Artículo publicado el lunes 16 de diciembre en La Voz Libre:
Gitanos evangelistas o el triunfo de "don Jorgito, el inglés"
En
los últimos meses, el grupo Prisa, custodio de las esencias del tardofranquismo
entre las cuales figura todo lo relacionado con las identidades culturales,
especialmente si son diferenciales, ha prestado atención a los gitanos, ya sea
a través de las pantallas ya dentro de las vegetales y digitales páginas del periódico
El País, en el cual se ha anunciado
la reedición del revolucionario disco de Camarón, La leyenda del tiempo. Así, gracias al programa de televisión Palabra de gitano, durante varias
entregas hemos asistido, no sin cierta polémica, a la popularización de
diversas ceremonias características de esa nación sin estado asentada en España
desde hace siglos.
Sin
duda los ritos de paso, con sobreabundancia de elementos kitsch, resultan de lo más llamativo, destacando entre ellos la
célebre prueba del pañuelo que exhibe, en sus sanguinolentas flores, la
ausencia de mácula en la honrada moza calé. No obstante, este artículo prefiere
poner su punto de mira en cuestiones religiosas, en particular, en el giro que
en este aspecto ha experimentado esta comunidad étnica. Nos referimos,
naturalmente, al desplazamiento que desde el área católica, apostólica y romana
ha llevado a los gitanos a abrazar el evangelismo hasta configurar una iglesia
propia inmune a los ataques del anticlericalismo, siempre atento a la
Conferencia Episcopal y a sus encasullados representantes.
No
cabe duda de que tal desplazamiento obedece a varios factores, entre los cuales
figura el racial, sin olvidar las posibilidades que ofrecen iglesias menos
jerarquizadas que la históricamente implantada en España. Por citar a un
clásico, genuinamente católico para más señas, ya Cervantes, en La Gitanilla, subrayaba el gusto por el
cante y el baile de este colectivo, y es evidente que en el ceremonial
protestante, tales inclinaciones son fácilmente asumibles.
Todo
ello nos lleva a rastrear los antecedentes de los intentos de implantación de
un tal culto tan relacionado con la imprenta. La retrospección nos llevará
inevitablemente a evocar la espigada figura de viajero
y escritor inglés George Borrow (1803–1881), apodado castizamente como don Jorgito el inglés. Incansable
viajero que recorrió Europa, este políglota personaje, conocedor de numerosas
lenguas entre las que incluso se contaba el vascuence y el caló, sintió, desde
su juventud, verdadera fascinación por los gitanos, con los que volvió a entrar
en contacto en España, con motivo de su estancia, durante casi un lustro, y en
calidad de agente patrocinado por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera
para tratar de vender la Biblia protestante, en concreto el Nuevo Testamento.
Las biblias, 5.000 ejemplares que debían venderse a un precio asequible, se
imprimieron en 1837 gracias al liberal Andrés Borrego. El proyecto, empero,
fracasó, pues al desinterés de la mayor parte de la católica sociedad española,
se añadió la confiscación y posterior destrucción de gran parte de los
volúmenes.
De regreso a su Inglaterra natal, Borrow fue autor de la exitosa
obra: La Biblia en España (1843), a cuya
escritura le animó Richard Ford. En La
Biblia en España, nuestro país es presentado con rasgos orientalizantes
dados por la gran presencia de los gitanos de los que se hacía acompañar el
agente inglés, y con los cuales mantenía estrechas relaciones en su propia
nación. Volcada al francés, alemán y ruso, la obra se imprimió en 1921 en
español gracias a la traducción hecha por Manuel Azaña.
Borrow, como tantos otros viajeros del XIX, contribuyó a la
cristalización de la imagen de una España costumbrista y a la vez exótica que
tan negativos efectos ha tenido y que todavía sirve de coartada a los numerosos
movimientos hispanófobos que beben los vientos por la protestante y civilizada Europa.
Mientras la iglesia católica española ha avanzado hacia su
fragmentación, provocando graves efectos políticos al arrastrar en su deriva a
gran parte de su grey; y el ateísmo es minoritario frente al impreciso
agnosticismo, casi dos siglos después de que don Jorgito entrara en contacto con los gitanos españoles empleando
su propia lengua, -hoy todavía no reconocida como cooficial por nuestros
siempre atentos representantes públicos- su propósito se ha visto en gran parte
cumplido. Hoy los gitanos, refractarios a los intentos que Kiko Argüello
hiciera para reconducirlos al redil católico, asisten alegres y extasiados, al
«culto», más cerca del éxtasis fideísta que del químico.
Iván Vélez Cipriano
1 comentario:
Evangélicos, que no evangelistas.
Un saludo.
Publicar un comentario