Libertad Digital, 5 de diciembre de 2019:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/sala-lectura/2019-12-05/ivan-velez-historia-verdadera-de-la-quema-de-la-embajada-espanola-guatemala-rigoberta-menchu-maximo-cajal-adolfo-molina-orantes-89414/
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Historia verdadera de la quema de la Embajada española
El próximo 31 de
enero se cumplirán cuarenta años de un grave suceso que acaba de reconstruirse,
por la vía editorial, gracias al hijo de uno de los muertos en aquella confusa
jornada, Adolfo Molina Sierra, autor de un libro que acaba de aparecer bajo un
título que lanza un guiño a la gran obra de Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera de la quema de la
Embajada española (Debate, México 2019). Al igual que en el caso del
cronista, la obra regresa a lo vivido por el propio autor, que asistió, desde
el exterior del aquel edificio de cemento, a la desaparición, entre otros, de
su padre, Adolfo Molina Orantes, que perdió su vida tras una densa cortina de
humo.
Aunque el libro se centra en el
episodio que figura en su título, la obra de Molina Sierra es mucho más que una
investigación policial, pues aquella luctuosa jornada concentró intereses,
colectivos e ideologías diversas. Como punto de arranque de todo lo narrado,
podemos señalar el día 13 de noviembre de 1960, fecha en que se produjo el
fallido golpe militar
contra el presidente Miguel Ydígoras Fuentes. Posteriormente, algunos de
aquellos golpistas, refugiados en la sierra, se unieron al Partido Guatemalteco
del Trabajo dando lugar a las Fuerzas Armadas Rebeldes. El siguiente hito nos
conduce al año 1968, cuando tiene lugar la Conferencia Episcopal de Medellín,
puesta de largo de la Teoría de la Liberación que nutrió, con efectivos e
ideología, a muchos de los movimientos insurgentes que actuaron en
Hispanoamérica durante décadas. En
esa órbita se desenvolvieron los españoles Luis Eduardo Pellecer Faena, S. J.,
y Fernando Hoyos Rodríguez S. J., apodado Carlos,
que encontró la muerte poco después de ingresar en la guerrilla tras abandonar
la Compañía.
Fue en ese contexto
jesuítico-marxista, en el que surgió, en 1972, la Nueva Organización Revolucionaria
de Combate, embrión del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), el Comité de
Unidad Campesina (CUC) y el Frente Estudiantil Revolucionario Robin García.
Pieza clave en todo aquel entramado fue la Universidad de San Carlos. Al
Ejército Guerrillero de los Pobres perteneció el padre de una
de las protagonistas del libro: Rigoberta Menchú. Al EGP se han imputado, entre
otras, las muertes del comisionado
militar Guillermo Monzón, y las de los finqueros José Luis Arenas Barrera,
apodado el Tigre de Ixcán, Honorio
García y Eliú Ramírez, cuyos asesinatos propiciaron la llegada del ejército y
la desaparición de 9 campesinos, tras la cual se produjeron varias ocupaciones
de sedes diplomáticas, entre ellas la española, a la que acababa de llegar
Máximo Cajal López, sucesor en el cargo de Carlos Manzanares y Herrero, que
antes de regresar a España comentó a Adolfo Molina Orantes la reputación que de
comunista tenía Cajal en España.
Un Cajal que es la pieza clave de la
trama descrita por Molina Sierra, que desvela el discreto viaje que hizo el
diplomático a la región del Quiché desde donde salió la comitiva que, partiendo
de Uspantán, acabó por entrar, provista de cócteles molotov y mantas
reivindicativas, a la embajada española en la que se hallaba quien había
cursado la invitación: el propio Cajal. El grupo que accedió a la embajada
estaba compuesto por tres estudiantes de la Facultad de Derecho, uno de la de Economía,
cinco activistas y dieciocho aldeanos -cuatro mujeres y dos menores-, todos
ellos pertenecientes al CUC y el EGP. La visita a Quiché no fue la única que
realizó Cajal. El diplomático también pasó por el domicilio de Molina Orantes para
cursarle una invitación que hizo extensiva a otros reputados juristas: Eduardo
Cáceres Lehnhoff, ex presidente de Guatemala y miembro del Club Rotario y Mario
Aguirre Godoy. Con todos -juristas e insurgentes- dentro, las puertas se
cerraron. Poco después, el edificio se vio rodeado por el Comando Seis de la
Policía Nacional que, finalmente, acometio su asalto. En medio del ruido de
unos disparos procedentes del interior, se escuchó una detonación que dio paso
al incendio en el que perecieron todos los ocupantes excepto Godoy, Cajal y
Gregorio Yujá Xoná, posteriormente secuestrado en el hospital y asesinado. A la
descripción de las versiones ofrecidas por los testigos y a la interpretación
de los indicios obtenidos, dedica Molina gran parte de su libro, si bien, más
allá de la indagación estrictamente vinculada a los hechos, son de particular
interés otros aspectos relacionados. Entre ellos, los vaivenes diplomáticos entre
Guatemala y España que ocasionaron las actividades de Máximo Cajal, cuyo fino
instinto de superviviente no solo le permitió escapar de las llamas, sino que
le alcanzó para afiliarse, en el año 2000, al PSOE. Tres años después publicó
el libro: Ceuta, Melilla, Olivenza y
Gibraltar ¿Dónde acaba España?, en el que abogaba por entregar las dos
ciudades a Marruecos, propiciando tales protestas que fue separado del partido.
Su regreso a la política vino de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero, que
lo incorporó a su iniciativa de Alianza de Civilizaciones.
Si Cajal ocupa, por motivos obvios,
gran parte de la Historia verdadera…
en sus páginas también hay abundante espacio para Rigoberta Menchú quien,
además de buscar una indemnización por la pérdida de su padre, fue protagonista
de toda una operación a la que ha dedicado sus trabajos David
Stoll, en cuya obra se apoya puntualmente Molina.
Gracias al norteamericano se pudo conocer hasta qué punto la Menchú fue un
logrado producto oportunamente presentado en el contexto del quinto centenario
de un descubrimiento, el de América, fuertemente criticado por diversos grupos
de la Iglesia católica, singularmente los teólogos de la liberación, que
interpretaron aquellos hechos como un genocidio.
En el tramo que cierra el libro,
Molina realiza una crítica a la idea de Justicia Universal, que tanta
incidencia ha tenido en Guatemala debido a las actividades impulsadas por los
mediáticos jueces españoles Baltasar Garzón y Santiago Pedraz y a los vaivenes
que tal proyecto, que hace abstracción de las fronteras, ha experimentado
dentro del convulso y sectario panorama político español, ávido siempre de
exportar transitólogos y megalómanos togados a aquella tierra en la que
encontrara acomodo Bernal Díaz del Castillo.
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