sábado, 2 de marzo de 2019

La verdadera historia de la primera vuelta al mundo: así se convirtió Elcano en leyenda

El Mundo 29 de enero de 2019:
https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/01/29/5c4f3ecf21efa04f638b4696.html


De la primera, y española, circunnavegación de la Tierra

«Flacos como jamás hombres estuvieron». Con estas palabras describió Juan Sebastián Elcano el estado de los diecisiete hombres que junto a él descendieron de la nao Victoria el 6 de septiembre de 1522 en Sanlúcar de Barrameda. Hace exactamente un siglo, el guipuzcoano Elías Salaverría atrapó sobre el lienzo las miradas perdidas de aquellos marineros que, ya en Sevilla, iluminados por la temblorosa luz de unos velones, dejaron atrás las tablas del barco y se dirigieron descalzos hacia la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, en acción de gracias, después de haber «dado la vuelta a toda la redondeza del mundo». La expresión corresponde de nuevo a Elcano. Como ocurriera en 1919, el año que ahora arranca ofrece la posibilidad de conmemorar una fecha redonda: los quinientos años desde que cinco naves bajaran por el Guadalquivir para comenzar un viaje histórico. Tres años después de la botadura fluvial, el espectral conjunto de hombres aludido regresó a España después de circunnavegar la Tierra.
En el contexto de tan importante aniversario, se ha desatado una pequeña tormenta, tan académica como diplomática, al saberse que Portugal ha tratado de obtener, por parte de la UNESCO, el reconocimiento de la Ruta Magallanes como Patrimonio de la Humanidad. La iniciativa, en marcha desde hace años, convertiría a Elcano en un mero continuador de un viaje cuyo mérito cabría atribuir a Magallanes, portuense de nación. Según la interpretación portuguesa, la gesta del de Guetaria vendría impulsada por una suerte de inercia debida a Magallanes. Sea como fuere, el desajuste interpretativo ofrece una magnífica oportunidad de regresar a lo ocurrido hace medio milenio.
Insatisfecho con el trato recibido por la corona portuguesa, Fernando de Magallanes, que ya había navegado hasta la India, ofreció sus servicios a Carlos I. El ir y venir de pilotos y navegantes se recortaba sobre el fondo del Tratado de Tordesillas de 1494, que había dividido la esfera terráquea en dos mitades, con las islas de Cabo Verde como referencia fundamental. A 370 leguas al oeste de ese archipiélago se estableció un meridiano de demarcación que dio lugar a una polémica en el Pacífico, a propósito del lado –español o portugués- en el que caían las Molucas. En un momento en el cual se creía que el diámetro del planeta era inferior al real, era obligado tratar de fijar tan lucrativo enclave. Todo ello determinó que desde España se impulsara una armada que buscaba un fin muy diferente al que ahora se celebra. Las cinco naves tenían como principal misión la búsqueda de un paso natural a través del Nuevo Mundo que acortara el viaje hacia la Especiería. Una vez descubierto el estrecho, las naves capitaneadas por Magallanes debían dirigirse al Maluco, surcando en todo momento aguas españolas.
Si estos eran los principales objetivos, entre los cuales no se hallaba la vuelta al mundo, hay que señalar, en relación a la autoría del proyecto, que fue el poderoso mercader burgalés de origen converso, Cristóbal de Haro, dedicado al negocio de las especias, quien aportó la mayor parte de los 1.592.769 maravedís que dieron viabilidad al viaje de un Magallanes que era ya súbdito del rey Carlos. Fue el monarca español quien el 22 de marzo de 1518 firmó en Valladolid unas capitulaciones muy favorables a Fernando de Magallanes, que recibió los títulos de capitán general de la expedición, adelantado y gobernador de las tierras que descubriera. Haro no estaba solo, pues contó con el apoyo de los Welser y del poderoso Fonseca, obispo de Burgos. Por otro lado, aunque había tenido grandes intereses comerciales en Lisboa, el hundimiento de una flota dedicada al tráfico de esclavos negros por parte del portugués Lusarte, había provocado su hostilidad hacia el reino vecino. Si estos fueron los fines y los principales apoyos financieros del proyecto, en lo que respecta a la composición de la tripulación de las naves, las proporciones vuelven a decantarse claramente hacia el lado español, que aportó dos tercios del total de hombres. Apenas veinticuatro portugueses subieron a los barcos dentro de un total aproximado de doscientos cincuenta marineros.
Pese a la cuidada preparación y la nitidez del plan que había de seguirse, la flota, en la que Elcano se integró como contramaestre de la Concepción, encontró dificultades incluso antes de soltar amarras, lo cual demuestra hasta qué punto las dudas en relación al diámetro de la Tierra, afectaban tanto a portugueses como a españoles. Prueba de ello es el hecho de que, ante la posibilidad de que las Molucas cayeran dentro de la demarcación española establecida en Tordesillas, los portugueses, por la vía diplomática primero y por otras más expeditivas después, trataron de abortar la partida de los barcos.
Tras dejar atrás la península, Magallanes hizo escala en enclaves que consideraba situados dentro del lado español. Entre ellos estaba el Río de la Plata, ya descubierto por Juan Díaz de Solís mientras buscaba el anhelado paso hacia el Pacífico. La condición fluvial de esas aguas obligaba a seguir hacia el sur, hacia un rumbo tan desconocido como gélido. Ante la prolongada estancia en Puerto de San Julián, no tardó en urdirse un complot en el que participaron tanto españoles como portugueses. El 7 de abril de 1520 Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción, fue decapitado y descuartizado, mientras Juan de Cartagena y el fraile Pedro Sánchez Reina quedaron desterrados en una isla en la que hallaron su final. Superadas innumerables dificultades, el estrecho ante el que se abría la Mar del Sur, apareció por fin.
En medio de la inmensidad oceánica descubierta por Núñez de Balboa, la flota, con la excepción de la San Antonio, que regresó a España y de la Santiago, que naufragó, alcanzó la que llamaron Isla de los Ladrones, hoy Guam. Esta escala fue la primera de una larga serie en la que Magallanes trabó relaciones con los reyes locales e intentó implantar el cristianismo. En Mactán, una lanza segó la vida del almirante, al que sucedió el débil Lopes Carvalho. Ante la inoperancia de Lopes, Gonzalo Gómez de Espinosa tomó el mando y Juan Sebastián Elcano la capitanía de la Victoria. Ambos decidieron dirigirse a Tidore, donde reinaba un musulmán que llamaron Almanzor, para obtener especias. Estando allí, el portugués Pedro Alfonso de Lorosa alertó del riesgo que corrían por la cercanía de una factoría establecida por sus compatriotas. Era necesario abandonar Tidore y fue en entonces cuando se produjo un giro trascendental. Con las naves cargadas de clavo y dispuestas para zarpar, se detectó una vía de agua en la Trinidad. Los trabajos de reparación y carenado llevarían mucho tiempo, por lo que la Victoria partió, pero no hacia el Darién dominado por los españoles, sino en una dirección opuesta, hacia la demarcación portuguesa. Empujada por los vientos que soplaban en aquella dirección, la nave pilotada por Elcano puso su proa hacia España abriéndose paso entre los mares portugueses.
Una vez reparada, la Trinidad trató sin éxito de cruzar el Pacífico. Los vientos desfavorables y una recia tempestad le impidieron seguir la corriente de Kuro Siwo que en 1565 sirvió a Andrés de Urdaneta para establecer el camino de regreso de Asia a América, el llamado Tornaviaje, que permitió la puesta en marcha del Galeón de Manila con el que Oriente, Nueva España mediante, estableció un crucial nexo comercial con Europa. Después navegar durante meses, la Trinidad, en su regreso a las Molucas, cayó en manos portuguesas, en las que sus escasos supervivientes permanecieron cautivos durante años.
Por su parte, la Victoria, capitaneada por Elcano, navegó durante meses sin tocar tierra hasta remontar el cabo de Buena Esperanza. Cuenta Pigafetta, que aquellos hombres se movieron más por el honor que por la vida, con un único objetivo: volver a su patria. Por el camino, muchos encontraron en el mar su última morada. Desesperados, atacados por el hambre y las enfermedades, decidieron tocar las islas de Cabo Verde, haciéndose pasar por viajeros que regresaban de América. Fue allí donde tuvieron constancia de la realidad de su vuelta completa a la Tierra, al observar que mientras ellos creían hallarse en el día 9 de julio de 1522, los portugueses decían vivir un día más tarde. Un par de meses después, los supervivientes celebraron en Sevilla la procesión que encabeza nuestro escrito.
Hecha esta sucinta descripción de tan prodigiosos hechos, el factor portugués queda ajustado a sus justos y minoritarios términos. La empresa tuvo el inequívoco sello español, pero fueron las complejas circunstancias que la envolvieron, las que propiciaron una decisión, la de Elcano y sus compañeros, con la que aquellos hombres, como tantos otros de su tiempo, buscaron alcanzar la fama. El lema concedido por Carlos I al de Guetaria: Primus circumdedisti me  -El primero que me circundaste-, no deja lugar a dudas de quién abrió aquella ruta circular, por más que quinientos años más tarde, en los tiempos del consenso y el diálogo, una iniciativa conjunta, nombrada con el término geográfico «Península Ibérica», trate de repartir, democráticamente, los méritos de aquel viaje que Portugal trató en vano de impedir.

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