Libertad Digital 4 de abril de 2019
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/tribuna/2019-04-04/ivan-velez-calvo-junco-y-la-negacion-de-las-glorias-espanolas-87570/
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Calvo,
Junco y la negación de las glorias españolas
El pasado 1 de marzo, en respuesta a
una petición cursada por Bieito Rubido, director de ABC, la Real Academia de la Historia emitió un informe sobre la primera
circunnavegación a la Tierra. En un breve escrito que adoptó todas las cautelas
para evitar que la conmemoración se convierta en «una fuente de disidencias
entre los dos países vecinos», los reunidos en la madrileña calle del León
fueron claros en una conclusión cimentada en la abundante documentación que se
conserva en relación a tan gran hazaña: «Es incontestable la plena y exclusiva
españolidad de la empresa». El informe recoge todos los argumentos que conducen
a semejante resultado.
En lo relativo a Magallanes, se
aclara que él mismo fue el que castellanizó su nombre, el original Fernão de
Magalhaes mutó en Fernando de Magallanes. Ya convertido en Magallanes, don
Fernando dictó y firmó su testamento en el Alcázar de Sevilla. El él instituyó
un mayorazgo cuyo benefactor era su hijo Rodrigo, nacido en Sevilla. De
fallecer este sin descendencia, Magallanes impuso a su familia que el heredero
castellanizara su apellido, llevara sus armas y se avecindase en Castilla. La
ruptura familiar con Portugal queda establecida inequívocamente sobre el papel.
Los Magallanes pasaban de este modo a convertirse en un linaje netamente castellano.
Si este fue el proceder individual
del navegante, la envoltura legal de la empresa, por no hablar de una financiación
hecha a costa de la Corona y del poderoso grupo burgalés encabezado por
Cristóbal de Haro, se ajustó plenamente a una tradición cimentada en las
Partidas alfonsíes, en las que se apoyó gran parte de las Leyes de Indias. Todo
ello determinó que Magallanes prestase
pleito-homenaje a Carlos I y le rindiese pleitesía según uso y fuero de
Castilla. Quien se hizo a la mar rumbo a la Especiería era un vasallo del rey
español, sin vínculo alguno con el portugués. En estas condiciones se hizo a la
mar Magallanes navegó bajo un estandarte, el real, que se comprometió a
defender hasta la muerte. A estas condiciones previas hay que sumar el obstruccionismo portugués encarnado en
las personas de Álvaro Da Costa y Sebastián Álvarez, que consideraron traidor y
renegado a Magallanes.
De nada han servido tan sólidos
argumentos frente a un Gobierno, el actual, obsesionado con ajustar a su lecho
de Procusto ideológico cualquier hecho del pasado. En efecto, un mes después de
que se emitiera el informe comentado, la vicepresidenta Carmen Calvo y el
ministro de Negocios Extranjeros de Portugal, Augusto Santos Silva, han dado a
conocer algunos detalles de la celebración conjunta del V Centenario de la
Primera Vuelta al Mundo de Magallanes y Elcano. La conjunción conmemorativa
viene a enmendar el olvido, uno más, de nuestros gobernantes, los actuales y
los populares pretéritos, en relación a nuestra Historia. Un olvido motivado en
gran medida por la ausencia de una filosofía de la Historia capaz de
enfrentarse al origen imperial de España y a su existencia como nación
histórica previa a su transformación en nación política. Este es,
probablemente, el motivo por el cual el historiador escogido para diluir la
españolidad de la primera circunnavegación haya sido José Álvarez Junco que, en
relación al viaje culminado por Elcano, a quien se debe la decisión de regresar
a España por la ruta índica, anegó la especie española en el género humano
antes de regresar a uno de sus lugares comunes. Al decir del ilerdense, España
no existía en 1519...
Nada hay de novedoso en la
afirmación alvarezjunquiana, pues el autor de Mater dolorosa sostiene que no ha habido una conciencia nacional
española anterior a la Guerra de la Independencia, más allá de la que se diera
en «ciertas élites intelectuales y políticas cercanas al poder». Esta fue la
respuesta que dio al suplemento El
Cultural del periódico El Mundo en
abril de 2008, postura que no parece haberse modificado en la última década. A
buen seguro es esta perspectiva, mantenida en el tiempo, la que ha hecho que
los ojos de la Calvo, o los de sus asesores, se posaran en la figura de don
José, que se ha apresurado a afirmar que en estos fastos no hay lugar para
glorias nacionalistas. Al cabo, según dijo tratando de evitar tan, a su juicio,
peligrosa glorificación, «España en esos años significa Península Ibérica». La
afirmación, que parece evocar a Camoens, arroja una nebulosa de tintes
geográficos sobre una tierra en la que reinaban dos reyes: el Carlos español y
el Manuel portugués, que tan mal trató a Magallanes. Cinco siglos después de
que comenzase aquella gesta española que culminó en 1522 cuando al otro lado
del Atlántico ya se hablaba de la Nueva España, la ministra Calvo busca el apoyo
de un hombre de letras para rebajar los méritos de nuestros ancestros y de
nuestra propia nación. Lejos quedan aquellas letras que dejó escritas Quevedo
en su España –que no península- defendida: «Hijo de España, escribo sus
glorias».
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