Artículo publicado el 1 de noviembre de 2019 en Libertad Digital:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/tribuna/2018-11-01/ivan-velez-la-coartada-federal-86373/
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La
coartada federal
Necesitado de una atención mediática
que impida su olvido, el prófugo de la justicia española, Carles Puigdemont, fue
entrevistado recientemente por el ex revolucionario primaveral francés, Daniel
Cohn-Bendit. Ante el mismo Daniel el rojo
que hace años consumó su viraje cromático para abrazar el verde eurodiputado,
el marido de Marcela Topor, viejo aficionado al travestismo nigromático y a la
magia, volvió a apelar al voluntarismo. «Los catalanes deben ser capaces de
decir sí o no a la independencia», afirmó, antes de invocar la que para muchos
es la fórmula balsámica, federalista para más señas, con la que podrían
solucionarse los problemas territoriales españoles. A través del canal
Euronews, el de Amer fingió un lamento: «Si hace 40 años, hubiéramos estado en
el marco de un federalismo a la alemana, no estaríamos pidiendo hoy la
independencia». La queja, teñida de un impostado fatalismo, llevaba alojada una
profunda carga adulatoria para con esa Alemania que le ha permitido seguir
errando principescamente por la Europa. Frente a la que presentó como
oportunidad perdida, el gerundense insistió en decir que sólo los catalanes pueden
decidir su futuro, petición de principio que caracteriza a los miembros de las sectas
catalanistas que, guiados por su fanatismo o su falsa conciencia, incapaces de
escapar de semejante falacia. Frente a tan común afirmación, las preguntas
surgen de manera es inmediata. Si Cataluña es ya una entidad política soberana,
¿qué sentido tiene realizar una consulta en relación a su independencia? ¿qué
irrefrenable impulso sufragista conduce a votar sobre una soberanía cuyo
origen, al parecer, se pierde en la noche de los tiempos?
Algo no encaja en los razonamientos
de un separatismo que no logra separarse del todo de una España sin separación
de poderes, a cuyo Gobierno se le pide que presione al poder judicial –un
gesto, piden los más afectados-, para sacar de prisión a los compañeros de
viaje, es un decir, de Puigdemont, pues mientras este lo hizo escondido en un
maletero, otros se internaron en la meseta a bordo de un furgón policial.
Conscientes de las graves condenas que pueden recaer sobre los Junqueras,
Turull y compañía, por los actos que todo el mundo pudo ver a través de un
golpe televisado y publicitado en algunos medios, los autoproclamados
representantes del pueblo catalán, solicitan una solución política para el
conflicto. O lo que es lo mismo, cercanos a enfrentarse a la cruda realidad de
un futuro enrejado, tratan de buscar un atajo, confiados en el oportunismo e
irresponsabilidad que caracteriza a la partitocracia española, a la que siempre
han chantajeado a cambio de cantidades decrecientes de poder. La inminente
apertura del juicio ha permitido que dos de las más distinguidas cabezas
pensantes del catalanismo, hayan ofrecido soluciones. Si Puigdemont aboga por
el federalismo, Tardá se ha insinuado al doctor Sánchez de este confederal
modo: «Si ofrecieran un buen Estatuto de Autonomía confederal es posible que
muchos independentistas lo votaran». En ambos casos, y esto es lo que no se
dice de manera explícita, la estructura resultante exigiría la independencia de
Cataluña, que se insertaría, o no, en el nuevo estado. Si esas son las
posiciones de las dos fuerzas políticas mayoritarias del secesionismo, la
oferta de aumento de autogobierno, hecha el Presidente Sánchez, es plenamente
compatible con las intenciones de quienes le han procurado su actual cargo, que
no esconden sus armas, pues Tardá, al tiempo que ofrecía la vía confederal,
amenazó a España. De no avanzar en el sentido indicado, la desobediencia civil
regresaría a las calles. Los CDR, fieles a Torra, pero también receptivos a las
arengas del partido del triángulo y la estrella, aprietan pero, de momento, no
ahogan.
Paralelamente a las negociaciones
desarrolladas por los políticos profesionales, un conjunto de organizaciones
trabajan para fortalecer la opción federal, tan biensonante para determinados
oídos. Destaca entre ellas, por la larga trayectoria de alguno de sus líderes,
la Asociación por una España Federal, entre cuyos fundadores figura Nicolás
Sartorius Álvarez de las Asturias Bohorques, hijo del Conde de San Luis, cuyo
célebre apellido oculta una larga trayectoria. La biografía de Sartorius estuvo
teñida en su momento por un VERDE muy diferente al de Daniel Cohn-Bendit. En
lugar de la madre Tierra, la juventud de don Nicolás estuvo ligada a perfiles
borbonizantes como el de Jose Luis Leal Maldonado. Con él compartió pupitre en
el Colegio Mayor de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, antes de
integrarse en las Juventudes Monárquicas Españolas, que precedieron al ingreso
en el Frente de Liberación Popular, el famoso FELIPE, pilotado por Julio Cerón.
Frente al franquismo oficial, una serie de oportunos auspicios metálicos e
ideológicos, favorecieron el cultivo de un federalismo a la española,
compatible con el que inspiró la mayor parte de las instituciones del lado
capitalista de Europa. Tal confluencia de intereses determinó que el credo
federalista, especialmente dentro del contexto del diálogo cristiano-marxista,
fuera asumido incluso por centrales sindicales que se fueron distanciando del
influjo moscovita. Los efectos de tal asunción son visibles en organizaciones
como la Asociación por una España Federal, entre cuyos primeros veintidós miembros
encontramos a Fernando Lezcano López, Secretario de organización de CCOO,
Frederic Monell, Secretario de organización de UGT, y a sindicalistas de un
perfil más bajo, como Francisco Javier Puente González y Juan Antonio Sifre
Martínez. Junto a los hombres ligados, al menos simbólicamente, al mono de
trabajo, los que han desarrollado su carrera a la sombra de las togas, forman
el grupo más nutrido de los federalistas asociados. Hombres versados en
mantener el equilibrio dentro de un mundo, el legislativo, que necesita de
técnicos que operen la transformación precisa para dar el giro federal a una
nación que dejó la puerta abierta a la desigualdad interterritorial cuando
introdujo en su Constitución los términos «nacionalidades» y «regiones».
Esta conjunción de fuerzas y
gremios, unida a representantes del mundo empresarial, es la que trata de hacer
que España se adentre en una senda, la federal, flanqueada por los mitos y lugares
comunes que aparecen en el sucinto Manifiesto publicado en la web de la
Asociación por una España Federal. Su artículo segundo afirma que «el
federalismo, como forma política de la solidaridad, completa y cristaliza los
valores ilustrados de la libertad y la igualdad, de un modo transversal con
relación a las diversas ideologías y programas políticos», antes de anunciar un
final del que, al parecer, es imposible escapar, pues «el futuro, en España y
en Europa, debería de ser federal. En la era de la globalización, las pequeñas
unidades políticas ya no están en condiciones de enfrentarse a los grandes
retos que requieren soluciones globales». Sin embargo, a pesar de la amplitud
de los horizontes que atisban los redactores de ese escrito, enseguida se advierte
el desajuste entre las pequeñas unidades que rechazan, y la escala global a la
que aspiran a enfrentarse. En efecto, en la asociación ya ha fraguado el
particularismo de los Federalistas de Aragón, presididos por el economista Santiago
Coello. También el de Federalistas d’Esquerres, cuyo presidente, Joan Botella
Corral, fue arropado hace unas semanas por la Ministra de Política Territorial
y Función Pública, Meritxell Batet, Miquel Iceta y Joan Coscubiela, presentes durante
la puesta de largo de la organización en Barcelona. Bendecido por la cuota PSC instalada
en el Gobierno de Sanchez, Botella mostró los instrumentos con los que pretende
conducir la nave federalista hispana al puerto europeo. «Cooperación y
autogobierno son las dos patas de un Estado Federal», sostuvo en uno de los
enclaves más simbólicos del cinturón rojo de Barcelona, Hospitalet de Llobregat.
En la ofensiva federalista no podían
faltar algunos actores pertenecientes al mundo empresarial. Entre ellos destaca
Joaquim Coello, enlace entre Urkullu y Puigdemont, herederos de las viejas
burguesías periféricas que han amordazado a una clase obrera que ya no cree ni
en la épica ni en la retórica de un pasado ajustado a los estrechos márgenes de
la Memoria Histórica. Al cabo, la poderosa maquinaria propagandística vinculada
a los intereses ocultos bajo la coartada federal, sabrá incluso soslayar
detalles como los que adornaron la biografía de Walter Hallestein, ideólogo
que, convenientemente desnazificado en los Estados Unidos que impulsaron el
Plan Marshall, fue el primer presidente de la Comisión Europea, estructura sobre
la que muchos pretenden construir la Europa de las regiones cuyo mapa ya fue
trazado en la Alemania hitleriana.
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