Libertad Digital, 21 de noviembre de 2019:
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/historia-espana/2019-11-21/ivan-velez-notas-sobre-tupac-amaru-ii-para-desasnar-a-evo-morales-89309/
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Notas
sobre Túpac Amaru II
El pasado 18 de mayo, Evo Morales
Ayma, publicó el siguiente mensaje en la red social Twitter:
«Recordamos los 238 años del paso a
la inmortalidad de los hermanos Túpac Amaru II y Micalea Bastidas, líderes
indígenas que entregaron su vida por nuestra liberación del colonialismo
español. Su lucha sigue inspirando a los pueblos en la resistencia al
imperialismo».
Por entonces, el Presidente de
Bolivia no podía imaginar que apenas unos meses después habría de abandonar su
tierra para acogerse a la hispanófoba hospitalidad amliana. En efecto, tras
protagonizar un turbio recuento electoral, Morales tuvo que dejar atrás el
Estado Plurinacional de Bolivia, que así fue definido gracias, en gran medida,
a las bien pagadas artes de los transitólogos españoles, de cuyas mentes salió
el párrafo con el que da comienzo la Carta Magna redactada hace una década:
«El pueblo boliviano, de
composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado en las
luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la
independencia, en las luchas populares de liberación, las marchas indígenas,
sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por
la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires, construimos un
nuevo Estado. Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la fortaleza de
nuestra Pachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia».
Ya en suelo mexicano, Morales no
pudo contenerse y lanzó al aire otro trino que señalaba al «imperialismo
español». Este fue contenido:
«El imperialismo español pensó que
al descuartizar a Tupac Katari hace 238 años, cortaría la fuerza de los pueblos
para romper las cadenas del colonialismo. Hoy más que nunca la lucha sigue.
Ante la represión del golpismo racista, repetimos la sentencia “Volveré y seré
millones”».
En el presente artículo, pues es
previsible que Morales siga explotando los mitos tupaquianos, nos referiremos
al primero de ellos, al que hoy se conoce como Túpac Amaru II, del cual
bosquejaremos una sucinta biografía que compromete seriamente la interpretación
que de su figura se ha hecho desde determinadas modulaciones del indigenismo.
El nombre de pila del hoy conocido como Túpac Amaru
II, pues como tanto otros de su
extracción social aquel niño mestizo nacido en 1738 recibió las aguas
bautismales, fue José
Gabriel Condorcanqui Noguera. Por su condición de indígena noble, estudió con
los jesuitas del Colegio San Francisco de Borja o Colegio de Caciques del Cuzco.
Gracias a esa refinada formación pudo dominar el quechua, el español y el
latín, destacando entre sus lecturas los Comentarios
Reales del Inca Garcilaso de la Vega, las Partidas, las Sagradas Escrituras, el drama quechua Apu Ollantay, así como los censurados -una
censura que no era difícil de burlar si se pertenecía a ambientes distinguidos-
escritos de Voltaire y Rousseau. El 25 de mayo de 1758, el joven contrajo
matrimonio con la mestiza zamba Micaela Bastidas. Seis años después,
Condorcanqui Noguera fue nombrado cacique de los territorios que le
correspondían por herencia, fijando en Cuzco su residencia, ciudad desde donde
viajaba para controlar sus negocios. Por entonces, todavía vestía a la
española, antes de que su giro ideológico le llevara a lucir prendas propias de
un noble inca.
Los disturbios por él encabezados
tuvieron como punto de partida la subida en el impuesto alcabalero que gravaba
una actividad directamente relacionada con su cargo de cacique: la importante
industria de los arrieros. La mecha la prendió el motín de Arequipa y el
posterior de Socorro. Fueron las altas esferas criollas, perjudicadas por la
subida de impuestos, quienes se alzaron e hicieron sonar el grito de «¡Viva
Socorro, viva el rey, muera el mal gobierno!», cobrándose la vida del
corregidor Antonio de Arriaga.
La revuelta, de origen criollo,
adquirió tintes sangrientos y un gran desorden y confusión con la incorporación
de los indios. Estos desplegaron una inusitada e indiscriminada violencia de la
que fueron víctimas así criollos como españoles peninsulares. De este modo, el
móvil y origen del conflicto quedó distorsionado por completo. De hecho, para
sofocar la revuelta fue fundamental la firmeza de algunas de las fuerzas
criollas que la habían desencadenado, desbordadas por la acción indígena. Es
obligado aclarar, por si el grito mentado no lo dejara suficientemente claro,
que Túpac Amaru, que había tratado de expulsar de Perú a los españoles
peninsulares, nunca cuestionó la autoridad de la Iglesia ni de la Corona. De
hecho su mayor aspiración era hacer valer su elevada ascendencia inca para
adquirir un estatus aristocrático dentro de esa misma Corona. Prueba de ello es
el título que reclamó para sí: «Don José primero por la gracia de Dios, Inca
Rey de Perú». Como es sabido, tan altas aspiraciones nunca se vieron cumplidas,
pues el sedicente rey inca fue ajusticiado, con extrema y ejemplarizante
crueldad, en compañía de su familia, en la plaza de Cuzco.
Dos siglos después de que tanto Bolivia
como otras naciones hispanas cristalizaran como naciones políticas, España
sigue siendo, a efectos propagandísticos, esa «desnaturalizada madrastra» de la
que hablara aquel Bolívar tan enemigo de los españoles peninsulares como de los
indígenas que perdieron gran parte de sus derechos después de la liberación.
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