bueno en el glosario bajo la voz Imperio,
depredador y generador. «Un imperio es depredador cuando por
estructura tiende a mantener con las sociedades por él coordenadas unas
relaciones de explotación en el aprovechamiento de sus recursos económicos o
sociales tales que impidan el desarrollo político de esas sociedades,
manteniéndolas en estado de salvajismo y, en el límite, destruyéndolas como
tales. Un imperio es generador cuando, por estructura, y sin perjuicio de las
ineludibles operaciones de explotación colonialista, determina el
desenvolvimiento social, económico, cultural y político de las sociedades
colonizadas, haciendo posible su transformación en sociedades políticas de
pleno derecho. El Imperio inglés o el Imperio holandés de los siglos XVII y XIX
(teoría del gobierno indirecto). El imperio romano o el Imperio español serían
los principales ejemplos de Imperios generadores: a través de sus actos
particulares de violencia, de extorsión y aun de esclavización, por medio de
los cuales estos imperios universales se desarrollaron, lo cierto es que el
Imperio romano terminó concediendo la ciudadanía a prácticamente todos los
núcleos urbanos de sus dominios, y el Imperio español, que consideró siempre a
sus súbditos como hombres libres, propició las condiciones precisas para la transformación
de sus Virreinatos o provincias en Repúblicas constitucionales» (Op., cit., pp.
465-466.)
{3} Navarro Crego, M. A. Gustavo Bueno: sembrando la
«semilla inmortal». Revista El Catoblepas, Nº 174, agosto 2016, p. 13.
Quisiéramos hacer notar, de forma breve pero clara, que otro de los tópicos
negrolegendarios que se ciernen sobre la figura de Cortés y la Conquista de
México, y por ende sobre el Imperio español, es el de la superioridad de los
españoles en materia armamentística y que presuntamente habría sido decisiva de
forma exclusiva para la derrota de los Mexicas. Este argumento, de tipo técnico
y tecnológico (por lo que se refiere en concreto al uso de armas de fuego como
arcabuces o artillería-bombardas, culebrinas--), hay quien lo hace extensivo
también al resto de Conquistadores españoles del siglo XVI. Lo citado no deja
de ser curioso, ya que muchos de los cronistas que han propalado la Leyenda
Negra antiespañola subrayan en otros contextos el atraso científico-tecnológico
de España, cuando a ésta se la evalúa desde la idea de ciencia que se fraguó no
sólo con el paradigma Mecanicista (el de Galileo y Newton), sino con la
tradición Empirista que arranca a partir de F. Bacon y J. Locke. Sobre este
tema llevamos tiempo trabajando y podemos concluir que últimamente ningún
historiador serio apuntala la tesis de la superioridad tecnológica del
armamento de Cortés y sus tropas, subrayando, eso sí, su gran capacidad
estratégica y táctica, y su inteligencia práctica para hacer pactos y
establecer alianzas. Luego reconocer el genio militar de Cortés no es más que
decir la verdad. (Véase el monográfico de la revista Desperta Ferrodedicado
a La Conquista de México. Nº 12. Desperta Ferro Ediciones SLNE,
2012). Sobre las armas de los conquistadores y de todo el período colonial en
Norteamérica (con españoles, holandeses, ingleses y franceses en liza), hay una
suficiente y prestigiosa bibliografía en inglés que estamos recopilando.
Pero por otra parte el Imperio español tuvo una tradición tecnológica armera
propia muy brillante, que arranca con el reinado de Carlos I y que se extiende
hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX. Esta tradición se asienta
además en una de las acepciones que Aristóteles y la tradición
aristotélico-escolástica tienen de «ciencia». No es el caso de tratar este
apasionante tema aquí, pero estamos trabajando en ello y alguna pincelada ya
dimos en nuestro artículo «Las
armas en El Quijote y un muy breve apunte sobre el imperio
español». Revista El Catoblepas, Nº 47, enero 2006, p. 11.
No hay comentarios:
Publicar un comentario