Artículo publicado el viernes 27 de mayo de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
Colau y el cargo con K
«Usted, señora Colau, ha sido una de ellos, y por ello le pido que ejerza
de alcaldesa sin ocupar el cargo con k». Estas han sido las palabras
pronunciadas por el popular Alberto Fernández Díaz en el Ayuntamiento
de Barcelona durante un pleno marcado por los incidentes violentos que
han tenido como escenario la noche de la Ciudad Condal. En el mismo edificio
que otrora albergaba el Salón de Cientoocupado por cargos propios
del Antiguo Régimen, la alcaldesa de Barcelona, que tanto debe a aquellos sus
años mozos como activista emboscada tras el antifaz y la lycra del disfraz de Supervivienda,
ha pedido proporcionalidad a los Mozos de Escuadra, cuerpo heredero
de aquellos borbónicos dieciochescos empeñados en barrer de austracistas
migueletes las tierras catalanas.
La democrática ceremonia ha sido contemplada por el célebre concejal
borbonicida, chófer del independentismo cupero, Josep Garganté Closa,
hombre de barba prieta y puño cerrado que deja ver en su siniestra la palabra «odio» tatuada
en un perfecto español que figura en su piel en detrimento de su equivalente en
catalán, ese «odi» que dejaría una falange ayuna de tinta.
Para completar el cuadro, hemos de incorporar a la escena al ex alcalde Xavier
Trias, predecesor de Colau y pieza fundamental para reconstruir lo acaecido
en Barcelona, pues según parece, don Xavier, hombre próximo a Pujol, pagó con
dinero público el alquiler, el IBI, la tasa de basuras e incluso algunos
desperfectos del local llamado«banco expropiado», cuyo desalojo ha
dejado tras de sí escenas propias de la kale borroka proetarra en
cuyo espejo se miran los representantes de la CUP ante el
deleite de otras sectas catalanistas especializadas en otro tipo de trabajos
hispanófobos menos callejeros. Que la letra k está de moda en
Cataluña parece fuera de toda duda, a pesar de que los filólogos de laboratorio
que pulieron el idioma para limpiarlo de adherencias españolas no dieran a
dicha letra el espacio que ahora parece ganarse por vandálicos méritos propios.
Ocurre, no obstante, que la hoy insurgente k tuvo su primer momento estelar
español hace más de un siglo, gracias a un vizcaíno insigne: Miguel de Unamuno. Fue
en 1913 y en las páginas del madrileño diario Mundo Gráfico donde,
en contestación a un escrito del tuberculoso y chocarrero Félix Méndez,
don Miguel, que un año antes había escrito: «¿Quién duda de que Platón,
Descartes, Newton o Kant, han influido más en la cultura –o mejor dicho
Kultura,– que Alejandro Magno, Colón, Napoleón o cualquier otro hombre de
acción?», desplegaba toda su ironía en un artículo titulado«La Kultura y la
Cultura», en el cual encontramos perlas como la que sigue: «La k
da autoridad e importancia a un escrito». La apelación a la Kultura hecha por
Unamuno conecta bien con ciertos componentes de la viscosa ideología que
alimentaba ayer a «los chicos de la gasolina» –Arzalluz dixit- y lo
hace hoy con estosokupas subvencionados y al orden de pagos
residentes en la Barcelona que ha acogido con honores a Arnaldo Otegui,
«hombre de paz» al decir del fundador de laAlianza de Civilizaciones.
Ironías aparte, los escritos periodísticos de Unamuno señalaban, en
relación con la letra k, a Alemania y a la Kultura, verdadero mito dominante
de Europa desde el XIX en el que cristalizó el catalanismo, alentado en inicio
por una oligarquía insaciable que enseguida mostró su cara más desleal tras la
pérdida de los privilegios otorgados por el proteccionismo comercial.
En efecto, en cuanto el mercado de Las Antillas, abierto al puerto de Barcelona
por el denostado Felipe V, comenzó a dejar de ser rentable ante el
empuje capitalista británico alimentado por los miserables proletarios
novelados por Dickens, comenzó a crecer un movimiento al que se
acabarían sumando incluso los charnegos, ignorantes de la canina
etimología de tan peyorativa palabra. La cultura circunscrita,
barruntada por Unamuno y caracterizada bajo la exitosa fórmula de las «señas de identidad» del
archipremiado islamófilo barcelonésJuan Goytisolo Gay en los 60,
comenzó a marcar el rumbo político de Cataluña.
Los vínculos entre el catalanismo y el Ayuntamiento de Barcelona son
profundos y tienen en lo cultural uno de sus más sólidos nexos con precedentes
lejanos que conviene analizar, pues si bien los actuales okupas se dicen
internacionalistas, entre la miríada de naciones que configurarían el orbe
figurarían las naciones culturales, entre las que figuraría esa Cataluña que
trata de sacudirse el yugo español. Fundamentalistas democráticos, los okupas
desalojados son firmes partidarios delderecho a decidir, y lo reclaman
en la lengua del ignorado clérigo Jacinto Verdaguer.
El antecedente directo entre cultura y separatismo, plenamente asumido por
los antisistema anarquizantes acogidos por el Ayuntamiento en el «banco
expropiado», tiene también una filiación municipal que nos lleva al año 1908,
cuando se aprueba elPresupuesto
Extraordinario de Cultura y se trata de poner en marcha la Institución de Cultura Popular por
parte del Ayuntamiento de Barcelona, iniciativas que ya se habían ido larvando
en ambientes clericales, masónicos y federalizantes, que todo cabe
en tan clásico movimiento transversal como es el catalanismo. El Presupuesto,
cuyo monto ascendía a 2.800.000 de pesetas, tenía como objetivo
principal el fomento de dicha ideología de objetivos políticos disolventes que
trataba de abrirse paso por medio de aulas, ediciones, bibliotecas e incluso
bolsas de viajes en las cuales los futuros agentes de tal credo pulirían su
estilo en contacto con la Kultura europea. El proyecto encontró un año más
tarde su respuesta proporcionada: la suspensión del Presupuesto por
parte del gobernador civil de Barcelona, Ángel Osorio. Dábase así
al traste con una maniobra que incluía la colocación de muchos agentes dentro de
la Institución de Cultura Popular. Un siglo después, la red catalanista, cosida
con instrumentos culturales, es tan tupida que sostiene una estructura
clientelar capaz de sostener a 242 cargos,
entre ellos Puigdemont, que cobran más que Mariano Rajoy,
Presidente de España en funciones que sólo puede hablar en el Ayuntamiento a
través de la testimonial e irrelevante voz de Alberto Fernández Díaz.
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