sábado, 2 de marzo de 2019

Pedro Sánchez: manual de resistencia y europeísmo

Libertad Digital 21 de enero de 2019:
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Pedro Sánchez: manual de resistencia y europeísmo

            No pocas chanzas ha desencadenado la publicación del libro, firmado por Pedro Sánchez –Pérez-Castejón, no confundir con el humanista contrarreformista toledano De Acre- Manual de supervivencia, obra a la que, según se ha podido saber, ha dado «forma literaria» Irene Lozano, verdadero modelo de subsistencia dentro del mundo partitocrático, que ha sabido encontrar acomodo en la secretaría de Estado de la España Global, nombre que sustituye a la llamada Marca España. El motivo fundamental de la avalancha de comentarios jocosos, que sustituyeron al inicial estupor propiciado por el hecho de que Sánchez sea el primer Presidente del Gobierno que pone su nombre bajo el título de un libro mientras desempeña tan alta responsabilidad, ha venido aparejado al conocimiento de la que, al parecer, fue la primera decisión tomada por el otrora jugador de baloncesto del Ramiro de Maeztu. Según su propia confesión, lo primero que hizo el matrimonio presidencial nada más llegar a La Moncloa fue sustituir el colchón antes ocupado por Rajoy y su esposa, la discreta Viri. «Dos que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión», tal es el motivo que llevó al presidente y a su señora a poner un colchón de por medio con los ácaros, pelos y otros fluidos corporales –el «caldito de tu cuerpo» del que hablara Kiko Veneno- que pudiera atesoran el lecho de sus predecesores en el cargo.
            Si esta medida higienista ha sido enormemente comentada, no le ha ido a la zaga la cita, deformada, que Sánchez o quien haya escrito ese párrafo, ha atribuido a San Juan de la Cruz en lugar de a su verdadero autor, el agustino fray Luis de León, que regresó a su cátedra salmantina tras dar con sus huesos en la cárcel inquisitorial en la que, por cierto, dispuso de pluma y papel con los que siguió escribiendo.
            Manual de resistencia, en efecto, ofrece materia de deleite para todo aquel que quiera ver en él la manifestación de una personalidad que muchos han caracterizado como marcada por la vanidad y el narcisismo, en cuyo reverso otros han visto la mueca de la venganza de aquel que en su día fue repudiado por su partido y prometió regresar fortalecido. No negaremos que algo de eso puede haber en la personalidad de quien no tiene rubor en hablar de este modo del mismísimo Felipe VI:
          «Suele decirse que en los momentos difíciles es cuando se conoce verdaderamente a las personas. En aquellos días intensos, don Felipe y yo tuvimos la oportunidad de conocernos de verdad, en lo más personal, en una situación que ninguno de los dos buscábamos ni esperábamos, y en la que nos colocó la irresponsabilidad de otros. Enseguida nos reconocimos mutuamente como las personas que íbamos a sacar al país del riesgo de bloqueo. Conectamos de forma especial, confiamos el uno en el otro y se estableció una relación muy franca. Hablábamos por teléfono de manera regular. Una corriente de confianza mutua se estableció entre nosotros. Me consta que más de una vez ha explicado a interlocutores amantes de la cizaña que aquello a lo que me comprometí con él lo hice. En efecto, cumplí mi palabra.»
            En definitiva, muchas de las aproximaciones a lo que se ha dado en llamar sanchismo, están fuertemente marcadas por el psicologismo. Y no faltan motivos para ello, pues el político madrileño que da nombre a tan personalísimo movimiento, el mismo hombre en cuya biografía se abre un abismo que separa a Pedro Sánchez del Presidente del Gobierno, gusta de emplear un solemne «mi persona» que deshumaniza al dudoso doctor. Según tal interpretación, Sánchez sería un hombre pagado de sí mismo capaz de desdecirse compulsivamente con tal de acceder a un sillón, el presidencial, en el que ya ha permanecido casi nueve meses. No dudamos de que los finis operantis de Sánchez hayan sido un importante factor en su carrera, sin embargo, no parece que en el político madrileño esté concentrada toda la fauidad y el egoísmo de la llamada «clase política». En efecto, Sánchez no es el único que tiene la voluntad de alcanzar el poder, pero lo ha alcanzado, por lo que se hace preciso buscar las causas extrasomáticas que han acompañado su ascenso, y creemos que algunas de estas se hallan en el último capítulo de su Manual, titulado «Continuar la historia».
            En ese último fragmento, Sánchez aborda lo que denomina «renovación del pacto constitucional», y es en esas páginas donde, a nuestro juicio, aparecen algunas claves de su éxito, un éxito que sintoniza con algunos de los principales atributos de la ideología dominante. Sánchez no duda en afirmar que la tarea reformatoria «debe hacerse con participación, de abajo arriba. El Congreso de los Diputados ha de abrirse. En la Comisión Constitucional debe escucharse a colectivos, ONG, personalidades…». Un movimiento de poder ascendente que conecta con una sociedad marcada por la ilusión democrática que refuerza una tecnología accesible a todo consumidor. Si esta afirmación, de gran carga adulatoria, conecta de inmediato con la clientela política, el método –una mezcla entre «cultura de diálogo» y «consenso»- que Sánchez ofrece para alcanzar soluciones, constituye sin duda el, por decirlo en términos escolásticos, «único modo» empleado por aquellos que, no en vano, tienen un sitio reservado en el Parlamento.
            Después de cantar las glorias de los padres de esa Constitución, peaje obligado para todo aquel político que trate de sobrevivir dentro del ramo, que ahora trata de transformar, Sánchez hace un canto tan europeísta como federal. Así, el doctor afirma: «Ahora ya sabemos dónde estamos: estamos en una Europa federal donde las regiones tienen un papel determinante que desempeñar; las ciudades, un peso específico, en tanto que el Estado nación ha empezado a transferir a entes supranacionales algunas competencias, como la política económica; y pronto se van a empezar a incorporar parámetros de política social en el semestre europeo, como se aprobó en la Cumbre de Gotemburgo». La nación, aquello sobre lo que Sánchez ha extendido su acción de gobierno, se desdibuja en esta catarata de afirmaciones que serán bien recibidas por las facciones separatistas que han apuntalado su frágil estancia en la Presidencia. Europa, el mito político más poderoso de la España que surgió tras las tensiones de la Guerra Fría y la transformación del franquismo en la actual democracia, de momento coronada, marca el final, la teleología a la que se acoge un Pedro Sánchez que, como tanto españoles, permanece imantado por el círculo de estrellas que flotan sobre un virginal fondo azul: «Si España reformara su Constitución, sería el primer país europeo que lo hiciera en el siglo XXI para adaptarla a Europa y daríamos un ejemplo de impulso y de convicción en los valores europeos. Por otro lado, dentro de España también tendría un efecto muy poderoso. Aquí Europa siempre nos ha hecho dar lo mejor de nosotros mismos, nos ha inspirado ideales de mejora del país, más democrático, más abierto. Nuestras ambiciones nacionales en el siglo XX han estado ligadas a la Unión Europea: primero fue ingresar y después cumplir los criterios de Maastricht para estar en el euro. No se trata de ningún experimento, sino de continuar la historia de España. Encontrándonos con Europa de nuevo, volveremos a encontrarnos con nosotros mismos.»

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