La Gaceta, domingo 26 de domingo de 2017:
http://gaceta.es/ivan-velez/irene-montero-oposicion-textil-26022017-1134
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Irene Montero y la oposición textil
Husos,
hilaturas y telares, jornadas de trabajo interminables y explotación humana son
el trasfondo sobre el que se escribió El
Capital, obra cumbre del Carlos Marx que localizó en la lucha de clases el
motor de una Historia que consideró Prehistoria. La morosa alusión al principal
autor sobre el que se edificó el primer régimen comunista, seguida de la
apelación al mundo textil, está justificada cuando se trata la figura de Irene
Montero. No en vano, y sin que los podemitas hayan propuesto más que tímidas
iniciativas de carácter estatalizador que ni por asomo se acercan a las que
Franco fue capaz de articular al desarrollar un régimen mucho más socialista
que el de sus sucesores, la formación morada es a menudo tildada como
comunista, siendo tributaria, a través de dicho calificativo, de una profunda
carga despectiva que no requiere de matices. Si este es el reduccionismo
ideológico que se les aplica, el otro factor, el textil, lo sirven un día sí
otro también en todo escenario al que tienen acceso, a excepción de la gala de
los Goya, que para eso comulgan con aquella vieja y maniquea dicotomía establecida
entre las fuerzas del trabajo y las de la cultura.
Pese a
que el mayor peso de su labor propagandística lo desarrollan mediante un
constante bombardeo de mensajes en las redes sociales, acompañado de su
ubicuidad mediática, los podemitas se distinguen por su uso, que algunos
califican de abuso, de la camiseta o remera. Es este textil soporte, tan
alejado de la formalidad pequeñoburguesa y derechista del traje y la corbata, el
que les permite convertirse en verdaderos hombres (y mujeres) anuncio. Si en la
Puerta del Sol, revuelta plaza en cuyas aguas supieron pescar Iglesias y los
suyos, es fácil encontrar a hombres que exhiben el añejo «compro oro», en la
Carrera de los Jerónimos, sus amoratadas señorías prolongan la tradición
bilduitarra de convertir su pecho en crisol de casi todas las reivindicaciones.
Recientemente,
la encargada de mantener la tradición de la oposición textil ha sido Irene
Montero, que apareció en el escaño del que fue desocupado Íñigo Errejón,
enfundada en una camiseta que pedía la libertad para activista Milagro Sala,
coincidiendo con la visita que ha realizado a España el presidente argentino,
Mauricio Macri. Si hace unos años el hombre de paz de Maduro, José Luis
Rodríguez Zapatero, tuvo a bien mantenerse sentado al paso de la bandera de los
Estados Unidos para expresar su rechazo a la política internacional de Bush,
doña Irene Montero, Irene para los compañeros y compañeras, incluidos algunos
periodistas, mostró de ese modo su oposición a quien ha desplazado a esa
Cristina Fernández de Kirchner por la que hace unos años bebía los vientos
Pablo Manuel Iglesias Turrión.
La
protagonista de la camiseta es, naturalmente, una lideresa indigenista en
absoluto irenista, pues según se ha sabido, los métodos empleados por el
colectivo que representa Milagro Sala, Tupac Amaru, no se han limitado al diálogo,
sino que han incorporado una en ocasiones cruda violencia. En definitiva, la hoy encarcelada
representa a una organización que ha recibido el apoyo financiero del kirchnerismo
y que tiene un fin último: la constitución de un Estado en la provincia de Jujuy,
limítrofe con la plurinacional Bolivia. Conocido el objetivo de Tupac Amaru, no
es de extrañar que Podemos, partido comprometido con toda iniciativa que tenga
un mínimo halo hispanófobo, se haya puesto del lado de una organización que
sólo puede conseguir sus objetivos al alto precio de destruir la República
Argentina, abriendo de este modo, una nueva fisura a una nación soberana que ya
tiene que lidiar con el movimiento mapuche financiado desde el corazón de
Europa. Movimientos ambos, que desdibujarían las actuales fronteras argentinas,
el segundo de los cuales exigiría también la destrucción de las chilenas, para
configurar un mosaico de carácter étnico cuyo banco de pruebas ya se halla en
la Bolivia asesorada por gentes de la Fundación CEPS, encargada de exportar la
distáxica receta autonómica española. He ahí el alcance del comunismo podemita,
consistente en hacer añicos las estructuras estatales que una vez dislocadas
serán fácil presa de la depredación de estados –capitalistas- más fuertes,
encantados de que tan voluntariosos muchachos les hayan hecho el trabajo sucio
a las multinacionales que podrán negociar con el debilitado y corrompible
gobernante local. Abundando en las contradicciones, la asociación que ahora
recoge el calor del pecho de doña Irene, lleva el nombre no de un proletario o
de una idea sublime y probablemente irrealizable, sino el de un inca de
distinguido y teocrático linaje, práctica esta, la de acudir a los caudillos
indígenas, que ya tiene una larga tradición en Hispanoamérica de la mano de las
logias masónicas.
Nada,
sin embargo, se interpone ante aquellos capaces de concebir imposibles como la
nación de naciones, nada ante los que, como Irene, comparten el algodonado
territorio de los sueños con el providencial y democrático hombre elegido por
la gente.
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