Artículo publicado en el blog "España Defendida" de La Gaceta:
Brexit. El desmantelamiento de un dique
La mañana del viernes 24 de junio de 2016 ha amanecido con
la noticia de que los resultados de la consulta hecha a los súbditos de Su
Graciosa Majestad, han arrojado un saldo favorable al llamado Brexit,
es decir, a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea en
la que ha participado con el calculado tacticismo propio de una sociedad
política de sus características y trayectoria histórica. La noticia ha
estremecido a muchos ideólogos y propagandistas,
ingenuos o sobornados, que continúan ejercitando ese papanatismo
europeísta del que ya hablara Unamuno, en contraposición
con la derrotista afirmación orteguiana -«España es el problema, Europa la
solución»- a la que se han acogido políticos españoles de todo pelaje y
condición.
Los resultados permiten diversas interpretaciones, ya sean estas realizadas
desde la plataforma de la Unión Europea ya en clave nacional, pues, mal que les
pese a los más ardorosos defensores del proyecto europeísta que cuenta con Hitler como
uno de sus más visionarios diseñadores –la Europa de los pueblos que
pone los ojos en blanco a muchos hispanófobos regionalistas españoles-, las
naciones soberanas siguen resistiendo. Y ello a pesar de los esfuerzos hechos
por incontinentes políticos como José Manuel García-Margallo,
favorable a «ceder toneladas de soberanía»,o por el
pulcro Albert Rivera y su proyecto de resolver nuestros
problemas internos disolviendo la nación en esa estructura que comenzara a
articularse una vez agotadas las bélicas fumarolas de la II Guerra
Mundial, cuando, tras la clausura de los hornos crematorios nazis, el
bloque capitalista cayera en la cuenta de que la URSS ofrecía
una verdadera alternativa, un Estado del bienestar al que enseguida se le dio
réplica construyendo un dique que ahora acusa el paso del tiempo y muestra sus
profundas fisuras.
Mirándose en su propio espejo, los Estados Unidos del Norte de América
trataron de impulsar unos Estados Unidos de Europa, o al menos de una parte de
esta. El proyecto contaba con un Reino Unido en el que sobresalía la rotunda
figura de Churchill, y nacía con el trasfondo de otra importante armazón
comercial, la de laCommonwealth. Tales circunstancias fundacionales
marcarían la participación en la nueva Europa de ese mismo Reino Unido que tras
pasar por las urnas se replanteará sus relaciones con la Europa en la que de
nuevo vuelven a mandar Alemania y Francia. En lo simbólico, la Europa posbélica
se puso en marcha bajo una enseña en la que flotaba una enorme letra E
en rojo sobre un fondo blanco. Entre los principales constructores del
bloque anticomunista cuya primera expresión institucional fue el Comité
Internacional de Coordinación de Movimientos por la Unidad Europea,
figuraban organizaciones como el Movimiento por la Europa Unida,con
Churchill a la cabeza, la Internacional Liberal, en la que estaba
integrado el dolarizado Salvador de Madariaga, los demócratas
cristianos de Nuevos Equipos Internacionales y la Liga
Independiente para la Cooperación Europea y elConsejo Francés para
la Europa Unida. Bajo la amenaza soviética, el 7 de mayo de 1948 se
abrióen La Haya el Congreso de Europa, al cual
concurrió, por parte del católico Santo Padre, monseñor Paolo Giobbe.
El Movimiento Europeo comenzaría de este modo a rodar,
incorporando incluso a la Unión Internacional Campesina y alMovimiento
Socialista para los Estados Unidos de Europa. A Churchil le acompañarían,
en la presidencia de honor: Blum, De Gasperi y Spaak. Unitarismo ypacifismo fueron
las primeras notas programáticas dominantes. Si bien, y pues tras el horror de
la guerra parecía fácil definir lo que se entendía por paz, aunque se tratase,
como es natural, de la de los vencedores, contigua a la de los amplios
cementerios resultantes de la contienda, el unitarismo ofrecía diversas
posibilidades. La federación, bendecida incluso por Pío XII, aparecía como una
más que probable alternativa.
En tal contexto, las reticencias que desde Francia existieron para la
incorporación al club o biocenosis –seguimos la definición
dada por Gustavo Bueno- europea de Gran Bretaña, acabarían siendo
vencidas, al igual que lo sería la inclusión de España en los tiempos del
felipismo aupado al poder tras la decisiva financiación socialdemócrata alemana
y la renuncia al marxismo. El nuevo e interior PSOE había llegado por fin al
poder en una España en la que los norteamericanos habían cuidado a ciertos
sectores contestatarios anticomunistas imbuidos de federalismo, liberalismo y
europeísmo. Las consecuencias no se harían esperar: la España homologable
mercantil y democráticamente a las sociedades capitalistas de su entorno,
estaba madura para desmantelar su industria puesta en marcha tras una guerra y
un periodo de potente estatalización. El Talgo daría paso al AVE movido
por motores Siemens,SEAT -Sociedad Española de
Automóviles de Turismo- sería absorbida por el alemán«automóvil del pueblo» tan
característico del europeísta periodo hitleriano. El premio por todo ello, al
menos desde el punto de vista ideológico, era la integración en Europa, si
bien, las sectas separatistas comenzarían a pronunciar una de sus frases
favoritas: «en Europa nos encontraremos…»
Sin embargo, esa construcción mercantil, ese sedicente proyecto político,
comenzó a perder sentido una vez que la URSS se desvaneció. Es entonces cuando,
en plena retirada de las gorras de plato, aparecerían los turbantes en los
europeos Balcanes a los que la sublime Europa no consideró
propios. El resurgimiento alemán era también un hecho. Un cuarto de siglo
después, el panorama político había girado radicalmente y la amenaza no era ya
el comunismo, sino el islamismo y las oleadas de inmigrantes atraídas por las
condiciones de vida de aquellas tierras por las que pasó Marshall.
Sea como fuere, el Brexit, que viene a suceder a esa permanencia a la carta
del Reino Unido en la Unión Europea, ha tenido lugar tras un proceso
democrático. Un Brexit que vino precedido por el windsoreo de
la Papisa Isabel II, cabeza de la iglesia anglicana cuyo papel en
todo este asunto pone de relieve la profunda impronta religiosa que todavía
acusan las naciones europeas, algunas de las cuales se envuelven, confundidas y
medrosas, en la bandera de las doce estrellas sobre fondo azul, la enseña que
confeccionara Arsene Heitz inspirándose en la Virgen
de la Inmaculada Concepción y en las palabras del Apocalipsis:
«Una gran señal apareció en el cielo, La Mujer vestida de sol y la luna
bajo sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas.»
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